Las palabras y las normas
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28 agosto, 2018
por Rosalba González Loyde | Twitter: LaManchaGris_
Aunque no es nuevo, sí es verdad que en las últimas décadas la participación ciudadana como método en la planificación urbana ha tomado un nuevo aire. Es, sobre todo, desde el ámbito de la planeación que se han generado un sinnúmero de textos, productos y referencias que ayudan a teorizar y a metodologizar la participación ciudadana para incluirla en programas y proyectos urbanos.
Sobre el tema existen dos grandes puntos de vista que toman posición sobre la importancia de este proceso en la valoración de proyectos urbanos. El primero defiende la necesidad irrefutable de la participación en la generación de estos proyectos, en donde la participación ciudadana a veces tiende a idealizarse como si se tratase de un ente homogéneo y receptivo, que está presto a negociar y entrar en la dinámica del sistema institucional y a canalizarse desde ahí.
El segundo punto de vista está relacionado con los que critican la participación ciudadana cuando grupos se expresan negativamente ante propuestas que, en teoría, son necesarias y ponen en tela de juicio el interés colectivo, un ejemplo de ello son los movimientos NIMBY (por las siglas en inglés Not in my backyard ), los que ejemplifican las limitaciones de la participación cuando implica negociar la satisfacción individual ante el bienestar colectivo. Por ejemplo, la oposición vecinal a la colocación de una estación de transporte colectivo, de una ciclovía o de una escuela.
De esta forma tenemos por un lado la tendencia a idealizar la participación ciudadana sin reconocer los conflictos, la participación de grupos de poder y los problemas logísticos a los que se enfrentan las metodologías para levantar información con este enfoque, especialmente cuando ello refiere a la participación en el contexto de megaproyectos; y por otro, el que elimina de antemano la posibilidad de la participación porque, desde esta perspectiva, no es posible llegar a acuerdos que hagan de la ciudadanía un elemento dentro de la planificación, por lo que es mejor la decisión vertical del tema (la voz de “nosotros sabemos lo que necesitan”).
Un punto crítico
En grandes proyectos urbanos pocas veces se habla de participación ciudadana porque son procesos complejos (y costosos) en los que, entre otras cosas, intervienen factores espacio-temporales en los que toman parte diferentes escalas de administración e impactan temporalmente más allá de los periodos de gobierno, así como actores de diferentes frentes (administradores territoriales, población, desarrolladores, gremios de trabajadores, etc.)[1]; su complejidad provoca dificultad para generar mecanismos de participación por lo que en América Latina se tienen pocos indicios de partipación institucional efectiva en grandes proyectos.
En el caso del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, pese a que en una etapa temprana del proyecto diversos organismos internacionales, entre los que destaca la OCDE, solicitaron que el portal web del NAIM tuviera información clara sobre los impactos que se generarían tanto durante el proceso de construcción de la infraestructura como en su puesta en operación desde diversos aspectos, así como información medioambiental, entre otras, las solicitudes nunca fueron subsanadas por completo.
Lo que sí se llevó a cabo fue un proceso de participación ciudadana entre octubre y noviembre de 2016. Según el resumen ejecutivo presentado en el sitio web del NAIM, fueron 4,750 cédulas contestadas y, aunque el informe no explicita la metodología, ni el contenido de las preguntas, sí afirma que el 94% de los participantes “creen que el NAICM traerá beneficios al país”[2]. Esto es lo que tenemos respecto a participación ciudadana en ese megaproyecto.
Flyvberg, geógrafo y planificador urbano, ha explicado en diversos textos la necesidad de abrir espacios que permitan dar salida a la información que rodea a los grandes proyectos, con principal énfasis en los impactos negativos y el aspecto económico, porque son los que mayor costo social tienen y los que pueden dificultar la correcta implementación de un proyecto con esta magnitud[3], además la publicidad de la información fomenta un mayor control gracias a la exigencia que ofrece el tener información pública, clara y accesible, pues hay más ojos vigilantes en el proceso.
La participación ciudadana es efectiva en un escenario con acceso a la información clara que permita tomar decisiones informadas y con metodologías que den seguimiento a las inquietudes de los ciudadanos sin que se transformen en legitimadores de decisiones verticales.
Repensar la vigencia, calidad, efectividad y representatividad de los ejercicios de participación ciudadana que exigen las leyes actuales en México es el principio para generar ciudadanos más críticos y autocríticos de su habitar en la ciudad; esto último también implica que los ciudadanos debemos reconocer nuestra participación como habitantes y cómo nuestro habitar afecta ese delicado sistema que es una ciudad.
Notas:
1. Güller & Güller. (2002). Del aeropuerto a la ciudad aeropuerto. Barcelona: Gustavo Gili.
2. Gobierno Federal s/f. Mecanismo de Información y participación pública del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, recuperado en línea el 18 de agosto: http://bit.ly/2Pm6isw.
3. Flyvbjerg, B. (2012). “Why mass media matter to planning research: the case of megaprojects”. Journal of Planning Education and Research, 169-181.
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