La columna de colores
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3 abril, 2019
por Carmelo Rodriguez | Twitter: arqueolofuturo
La aparición de la etiqueta futuro en la difusión arquitectónica
A partir de 1851, coincidiendo con la “Great Exhibition of the Works of Industry of all Nations” de Londres, las exposiciones nacionales se internacionalizan, adquiriendo un carácter global y convirtiéndose así en exhibiciones del poder industrial, comercial y creativo de los países participantes, en instrumento de proyección política del organizador así como en generadoras de iconos urbanos, como la “Torre Eiffel” en París o el “Atomium” en Bruselas. En dichas exposiciones se producirá una hibridación entre la incorporación de nuevos productos como la luz eléctrica, los sistemas de industrialización o los incipientes sistemas de comunicación, y los elementos históricos de las culturas locales, que anticipa la dicotomía contemporánea entre local y global. Esta dualidad vendrá siempre asociada a la idea de progreso, construyendo así paisajes divergentes que van desde el suntuoso “Palais du Electricite” diseñado por Edmond Coignet para París (1900) como gran pastel de bodas conmemorativo de la nueva “electricidad” hasta la réplica “Cliff Dwellings” de la Exposición de St. Louis (1904), reconstrucción de las viviendas excavadas por los indios norteamericanos en los cañones del medio-oeste, exterminados y convertidos en icono al mismo tiempo. Esta idea de progreso tecnológico llegará a su cenit en 1933 con la exposición de Chicago “A Century of Progress”, y con ella, aparecerán una serie de experimentos en torno a lo que debería ser la “arquitectura del futuro”, derivados de las tensiones sociales de la época generadas por el ascenso de regímenes totalitarios en países de la vieja Europa.
“En la década de 1930, Estados Unidos había abandonado el clasicismo, ahora asociado con el fascismo en lugar de la democracia. La arquitectura futurista fue el sello distintivo de la ‘A Century of Progress, International Exposition’ celebrada en Chicago en 1933.”
En esa misma feria de 1933, aparecerá la “House of Tomorrow” de George Fred Keck, visitada por más de 750,000 personas durante la feria y popularizada en los medios de comunicación. Keck propone una industrialización y luminosidad, auspiciadas por las industrias del aluminio y el vidrio respectivamente, como alternativas del futuro de la vivienda muy rentables para las empresas patrocinadoras. Así es como las etiquetas “progreso” y “mañana” anticiparán la palabra “futuro”, que se convertirá en la gran protagonista de la “New York World’s Fair” de 1939, cuyo tema principal “Construyendo el Mundo del Futuro” hará que “Democracity” de Henry Dreyfuss y “Futurama”, diseñada por Norman Bel Geddes para la General Motors se disputen el sobrenombre de “ciudad del futuro”. Ambas se convertirán en la segunda y primera exposición más visitadas de la feria, presentando un futuro urbano dominado por el coche en el que también otras marcas de automóviles, motores o neumáticos, como Chrysler, Ford o Firestone tendrán pabellones propios dentro de la denominada “Transportation Zone”. A partir de entonces las propuestas de viviendas y ciudades del futuro se sucederán en las posteriores Exposiciones Universales, incluso a partir de ejemplos construidos y realmente habitados como el icónico “Habitat” de Montreal’67 diseñado por Moshe Safdie o el falllido prototipo de plaza urbana equipada que constituirá el “Theme Pavillion” diseñado por Kenzo Tange y Arata Isozaki para Osaka’70. Ambas ferias supondrán el culmen de la incursión de las exposiciones universales en la prensa arquitectónica especializada, con números especiales y continuas reseñas sobre las mismas en revistas como The Japan Architect, The Architectural Review, L’Architecture d’Aujourd’hui o The Architectural Design.
Entre los años 1955 y 1956, ya fuera del contexto de las exposiciones universales, aunque con un mismo carácter expositivo, tres prototipos de vivienda se disputarán esa denominación de “casa del futuro”, no sólo desde los medios masivos que suponen las revistas populares norteamericanas de la época como “Popular Science”, “Popular Mechanics” o “Mechanix Illustrated”, o los periódicos nacionales de carácter sensacionalista, sino también desde el ámbito de difusión puramente arquitectónico. “House of the Future” (1956) de Alison y Peter Smithson para la “London Mail Ideal Home Exhibition” (1956), “Monsanto House” (1955-1957) de Richard W. Hamilton y Marvin E. Goody para el parque temático “Tomorrowland” de Walt Disney, y “La Maison Plastique” (1956) de Ionel Schein, para la muestra “Arts Ménagers” (1956) de París serán esas propuestas. A pesar de presentar tipos arquitectónicos muy diversos, los tres prototipos responden a un mismo carácter de “vivienda de exposición” y a dos paradigmas comerciales encubiertos bajo esa etiqueta “futuro”. Por un lado, la promoción de un material en creciente desarrollo como el plástico, y una apuesta por la industrialización ante la creciente demanda de viviendas en sus países de origen, Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, tras la devastación de la II Guerra Mundial. Las etiquetas “Casa del Futuro” o “Ciudad del Futuro” abandonan con esas propuestas el ámbito popular de los medios masivos, para alcanzar también el exclusivamente intelectual de las revistas especializadas y del pensamiento arquitectónico.
