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Columnas

Regulación y crecimiento: Planificación

Regulación y crecimiento: Planificación

3 diciembre, 2019
por Alfonso Fierro

En una nota anterior, hablábamos de cómo las vialidades –entendidas como un “sistema circulatorio” urbano o nacional– se concibieron en El Universal Ilustrado de los tempranos años veinte como un medio de reconstrucción económica y política posrevolucionaria. Hacia finales de los años 20, en medio de la reorganización política que culminaría en la formación del DF en 1928 y del PNR en 1929, estas cuestiones vuelven en una revista como Planificación. Dirigida por Carlos Contreras (quien era también su principal contribuyente), Planificación tiene como objetivo darle voz a expertos y profesionales en materia de ingeniería, arquitectura y planeación urbana, negociando así el lugar de los expertos urbanos dentro del aparato del estado posrevolucionario. Desde este ángulo, como producto de una visión “técnica” en la materia, se vuelve a plantear la necesidad de un “sistema circulatorio” de vialidades en permanente circulación y flujo como un medio de reconstrucción política y económica:
Los caminos […] contribuirán a una racional distribución de la alimentación y las riquezas, uniformando y reduciendo el costo de la vida y creando, de consiguiente, un bienestar general; economizarán tiempo y dinero, contribuyendo al desarrollo de la agricultura y creándole mayor número de mercados. Al comunicar entre sí las regiones y los pueblos más apartados de la República, los caminos crearán un intercambio de ideas, establecerán la comunión espiritual de todos sus habitantes, unificarán sus tendencias y sus ideales, borrarán los odios provinciales y crearán un verdadero espíritu nacional. (No. 2, 28)

Se nos presenta aquí (y en futuro indicativo en vez de condicional para insistir en la certeza) una teoría liberal del “sistema circulatorio” tanto en términos económicos como culturales. Por sí mismos, por el mero hecho de proveer un espacio en circulación, los caminos generarán una “racional distribución” de la riqueza, que es otra manera de decir que el mercado se regulará solo, siempre y cuando cuente con los medios necesarios para que capitales, materias, mercancías y consumo circulen de manera permanente y efectiva. ¿En qué culminará esto? En el “bienestar general”. Deja al mercado hacer, laissez-faire, y éste solito se regulará para el bien de todos. En la misma línea, su teoría política de la unificación nacional pasa por el intercambio entre individuos con intereses privados. No estamos ya en el mundo de Vasconcelos según el cual el “espíritu nacional” tiene que ser articulado (por ejemplo, por los muralistas) y luego difundido por todo el territorio vía la educación pública. Estamos en el terreno liberal donde los caminos, al entramar el espacio, permitirán un flujo cosmopolita de individuos que entrarán en contacto unos con otros y que, al igual que mercancías, intercambiarán ideas, costumbres, hábitos y gustos, todo lo cual poco a poco irá decantando, solito, en un “espíritu” unificado.Ahora bien, como dice Foucault en El nacimiento de la biopolítica, la gubermentalidad liberal “es una consumidora de libertad en tanto solo puede funcionar en la medida en la que una serie de libertades existan: libre mercado, libertad de comprar y vender, libertad de ejercer los derechos de propiedad, tal vez libertad de expresión. […] Consume libertad, lo que implica que tiene que producirla. Tiene que producirla, tiene que organizarla” (63). En Planificación, igual que en burócratas influyentes de la época como Alberto J. Pani, esta organización o producción organizada de la libertad pasa precisamente por la planeación espacial y económica, la cual permite matizar el liberalismo de la revista como uno de tipo tecnocrático que apoya la intervención del estado siempre y cuando ésta surja desde el conocimiento técnico o científico y tenga como fin asegurar el desarrollo ordenado de los procesos económicos y poblacionales.
Este punto lo ejemplifican mejor a través del dispositivo del “Plano Regulador”. A lo largo del primer periodo de la revista (1927-29), Planificación exhibe un esfuerzo continuo por organizar e institucionalizar la creación de un Plano Regulador para la ciudad de México y alrededores (que justo en ese momento se está reorganizando políticamente en el DF). Para ello, convoca expertos, presenta un primer organigrama de la Comisión del Plano o aboga por la creación de una comisión técnica de carácter consultivo dentro del nuevo DDF para llevarlo a cabo, entre otros esfuerzos organizativos de esa índole. A la larga, Planificación plantea que este plano tendría que fungir como modelo para una planeación completa de México que racionalizaría el proyecto de desarrollo económico.

