Gobierno situado: habitar
Un gobierno situado, un gobierno en el que quienes gobiernan se sitúan, que abierta y explícitamente declaran su posición y [...]
7 junio, 2013
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
El periódico Reforma publicó recientemente una breve nota anunciando la intención del Gobierno del Distrito Federal de hacer peatonales algunas calles alrededor del Zócalo. La nota aclara que especialistas de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (SEDUVI), a cargo de Simón Neumann, estudian el plan. La idea no es mala, pero, para variar, hay al menos un par de problemitas.
Primero, que un proyecto de esa magnitud —una de las plazas más grandes del mundo y la más importante de la ciudad y, centralismo mediante, del país— se piense como cerrar un par de calles y encargar el proyecto a especialistas de una secretaría en la que ni siquiera el secretario a cargo parece, pensamos algunos, el mejor para su puesto. En ese sentido, va de nuevo: no se puede pensar una ciudad democrática y democráticamente cuando la obra pública es o bien asignada directamente según el buen —o mal— juicio del funcionario en turno o dejada en manos de equipos cuya capacidad no es siempre reconocida. Hace falta hacer concursos —como ya he escrito aquí y acá y como varios más hemos explicado en proyectopublico.org.
Pero en este caso no se trata sólo de hacer concursos sino de algo peor: El concurso ya se hizo. En el año 2000, cuando Cuahutémoc Cárdenas resultó el primer gobernante elegido democráticamente en esta ciudad —y, ya sabemos, miembro fundador del mismo partido que desde entonces gobierna la ciudad y al que también pertenece el actual jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, mejor alcalde del mes de junio del 2013—, se convocó a un concurso de arquitectura, abierto, en el que se presentaron varios cientos de propuestas, se eligieron 15 finalistas y, en una segunda vuelta, en la que ésos equipos desarrollaron sus ideas en planos y maquetas, hubo un equipo ganador — dirigido por Ernesto Betancourt y Juan Carlos Tello — y un segundo y tercer lugar —Alberto Kalach y Teodoro González de León, respectivamente.
La propuesta ganadora —en coincidencia con el segundo y tercer lugar así como con otros de los finalistas, lo que habla de cierta lógica en lo que se planteó— proponía hacer continuo el zócalo, como plaza peatonal, hasta el Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana, y dejar la circulación de autos separada de la plaza por una barrera de jacarandas —árbol ya emblemático de la ciudad. El grupo de arquitectos que ganó el concurso fue contratado por el Gobierno del Distrito Federal y desarrollaron el proyecto para rehabilitar el Zócalo.
Como ha pasado muchas otras veces, nada se construyó. Lo invertido en el desarrollo de esa propuesta —dinero, sí, pero también y sobre todo ideas y trabajo— terminó en ese limbo que administra la incapaz burocracia nacional. Por lo menos no se construyó una farsa inaugurada a medias —como el “Corredor Cero Emisiones” en el Eje Central que fingió Marcelo Ebrard.
Sin embargo, cuando un diario publica la intención del Gobierno del Distrito Federal de hacer peatonal el Zócalo, no puedo sino preguntarme si Miguel Ángel Mancera, Simón Neumann o alguien entre sus asesores y subordinados, tienen idea de que hace no mucho —trece años— un jefe de gobierno de esta ciudad —y de su mismo partido— convocó a un concurso abierto de arquitectura —cosa rarísima hasta entonces y aun rara hoy— en el que hubo un equipo ganador, contratado y pagado para desarrollar un proyecto de algo que ahora se pretende estudiar de nuevo. El caso es que, una vez más, en esta ciudad como en el resto del país, al menos en lo que a obra pública se refiere, se siguen repitiendo errores o mostrando total indiferencia a los probables aciertos. Vamos bien.
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