A partir de este momento, el apelativo “Futuro” no aparecerá solamente vinculado a objetos arquitectónicos de exposición sino que empezará a ser utilizado en numerosas ocasiones como etiqueta identificativa de proyectos diversos, con el fin de cualificar de esta manera sistemas constructivos, mobiliario doméstico, materiales, posturas urbanas, nuevos instrumentos de experimentación arquitectónica e incluso textos y libros de arquitectura, que aparecerán enunciados como predicciones de futuros posibles.
Predicciones arquitectónicas.
Ya en la década de los sesenta y hasta mediados de los setenta, claramente influenciados por la extendida popularización del futuro y el auge de las nuevas ciencias incipientes relacionadas con el mismo, la “prospectiva” francesa y la “futurología” sajona, varios arquitectos se embarcarán en la labor de generar “predicciones” desde un ámbito puramente arquitectónico, ya no sólo en busca de unas viviendas o ciudades del futuro sino de una “Arquitectura del futuro”. La procedencia de dichos autores corresponderá con esos contextos en los que el futuro había sido prestigiado, o lo que es lo mismo, los países que habían resultados ganadores de la II Guerra Mundial: Francia, Estados Unidos e Inglaterra. De un primer vistazo, se puede advertir la influencia de la etiqueta “futuro” en los títulos y contenidos de muchas de ellas aunque desde perspectivas diversas. Los libros del historiador y crítico de arte francés Michel Ragon, “¿Dónde viviremos mañana?” (1963) y “Las ciudades del futuro” (1966), presentan títulos encaminados a la búsqueda de un futuro de las ciudades de manera genérica, en la que “habitar” se convierte en el centro del debate arquitectónico y la “ciudad” en su medio de expresión más perfecto. Tanto “Estructuras urbanas para el futuro” (1972) de Dahinden, como “Megaestructuras. Futuro urbano del pasado reciente” (1976) de Banham, puntualizan la búsqueda de ese deseado futuro de las ciudades a partir de unas “estructuras” concretas derivadas del “urbanismo espacial” y las “megaestructuras”, desde la operatividad funcional y la catalogación por parte de Dahiden y a modo de panegírico tardío e hisoricista por Banham. La importancia del año 2000 también aparece como claro referente, tanto en “Arquitectura 2000” (1971) de Jencks como en “AD 2000+” (1967) de Mc Hale, derivado de la importancia simbólica de esa fecha en la tradición histórica prospectiva. Aunque sin referencias explícitas al futuro en sus títulos, los dos libros de predicciones de Peter Cook parecen encaminados a la búsqueda del futuro de la arquitectura como disciplina a partir de dos preceptos diferentes: el planeamiento y la acción en el de 1967 y un carácter experimental de la misma sólo tres años después en “Experimental Architecture”. “Arthropods: New Design Futures” (1971) de Jim Burns se alineará con los textos de Cook en cuánto a un futuro de la arquitectura como disciplina de “diseño”, con todas las connotaciones de apertura de la disciplina que ello conlleva. “The Future of the Future” (1969) de McHale, artista, sociólogo y miembro del Indepent Goup, propondrá la transferencia de tecnologías incipientes al campo arquitectónico, preconizando las ideas de ecología y autosuficiencia para la construcción de nuevos hábitats. Cosmorama nacerá como sección interna de la prestigiosa revista inglesa de arquitectura “The Architectural Design” con el objetivo de “vislumbrar una nueva arquitectura”.
Con el movimiento moderno languideciendo y una serie de alternativas consideradas como continuistas, fundamentadas en las propuestas urbanas del Team X o los metabolistas y sus consecuentes megaestructuras, la capacidad de proyectar futuros desde el ámbito arquitectónico se convierte en una potente herramienta crítica no sólo como manera de presentar una gran multiplicidad de propuestas de cambio urbano, sino de amplificar la influencia de la arquitectura y el interés de los arquitectos por una mayor diversidad de escalas, que vayan más allá del edificio o la ciudad, apareciendo así nuevos conceptos teóricos como flexibilidad, performance, supergráfica, virtualidad, intercambio, obsolescencia o dispositivo, como baluartes en pos de una nueva arquitectura. Una serie de alternativas que se revelan a nuestro presente como una Arqueología del Futuro.
“El período comprendido entre 1950 y 1970 acelera el fin de la modernidad y lo reemplaza discretamente por la situación contemporánea. Nunca más que durante estas dos décadas, el futuro de la arquitectura ha comprendido hasta ese punto el proyecto arquitectónico como un deseo de realidad.”
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