Con el fin de concretar el proyecto, un hogar de retiro, la pareja de clientes halló la ubicación ideal en una zona remota, en la cual el protagonista no sería la construcción, sino el paisaje mismo. Con esta premisa el 90% del proyecto ya se había solucionado, solo restó plantear la arquitectura de la vivienda.
Con vistas de las sierras en 360°, la implantación de la vivienda no fue una tarea ardua. Uno de los criterios determinantes fue la de interferir lo mínimamente posible en las condiciones naturales del terreno, evitando tala de árboles o movimientos de suelos muy invasivos; otro punto crucial fue el de no obstruir la vista desde los puntos más elevados, motivo por el cual la casa fue ubicada sobre una topografía accidentada, con ello el volumen pasa casi desapercibido al acceder al terreno, manifestándose nada más a unos metros antes de llegar al mismo.
Los matices de verde -ocasionados por los horarios, estaciones, climas- permiten que las vistas efímeras otorguen paisajes distintos a diario. La materialidad surgió en base a la logística que acarrearía llegar a la ubicación, la solución fue realizar un sistema prefabricado de estructuras metálicas, esto permitió que el traslado de las piezas se pueda realizar por partes, ya que el sitio es de difícil acceso; una vez obtenidas todas las piezas el proceso de montaje de la estructura fue de 7 días, con un proceso previo de 60 días de fabricación en un taller ubicado a 200 km de la construcción.
Con volados máximos de 14 metros la casa apoya sobre 3 pantallas de hormigón -única fracción del conjunto realizado in situ- que la elevan interfiriendo lo mínimamente posible en la naturaleza del terreno. La resolución estructural termina por definir la estética de la casa, los vanos estructurales se convierten en las aberturas y se cierran sencillamente con vidrio donde cada metro cuadrado del mismo permite colar la magnífica vista circundante, posibilitando la armonía anhelada.