La moda es el mensaje
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30 octubre, 2018
por Carolina Haaz
Cómo olvidarlo: en agosto de 2016 la artista Jil Magid tomó una parte de las cenizas de Luis Barragán para convertirlas en un anillo de compromiso. El arquitecto mexicano transmutó en obra y, estrictamente, en una pieza de joyería: un verdadero diamante. Frente a un desfile de miradas críticas y otras más alarmistas, Magid ofreció el anillo (The Proposal) a Federica Zanco, Directora de la Fundación Barragán (Zanco es, además, esposa de Rolf Fehlbaum, presidente de Vitra, empresa propietaria del archivo del arquitecto), a cambio de la devolución al público del archivo resguardado del creador. La idea fue respaldada por parte de la familia del difunto. A partir de la pieza, Magid prestó atención a los derechos de autor y propiedad intelectual; el cuerpo de Barragán fue símbolo de la susceptibilidad del legado del autor y las posibilidades de su reinterpretación.
Así como el sistema del arte se vale de elementos de la moda para articular preguntas, la industria de las tendencias de la vestimenta y el ornamento vive de la materialización de conceptos de otras disciplinas. Y la arquitectura es una favorita. Por muchas razones, el premo Pritzker de México ha sido recurrente. Véanse los siguientes casos.
Esta temporada la marca de marroquinería mexicana Pantera presentó su colección de bolsos de influencia arquitectónica para otoño-invierno. ¿Su principal inspiración? Las Torres de Satélite. El azul, el rojo, el amarillo y las geometrías en las siluetas de los diseños remiten a los prismas escultóricos, emblemas de Ciudad Satélite que actualmente está habitada por clases medias altas y altas. Una zona que no se puede contemplar a pie. No es gratuito: una marca de lujo, cuyo compromiso es crear accesorios artesanales de piel exótica certificada, se inspira de una obra fundamental del croquis urbano de un sector de consumidores con un nivel adquisitivo suficiente para adquirir sus productos. Detrás del esplendor de la arquitectura emocional, el continuo loop automovilístico de esta zona amurallada es quizá el verdadero terreno de donde surgen los “diseños de los que nadie quiere escapar”, como apunta un comunicado.
Así como Frida Kahlo se ha convertido en un confuso símbolo del feminismo en desafortunados anuncios publicitarios, Barragán vive a través de sus obras más emblemáticas, como un talismán creativo para la moda que promete vestir las colecciones y sus campañas de un halo nostálgico del México moderno que fuimos a mediados del siglo XX. Uno de los códigos más efectivos del arquitecto y escultor de los que se ha apropiado la moda es el rosa mexicano cuyo término, por cierto, fue propuesta del diseñador de moda Ramón Valdiosera y está presente en la fotogénica Casa Luis Barragán.
El mismo año en que Jil Magid presentó The Proposal, Louis Vuitton sacó su campaña de pre-otoño-invierno protagonizada por la actriz Léa Seydoux en la Cuadra San Cristobal, diseñada por Barragán. Todo estaba en su lugar: los caballos recurrentes en la obra del mexicano, la vestimenta monocromática de cortes sobrios, que recuerda a su trabajo y la actuación introspectiva de Seydoux, que aportó el tono reflexivo a un lugar que sintetiza lo tradicional con lo vernáculo, así como el punto de encuentro entre corrientes filosóficas y artísticas del momento. La fotografía a cargo de Patrick Demarchelier exhibe una composición adecuada de escalas y color que respeta el patrimonio mientras que transmite el espíritu actual de la marca. En una entrevista con La Jornada, Federica Zanco contó que fueron duramente criticados por permitir que la marca francesa haya tomado como escenario la arquitectura de Barragán. “Se hizo sin nuestro permiso […] porque sabemos que se trata de un legado de interés nacional para un país que respetamos”, mencionó la Directora de la Barragán Foundation en Suiza.
Otros diseñadores que han partido del discurso pero sobre todo de las estéticas de Barragán han sido Thomas Pink, en el otoño-invierno de 2016: la arquitectura emocional vertida en clásicos moldes sartoriales; el mexicano Kris Goyri, en un otoño-invierno de 2015 que plasmaba la década de los setenta en vestidos de noche, un lugar común pero comercialmente apremiante; Jesús Ibarra y Bertholdo Espinoza en la primavera-verano de 2010, también a propósito de las Torres de Satélite, un ejercicio simple y soporífero sin mucha aportación desde su presente; Longchamp hizo su apuesta en primavera-verano de 2013 con una línea de bolsas y zapatos de bellas impresiones, pero sin mayor propuesta que la de un acercamiento con admiración y el lujo de sus acabados. Así, tantas más, han dado cuenta de la década de Barragán. ¿Cuántas más? No lo sabemos ahora, pero si el legado no es estático y sí una materia abierta a la intervención, quizá las próximas manifestaciones de la moda hayan dejado pasar suficiente tiempo para ver al creador con una mirada renovada, capaz de proponer una nueva dialéctica con la obra. Después de todo, la memoria es un ejercicio creativo.
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