El proyecto consta en la intervención a un local ubicado la colonia Polanco, en la Ciudad de México, un barrio turístico, comercial y de servicios con un gran flujo de peatones. A un lado del local se encuentra una tradicional heladería y, del otro, un banco en cuchilla que articula la conexión de Polanco con el parque Lincoln.
La intervención comenzó por demoler los acabados sobrepuestos del antiguo local, para descubrir la estructura y los materiales que constituyen el espacio, al encontrar los materiales crudos y la gran altura de 4 metros, la atmósfera de cueva se presentó de inmediato. El proyecto de interiorismo retoma los materiales en bruto del local y adapta el concepto de caverna para darle un uso de servicio de alimentos y bebidas a sus usuarios. Una gran barra con proporciones cuadradas se ubica hacia el epicentro del local, desde donde surge el servicio. La barra replantea la organización lineal tradicional de los bares para crear una distribución cuadrada en la que se permite una mayor convivencia entre los usuarios y el mixólogo.
La barra en forma piramidal invertida surge tras el análisis de posición de los usuarios sobre la gran cubierta, y permite una mayor comodidad durante su uso. La gran pirámide fue revestida en un concreto con mezcla de distintos compuestos pétreos y, posteriormente, fue martelinada para preservar el aspecto crudo que caracteriza el resto del lugar.
Hacia el respaldo de la barra, se instaló un gran plato iluminado de cobre recreando una imagen iconoclasta que, a través del “nimbo”, enmarca la posición del mixólogo a manera de jefe de ceremonia. El plato fabricado en Michoacán se posiciona sobre una gran formación de varillas que van desde el mueble de apoyo hasta el techo, lo que genera una serie de repisas sobre las cuales se posicionan las botellas y otros elementos del servicio. Detrás de la barra se encuentra un pequeño espacio destinado para comida informal que, a manera del omakase japonés, se integra con la cocina y brinda un servicio directo con los cocineros.
Hacia un lado se generó un gran pasillo, que se reduce hacia el fondo y desemboca en el área de servicios. La iluminación de los muros baña de luz de forma indirecta tanto el piso como los muros, y para la barra central se diseñó una serie de cilindros de concreto con unas sobrecamisas de acero oxidado que reducen el cono de la iluminación. El equilibrio de los sonidos, colores, texturas y tonos del espacio, provoca una atmósfera de cueva que cobija a quien lo habita.