José Agustín: caminatas, fiestas y subversión
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10 noviembre, 2022
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
¿Qué implicaciones territoriales tienen las infraestructuras? ¿Cuáles son los discursos que las fundamentan y cómo se traducen en las representaciones del paisaje? La pieza Orden y progreso, de Laureana Toledo, elabora algunas aproximaciones al paisaje y a cómo éste se fractura ante la aparición de vías de transporte cuyas consecuencias ecológicas y sociales pueden durar más de 100 años. Tomando como punto de partida la instalación de un ferrocarril cuya construcción inició a inicios del Porfiriato, Toledo registra la imagen de un territorio mermado por intereses corporativos y políticos. Del ferrocarril como un símbolo de la tecnificación nacional, pasamos a ver cómo los restos de aquella infraestructura opera para transportar a migrantes centroamericanos. De la pintura mexicana de principios del siglo XX, el cual retrató al istmo como “un antiguo paraíso primitivista”, vemos actualmente un paraje “habitado por zopilotes y basureros; ya no el lugar de un retorno al origen sino el lugar de paso de los flujos migratorios y económicos del sur” (Cuauhtémoc Medina, 2016).
Orden y progreso ha adaptado sus formatos expositivos según las instituciones que la albergan. Se montó por primera vez en Miami, donde Laureana Toledo se da cuenta que es necesario que el público cuente con la música en vivo que acompaña a la muestra, en vez de que se reproduzca mediante una grabación. En el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, se organiza a la manera de pequeños conciertos de 15 minutos en los que los espectadores debían permanecer. Posteriormente, Orden y progreso fue presentada en Cornwall. Esa ocasión, “los ingleses asistieron desde su lado colonial”, menciona la artista desde su estudio en Oaxaca. Actualmente, se encuentra en el Centro de las Artes de San Agustín, bajo la estrategia de presentarla totalmente a través de las fotografías que han documentado los viajes de Toledo por el istmo. “Con el video permanecen en el espectador algunas impresiones, pero a la fotografía es más difícil eludirla. Es otra clase de edición del mismo material. Cada versión es muy distinta entre sí. Creo que en Oaxaca tiene la cualidad de que vemos el material fuera del negativo o del disco duro, además de que el proyecto se llevó al lugar donde ocurre. La intención es llevar el proyecto a la ruta de Tehuantepec, Ixtepec, Matías Romero, Acayucan, etc. La idea es abrir la discusión a la gente que está experimentando una situación que empezó hace cien años y que no ha terminado”.
Para el Istmo de Tehuantepec, la construcción del ferrocarril significó una modificación de la ecología y el paisaje. Sin embargo, la aproximación de Toledo a este territorio no fue a través de su documentación sino de su organización. “Estaba tratando de hacer cosas con archivo”, recuerda. “Me fui al archivo de Whitman Pearson, que está en Inglaterra, en el Museo de las Ciencias. Cuando empecé a pensar qué podía pasar con esto, partiendo de fotos de las vías del tren, de los muelles y de los puertos en Oaxaca, decidí ir a ver cuánto de eso persistía. El trabajo empezó a tomar forma en 2013. En ese momento, el tren estaba abandonado: sólo servía para los migrantes y para transportar mercancías. Se habían dado intentos de hacer algo, de renovar esta infraestructura. Yo llegué en un momento en el que la región estaba a punto de dar este paso en el que estamos ahora. Lo que pensé que sería un viaje de entrada por salida, terminó mostrándome una realidad pavorosa. Por esto, el proyecto empezó a crecer. Me di cuenta que no se trataría del tren sino del progreso. La ruta era sólo el pretexto para encontrar un camino. También noté los molinos eólicos, que representaban de nuevo un gesto en el que llegaba alguien de fuera, coludido con los de adentro, para extraer toda la riqueza. Era la misma historia cien años después, vendida también bajo las mismas perspectivas: la energía limpia también es progreso. Pero sigue uno sin ver ni siquiera un descuento en el recibo de luz”
La lectura sobre el pasado y el futuro impresos sobre una región fue lo que dirigió las decisiones fotográficas. Para representar esas temporalidades, Toledo usó una cámara de plástico “para confundir qué sucedió entonces y qué sucede ahora”. Y si las infraestructuras porfiristas significaron desplazamientos de población mayoritariamente indígena, el extractivismo pareciera ser el paso lógico para continuar la destrucción de un territorio. “También existen las violencias corporativas que fragmentan el territorio porque quieren su riqueza. Sobre todo, en lugares donde la gente no tiene muchas opciones: la tierra, el mar y el aire están jodidos, ¿qué más se puede hacer?, ¿irte a Estados Unidos o quedarte para rentar tu tierra a una compañía eólica? A pesar de que esto se ha descrito como algo ecológico, trae detrás una ruptura de todo el tejido social”.