Según la revista, el plano funcionaría como un dispositivo normativo de control al crecimiento urbano, tanto porque establecería un encuadre espacial para la ciudad como un encuadre normativo que dictaminaría lo que sería posible hacer en un determinado espacio o no. Un plano, insisten una y otra vez, integraría a una ciudad desperdigada y aseguraría un mejor funcionamiento en todos los sentidos (político, económico, social, cultural, higiénico, etc.), al mismo tiempo que permitiría controlar el proceso de crecimiento urbano tanto de la ciudad como de la región. Entre sus principales tareas estarían en primer lugar planear el sistema circulatorio de vialidades y en segundo lugar, por supuesto, la zonificación: la disección de usos del espacio urbano de acuerdo a diferentes funciones (comercial, industrial, residencial), todo lo cual discutimos en otras notas a partir de la noción de promiscuidad: la repulsión, en pensadores urbanos de la posrevolución como Alberto J. Pani o Carlos Contreras, a lo que ellos ven como un espacio urbano promiscuo en el que funciones, géneros, prácticas y usos se confunden en un solo lugar. Sistema circulatorio y “órganos” urbanos van de la mano en un cuerpo funcional cuyo crecimiento debe ser proporcionado. Llevando esto a otra escala de planeación económica, Contreras habla asimismo de la necesidad de una “zonificación nacional” que racionalizaría el crecimiento económico y espacial (No. 11, 10-11).

¿Por qué se “racionalizaría” el crecimiento? Porque, según Contreras y Planificación, el Plano Regulador y cualquier otro esfuerzo de planeación a cualquier escala debe ser producto de una serie de estudios, mapeos, propuestas y proyectos técnicos. Es decir, el Plano y, por ende, la planificación urbana en México es una tarea que tiene que ser realizada por expertos. Y, en efecto, hay en Planificación toda una serie de intervenciones cuyo objetivo es negociar el lugar de los expertos en planeación urbana dentro del aparato del estado en general y dentro del recién formado DDF en particular: algunos artículos plantean la posibilidad de establecer una comisión civil de carácter técnico-consultivo, otros un comité de planificación también civil, pero otros ya proponen una oficina de planificación dentro del DDF. En un memorándum recuperado por Alejandrina Escudero en Una ciudad noble y lógica, Contreras se imaginaba el futuro de una posible dependencia estatal de planificación como “un verdadero Estado Mayor de técnicos planificadores, ingenieros municipales, etcétera que sean los directores de las obras públicas, en lo que hace al trazado de las poblaciones”· (en 191).

En este sentido, a través de la planeación urbana, se nos ofrece un modelo liberal-tecnocrático donde el estado cumple una función más administrativa que política: se debe encargar primero de producir el espacio a partir de un conocimiento técnico y científico (mapeos, estudios de recursos, censos, etc.) para luego supervisarlo y administrarlo (también de manera técnica) de tal forma que los distintos procesos económicos, políticos y culturales puedan desarrollarse de la mejor manera posible. Cumplido esto, la “racional distribución” de la riqueza y el “bienestar general” del que hablan en la cita de arriba serían posibles. Ellos mismos resumen mejor su modelo cuando, abogando por el Plano Regulador del DF, declaran: “No queremos política en el gobierno de la ciudad, queremos una administración buena y honrada” (No. 13, 4).

En aquel momento de reorganización política, como describe Escudero en su libro sobre Contreras, las ideas de Planificación fueron bien recibidas e incluso motivaron una serie de proyectos de urbanos e iniciativas gubernamentales, algunas con más continuidad que otras. Pero en cualquier caso implicó que, a partir de este punto, esta visión en específico entraría en la disputa de cómo, quién y de qué manera reorganizar política y económicamente el espacio posrevolucionario en México. Y sería, así, un antecedente importante de los proyectos de planeación urbana del modelo de bienestar del medio siglo.


Referencias:
vv.aa. Planificación. México: UNAM/Raíces Digital, 2008.
Escudero, Alejandrina. Una ciudad noble y lógica. Las propuestas de Carlos Contreras para la Ciudad de México. México: UNAM, 2018.
Foucault, Michael. The Birth of Biopolitics. New York: Picador, 2008.

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