Carme Pinós. Escenarios para la vida
El título marca el camino y con él se presenta la última muestra del Museo ICO, en Madrid, dedicada a [...]
31 marzo, 2017
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
Renzo Piano construirá por fin en España. El 23 de junio el último edificio diseñado por él abrirá sus puertas en la ciudad de Santander, al norte del país, un edificio que acogerá un importante centro cultural.
Organizado en dos volúmenes que se unen en una estructura intermedia que acoge tanto el acceso como los nodos de circulación principal, al tiempo que funciona como distribuidor, el edificio aspira a ser un referente nacional en distintos aspectos: por su programa cultural y de estudios, por su colección de arte, y, en especial, por su diseño, que cuenta con el trabajo de quien fuera ganador del premio Pritzker en 1998 en colaboración con el estudio español Luis Vidal Arquitectos.
Cada volumen acoge distintas facetas del proyecto: el volumen oeste estará dedicado al arte, con una sala de exposiciones de 2,500 m² y un auditorio, en sus planta baja acristalada se instalará una zona comercial —poniendo de relieve que arte y mercado ya son inseparables—; el volumen al este, de menor tamaño, recibirá las actividades educativas y una gran terraza, desde la que disfrutar de las vistas sobre la ciudad. El edificio se completa con un gesto claro: se eleva sobre pilares para liberar el suelo y conectarse con los espacios verdes aledaños.
El italiano ha ideado un edificio extraño, poco fotogénico si se quiere, como hiciera ya en trabajos de programa similar, como el reciente Museo Whitney de Nueva York. El suyo, y pese a las tendencias expresivas de la ultima década, se ve como un gesto más sencillo: un edifico que no oculta sus materiales, que evita crear un volumen definido para favorecer un conjunto de espacios, a medio camino entre una terraza y una plataforma, permitiendo nuevas vistas sobre la bahía.
Un trabajo no ha estado exento de polémica: su ubicación —que regenera los antiguos estacionamientos de los antiguos ferries de la ciudad— muy cercana al agua, le costó las críticas por afectar al paisaje circundante de la bahía.
El Centro Botín de las Artes y la Cultura no repara en gastos ni en intenciones: “Será un lugar acogedor para disfrutar, aprender e inspirarse, y un motor de desarrollo que genere riqueza económica, social y cultural para Cantabria y el norte de España”. 10,285 metros cuadrados de cultura listos para usar, pero, y quizás sin pretenderlo, que ponen en relieve la transformación de la cultura en nuestros días, propiedad ya de fundaciones privadas —el anterior presidente de la Fundación Botín fue Emilio Botín, quien expandió el Banco Santander hasta hacerla una firma global—.
En un momento en el que aún se siente los efectos de crisis de 2008, que en España fue precedida por una fiebre de proyectos culturales financiados por el Estado y los ayuntamientos, ¿significará este proyecto un nuevo modo de hacer cultura y, en particular, de tomar decisiones sobre la recuperación del espacio en aquel país? Está por ver.
El título marca el camino y con él se presenta la última muestra del Museo ICO, en Madrid, dedicada a [...]
Antes de lanzar cualquier hipótesis sobre cuál es el futuro inmediato de los espacios de trabajo, cabe preguntarse: ¿son las [...]