Para Toledo, el tren forma parte de un contexto mucho más amplio y complejo. “El asunto nunca fue el tren. El asunto es abrir la tierra, cruzar los mares. Todos los conflictos que hubo en el siglo XX en Panamá, Nicaragua y el Istmo de Teheuantepec es a consecuencia de esta avaricia. Por eso también muestro un mapamundi donde se trazan las rutas marítimas que están encorsetando a América: que la están exprimiendo, algo similar que les sucedía a las mujeres de aquella época. Lo que está ahí no es una eólica (que, además, sus molinos son muy bonitos), no es el tren que también tiene su encanto: es la voracidad. Vienen las eólicas, pero también vienen los puertos, junto a las mineras y el agua”. La artista menciona que, para ella, la tecnología es contextual: “Cuando creen que uno se opone a las eólicas, están pensando en las eólicas en Suecia. Estas cosas son muy bien intencionadas y está bien que se dé el paso, pero en un lugar como México puede provocar lo mismo que en el Istmo de Tehuantepec. Es muy fácil que todo se salga de control. Tampoco se está en contra de que haya empleo en la región, pero esto es a costa de venta de tierra, de matanzas de aquellos que no quieren que esos proyectos pasen”.
Para formar este proyecto, Toledo investigó sobre el colonialismo. Ente sus lecturas se encontraron Mike Davis y a T.J. Demos, además de bastante poesía. De hecho, de este proyecto se desprenderá un libro titulado La tierra baldía. “Creo que el mundo no se va a acabar con una bomba atómica en Nueva York, como en las películas, sino que todo será después de una descomposición paulatina”. Pero también surgen algunos contrastes entre la representación paisajística de Toledo y la de una tradición de la plástica mexicana que capturó al istmo como un centro fértil para las misiones civilizadoras de la modernidad. Las pinturas de Miguel Covarrubias o la mitología tehuana de Frida Kahlo son algunos ejemplos de cómo se imaginó a Oaxaca. “Creo que es una imagen sobreexplotada el ideal del istmo: la tehuana, la mujer fuerte, Edward Weston, Tina Modotti. Mucho tiempo después todavía se sigue jugando a eso. Hay un punto en el que Porfirio Díaz mató a la mitad de los indios y la otra mitad la inventó. Yo he tomado fotos de esas mujeres, de las velas, del altar. Pero había algo que se tenía que ver de frente. Ver de frente impide la romantización del lugar. Me pareció que no hay tantas personas que estén planteando esto. Los fotógrafos que siguen fotografiando a Oaxaca siguen fotografiando lo mismo (ahora los muxes son los que están de moda). Me parece una riqueza increíble. Pero, ¿por qué nadie está hablando de los estragos del Istmo? Los gringos van a beber con los muxes pero nadie habla del tren La Bestia que traslada a tantos migrantes”.
Incluso, Orden y progreso ha construido, para Toledo, una ética de la representación del paisaje. “Uno decide qué cosa edita y qué cosa no edita. Para mí fue claro que debía quedar fuera el paisaje que hemos visto hasta el cansancio y, en lo posible, no mostrar fotos del tren. Planteo que vas en el tren, no que miras el tren, aunque La Bestia es ineludible. Pero el tren es igual de romántico: tienen una fuerza animal, tienen la fuerza del progreso. Pero ya es un progreso viejo, cansado, rechina.”
Orden y progreso puede visitarte en el Centro de las Artes de San Agustín hasta el 13 de noviembre.
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