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¡Felices fiestas!
15 enero, 2014
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
“Aunque no hay modo alguno noble de hurtar, el plagiar es muy villano”
Si la semana pasada abordaba la capacidad de la arquitectura de cuestionar sus propios límites sobre qué puede (o debe) ser posible o no, a través del trabajo del artista Isidoro Valcárcel Medina y sus Arquitecturas prematuras. Me interesa abordar otro término que, en mi opinión aparece muchas veces relegado y censurado dentro de la disciplina. Se trata de la noción de Réplica que tiende a abordarse desde su cuestionamiento y negación o desde su formalización como proceso creativo atendiendo hoy al primero de los aspectos.
Pese a que se pueda pensar lo contrario, en disciplinas como el arte las nociones de reproducción, réplica o copia son aspectos que han sido muchas veces atendidas y que ponen en relieve que cuestionan sobre originalidad y autoría. Personajes como Marcel Duchamp, Andy Warhol o la muestra que se expone actualmente en Jumex: The corrupt show and the speculative machine de Superflex, por mencionar algunos destacados, son casos de esta situación. Pero ¿qué ocurre en arquitectura? En realidad es algo bastante común si atendemos a muchas de nuestras ciudades que se llenan hasta la saciedad con la repetición indiscriminada de una arquitectura por motivos económicos como ocurre en la periferia de muchas ciudades, donde una casa es repetida hasta el fin sin considerar aspectos básicos que atiendan a lo social o lo climático. Pero más allá de este aspecto China, país bien conocido por sus copias, parece ser el punto de muchas de estas discusiones en la disciplina arquitectónica.
En los últimos meses muchos medios se hicieron eco de la noticia que en Tianducheng, China, se había copiado un barrio parisino y, lo que parecía más grave, la propia Torre Eiffel, olvidando que existen copias de la torre en lugares como E.U.A –Las Vegas, Texas, Tennessee– Rusia, Greece o el mismo México, concretamente en Durango. Su reproducción fue defendida por sus desarrolladores ante una lógica que bien mirada podría ser (in)cuestionable: “A los chinos les encanta París. Puedes ver miles de tiendas por toda China vendiendo de todo sobre la Ciudad de la Luz, así que pensamos: ¿por qué no traerla hasta aquí?”
¿Por qué muchos ponen en duda y se sorprenden el modelo chino de copiar ciudades ‘originales’ en aquel país? Bien es cierto que el país chino ofrece con estos ejemplos más que nada una noción de simulacro que olvida las nociones históricas –aunque al tiempo crea otras– que definen una ciudad. Pero su crecimiento acelerado o cierta negación de la historia (arquitectónica) parecen requerir más atención. Como apuntaba Benedetta Tagliabue en una entrevista para El País con motivo de su presencia en la exposición de Shanghai: “El arquitecto del pabellón de China tenía valores y defendía conceptos muy diferentes de los que nos interesan a nosotros. Por ejemplo, hizo en Nanjing un edificio conmemorativo de la masacre de ciudadanos chinos a manos de japoneses. Para comunicar ese dolor decidió copiar el Museo Judío de Daniel Libeskind. Era algo descarado. Cuando lo mostraba y lo explicaba yo no daba crédito. Pero lo curioso es que él era el primero en explicar que era así. Pedí que me tradujeran lo que decía y su discurso fue: ‘Me he informado en el mundo y he visto que en Berlín había un edificio muy apreciado por los ciudadanos capaz de transmitir el dolor. Como era el mismo tema he decidido copiar ese modelo’. Eso lo explicaba el arquitecto. Con toda naturalidad. Para ellos, si un modelo vale, lo lógico es copiarlo. Ellos tienen este sentido de la copia y la originalidad radicalmente distinto al nuestro. No digo que no sea más sincera su actitud. Pero para los arquitectos extranjeros es chocante que en un país y en pleno siglo XXI se aplauda la copia directa”.
Las ciudades copiadas parecen atender a este mismo síntoma: buscar un significado o modo de vida ya existente que se quiera replicar –más bien simular- para simplemente reproducirlo esperando que tendrá el mismo efecto. Allí el mundo es de nuevo replicado y copiado, pensado sólo como la imagen. La vida en tales condiciones no sería más que un simulacro revestido de realidad, pero un simulacro que invade esa realidad hasta convertirse en la realidad misma. Este es quizás el problema: no sería una vida sino una simulación de la misma, tal y como pasaría también en Las Vegas, pero donde la ciudad estadunidense parece haber consciencia sobre este aspecto argumentándolo en aspectos lúdicos y festivos donde desprenderse de lo cotidiano por unas horas, los asiáticos parecen haber olvidado que la ciudad y la vida que hay en ella no puede ser ficcionada como si de una obra de teatro o una película se tratase. Las ciudades son consecuencia de algo más complejo que una imagen a la que aspirar. Algo que puede demostrarse en el hecho de que la ciudad de Tianducheng es hoy un pueblo fantasma.
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