Los libros y la arquitectura comparten historias paralelas y entrecruzadas. Ambos son memoria de espacios y tiempos. Tomando el libro como punto de partida fractal, reunimos las distintas escalas y sus implicaciones arquitectónicas: la acumulación de páginas encuadernadas que conforman un volumen, la mesa donde se escribe, el librero en el que se almacena, la librería en que se vende, la biblioteca donde se consulta y la editorial que lo produce. A su vez, los libros llegan a ser construcciones de palabras que definen espacios. Son arquitecturas narradas. Y las bibliotecas, como contenedores del mundo de las publicaciones, son escenarios sordos y mudos de infinitas narraciones contenidas en las páginas impresas. Espacios que, irremediablemente aluden a las cárceles de Piranesi, las murallas infinitas de Escher o las escaleras móviles de Hogwarts, como antesalas del mundo virtual e infinito de internet y los algoritmos.