Este proyecto convierte 2.5 kilómetros de autopistas desoladas y corredores ferroviarios a lo largo del río San Lorenzo en un espacio público recreativo y cultural. Terminada quince años después de la fase inaugural, la Fase III ofrece una continuación del mismo lenguaje de diseño, al tiempo que evoluciona para proporcionar instalaciones distintas y mejoradas para los visitantes. La zona fue en su día una barrera infranqueable para los habitantes de la ciudad. La metamorfosis de la autopista en un bulevar urbano y la reubicación de las vías del tren liberaron unos 150 mil metros cuadrados de terreno para fomentar la movilidad activa a lo largo del frente fluvial.
El objetivo principal era devolver el río a la gente. La visión arquitectónica adoptó un enfoque global y multidisciplinario que abarcó todas las escalas, desde el plan director, hasta el diseño arquitectónico y paisajístico, pasando por el mobiliario urbano y la señalización.
El lenguaje arquitectónico refleja el ingenio de los industriales de principios del siglo XIX, y encuentra fuerza y sencillez en interpretaciones modernas. Esta expresión distintiva encuentra su apoyo en el uso de la madera, cuyas cualidades intrínsecas evocan los paisajes modelados por los cortes de los muelles y los pilotes que han definido este litoral durante generaciones. La última fase constituye el centro cautivador de todo el proyecto, con el desarrollo de una playa que recuerda la entrañable Plage du Foulon que animó la zona en el siglo pasado.
El diseño del edificio principal de servicios, Pavillon des Baigneurs, encarna la forma alargada de dos volúmenes rectangulares. El primer volumen, de granito, se extiende desde el muro curvilíneo de la playa, mientras que el segundo, de madera, se asienta sobre la base de granito, con lo que ofrece vistas panorámicas del paisaje. El uso estratégico de vidrio de alto rendimiento difumina los límites entre los espacios interiores y exteriores, integrando a la perfección a los usuarios en el vibrante ambiente playero.
La madera blanca del interior rinde homenaje al carácter soleado de los lugares costeros, mientras que los voladizos de la estructura de madera enmarcan ingeniosamente el umbral y la terraza del chiringuito a pie de playa. La playa personifica la contribución social que puede aportar un proyecto arquitectónico de esta naturaleza. Abierta y accesible a todos, independientemente de su edad, procedencia o condición social, constituye un nuevo refugio recreativo para el público.
La interacción entre el espejo de agua, la zona de baño y el río crea una conexión sin fisuras, con la ilusión de bañarse y pasear dentro del abrazo del río, gracias a la línea infinita de las cuencas desbordantes. La playa de arena, junto con el muro de la playa y el lecho vegetal de hierba marina, crea un paisaje similar al de un centro turístico ribereño adaptado al carácter único del curso de agua.
Flanqueando la playa, el paseo marítimo se despliega con diversas funciones y ambientes. Al oeste, los visitantes atraviesan una serie de jardines que imitan las praderas costeras, mezclando contornos naturales con una composición vegetal característica de los paisajes costeros autóctonos. Mientras tanto, elementos arquitectónicos como el Pavillon de la Côte y el Muelle Frontenac contribuyen a la expresión contemporánea del proyecto. En el lado oriental, un sendero junto al muelle realza una marisma existente, que culmina en una extensa llanura verde. El Pavillon de la Voile, las instalaciones deportivas, las plataformas de picnic y el acceso al borde natural del río se fusionan en un espacio versátil.
El proyecto sirvió además para recuperar la biodiversidad de esta zona descuidada, y se plantaron 1,055 árboles, 28,950 arbustos y 117 mil plantas herbáceas autóctonas. El resultado de este esfuerzo multidisciplinar es un proyecto integrado a la perfección en su entorno, que ha sido un éxito rotundo entre los visitantes desde su inauguración.