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Reconversiones en altura

Reconversiones en altura

4 julio, 2013
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia

En el libro Delirio de Nueva York, Rem Koolhaas expone una serie de dibujos del arquitecto Harvey Wiley Corbett donde éste imaginaba una ciudad dividida en distintos estratos y niveles según diversos tipos de tráfico: el metro, el tráfico de mercancías, el automóvil privado, el peatón,… cada uno presenta su propio nivel completamente separado e independiente del resto pero conectados entre sí a través de comunicaciones verticales. Los diseños del arquitecto evitaban el conflicto directo de los diversos flujos creando la solución más directa al problema de la organización del tráfico, exponiendo, al tiempo, como es un debate no resuelto todavía al momento de gestionar la movilidad urbana.  Mientras que el metro sí se ha desarrollado en un estrato distinto del resto, los demás se han mantenido, en mayor o menor medida, en el mismo plano dando lugar a choques cuando encuentran entre sí. En tal caso priorizar a uno o a otro no es condición menor, sino que tiende a reflejar las políticas de movilidad de una ciudad. Si tomamos como ejemplo ciudad de México podemos ver como los pasos peatonales a nivel sobre las autopistas o el segundo piso sobre o pegado a los edificios responde a una política de máxima expresión del automóvil particular frente a las mismas personas.

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Corbett estaba siendo utópico, sin embargo no se puede decir que sus proyectos no se encuentren presentes en la ciudad de Nueva York. El famoso High Line, tiene su origen en la resolución de los mismos problemas expuestos a la manera que planteaba Corbett. En este caso el conflicto era la peligrosidad que suponía el transporte de mercancías desde el puerto a los almacenes. La medida fue la más fácil, elevarlo y separarlo de los peatones, creando a la vez extrañas tipologías donde edificio e infraestructura se entremezclaban. El resto de la historia ya es conocida: su abandono en los años 80 y posterior reciclaje en el proyecto de James Corner y Diller Scoficio + Renfro en forma de parque elevado sobre la ciudad. La propuesta denotaría además una estrategia de movilidad urbana le da un nuevo estatus al peatón que pasa a dominar el espacio desde las alturas en un espacio rodeado de naturaleza. Un lugar que representa ese otro Manhattan, distinto del tantas veces representado en fotografías o en el cine: la Estatua de la Libertad, el Skyline, Times Square, el Empire State Building o cualquiera sus otros famosos rascacielos. No es de extrañar que haya aparecido en series como Family Guy o Los Simpsons. El objeto icónico ha sido sustituido por la calle, lo público, la ciudad y el peatón.

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De los aciertos del High Line como proyecto arquitectónico y urbano se ha dicho mucho. Sin embargo, el proyecto ofrece otra lectura. Ha (re)generado un segundo nivel desde el que disfrutar de vistas, creando un nuevo espacio comunitario e híbrido entre lo natural y lo artificial, entre lo nuevo y lo antiguo. Pero ha atraído también galerías de arte, restaurantes o numerosos proyectos de vivienda que se acercan lo más posible al parque, hasta superponerse sobre él, y seduciendo a muchos arquitectos renombrados como Renzo Piano – con la ampliación del Museo Witney – Frank Gehry, Shigeru Ban o Jean Nouvel. Al recorrer el espacio uno pasea entre solares en construcción, grúas, promociones inmobiliarias y obras de arte urbano – la mayoría de ellas cuidadosamente seleccionadas – que han convertido el espacio en uno de los sitios de “moda” de la ciudad.

Las nuevas viviendas, a diferencia de las antiguas, disponen sus fachadas hacia el parque elevado. El High line ha pasado de ser el patio trasero que nadie quería mirar a convertirse en el orgulloso patio delantero del negocio inmobiliario. Un jardín público que poseer creando una nueva relación de transparencia entre la calle – esto  es, el High Line – y los edificios. A medio camino entre el voyerismo y el exhibicionismo, como si de la ventana indiscreta se tratase, el interior de las viviendas no se oculta tras ningún tipo de privacidad. Allí, la vida de los vecinos – la aparente al menos – queda completamente expuesta al deambular de los transeúntes. El High Line construye, de algún modo, el sueño de Corbett, pero donde él evitaba el choque este proyecto lo crea intencionadamente. Una ciudad reconvertida en tres dimensiones, con varios niveles, desde lo espacial a lo imaginario o lo inmobiliario, que diluye y transforma las clásicas nociones de privacidad y propiedad, ahora superpuestas y entremezcladas.

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