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¡Felices fiestas!
Tatiana Bilbao inaugura el más reciente edificio de la Universidad de Monterrey.
El diseño y la creación de espacios a partir del humano también significa sus acciones y su huella en el contexto, iniciando un tipo de colaboración que se extiende por las diferentes etapas antes y después de su construcción. Esta respuesta a las condiciones del contexto más allá del entorno natural fue nuestra guía al considerar cómo proyectar el Pabellón de la Universidad de Monterrey. Cuando nos contactaron para proyectar el nuevo edificio de su campus —una mezcla de programa educativo, comercial y espacio para estacionamiento— nos enfrentamos a dos condicionantes. La primera fue el edificio vecino de la Facultad de Arquitectura, una estructura escultórica diseñada por el arquitecto japonés Tadao Ando. La presencia de este edificio dejó claro que nuestro diseño no debía establecerse como un rival, sino que tenía que integrarse sutilmente, respetando esa obra. La segunda condicionante era la presencia de una enorme excavación en el sitio, remanente de un proyecto anterior. Para optimizar el uso de tiempo y recursos, partimos de las preexistencias y con ellas proyectamos el edificio. Ante ambas condiciones, necesitábamos que el extenso programa solicitado —con más de 42 mil metros cuadrados de programa mixto y 69 mil de estacionamiento— mantuviera una composición de unidades y espacios que respondieran a la escala humana. La excavación fue el inicio para definir el área de estacionamiento, aprovechando la posibilidad de resguardar los automóviles fuera de la vista.
El estacionamiento se dispuso de tal forma que estuviera incrustado entre el programa y debajo de una plaza pública que le da una fachada a la ciudad, conectando el campus con su entorno. De esta forma, se logró generar un parque lineal que le brinda un foro al campus y a la ciudad de casi dos hectáreas. A partir de este nivel, el programa emerge al nororiente del sitio como una volumetría simple de cajas de concreto sobrepuestas, que también albergan parte del programa que está debajo. Todas las aulas y salas tienen iluminación natural, abriéndose directamente a la plaza o mediante una serie de patios subterráneos ajardinados. La distribución de estos espacios, combinada con la separación del programa en dos volúmenes de la plaza, crea una relación ininterrumpida con el exterior.
La materialidad del proyecto, lograda a partir de concreto texturizado pigmentado, alude a su situación dentro del valle de Monterrey. Las montañas rocosas dan textura y profundidad al espacio urbano, mientras que las franjas de color difuminado insinúan la función del edificio como una serie de enmarcaciones al horizonte entre la universidad y la ciudad, entre la plaza pública y el estacionamiento subterráneo, entre el programa comercial y las aulas educativas.
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