11 julio, 2018
por James Corner
El paisaje y la arquitectura de paisaje sufrieron un poco con la imagen popular de ser algo limitado a sembrar plantas y en cierto sentido es cierto: tener conocimientos de horticultura es algo muy importante para el paisajista. Pero un segundo nivel de la idea de paisaje es que tiene que ver con jardines y parques, lo que también es algo cierto. Sin embargo, en las últimas dos o tres décadas el campo se ha ampliado y se ha hecho multidisciplinario e inclusivo en cuanto a sus intereses. Primero, ha habido un crecimiento significativo en el interés por el ambiente y temas ecológicos, que más recientemente ha tomado la forma de sustentabilidad y resiliencia. Al hacerse cada vez más densas las ciudades se han empezado a pensar en cuáles son las iniciativas ambientales que pueden ayudar a que sean mejores lugares para vivir, igualmente más sustentables y resilientes. Esos temas se han vuelto centrales para la arquitectura de paisaje. En segundo lugar, también hay asuntos relacionados con la equidad social que han empezado a reconocerse en años recientes y con ello el diseño de espacios públicos y abiertos, que no sólo sirvan en el ámbito comercial o en zonas desarrolladas económicamente sino para un espectro más amplio de habitantes de la ciudad. Y en tercer lugar, tal vez como resultado del land art de los años sesenta y setenta del siglo pasado, hay mucha energía en términos de lo que se puede hacer estéticamente utilizando el paisaje como medio. Son esos tres aspectos —el ambiental, el social y el artístico— los que han permitido que la arquitectura de paisaje, aun teniendo que ver con plantas y jardines y parques, expanda su ámbito de interés. Del mismo modo, la idea de un entorno total es algo que ha cambiado: hoy se intenta ver un proyecto como un ambiente holístico. En nuestro caso cada proyecto está condicionado por su contexto. En el caso del High Line, por ejemplo, buscamos potenciar esas condiciones que no pueden replicares en otros sitios. El paisaje es, por definición, site specific. Distintas ciudades y distintas culturas tienen nociones diferentes de lo que es el espacio público y hay que escuchar y ser receptivo a lo que implica el contexto, ya que las estrategias de diseño responden a toda esa inteligencia. El paisaje no es asunto de estilo o de firma. El espacio público es algo crítico para entender la intensidad y la vitalidad de una ciudad: cómo se siente. Las ciudades tienen una energía y una identidad particular. En los años ochenta las ciudades replicaban lo que se hacía en otras. Hoy buscan volverse más competitivas, entre otras cosas, diferenciándose a partir de la manera como se transforman. En esas transformaciones de la ciudad siempre hay tensión entre el interés privado y el público. El sector público buscará proyectos que sean tan abiertos, acogedores, inclusivos y flexibles como sea posible. En el sector privado hay consideraciones acerca del control, la vigilancia, seguridad, límites y bordes, regulaciones. Pero en el fondo se complementan y esa tensión y diálogo entre el interés público y el privado siempre está en juego. Se trata de intentar crear espacios en los que el cuerpo, la imaginación y la psique humanas sean estimulados y provocados. No espacios que no requieran ninguna atención y no sean memorables ni dejen ninguna impresión en quienes los visitan o usan. Eso quiere decir que no se trata sólo de cómo se ve el paisaje en una fotografía, sino también de cómo se siente, en términos táctiles y materiales, de atmósferas y de temperatura. Es también una cuestión de escalas: de la experiencia de lo que está a la mano a la experiencia del contexto urbano.