Situada en un exuberante bosque de San Simón el Alto, a tan solo 2.5 horas de la Ciudad de México, esta casa redefine el concepto de refugio familiar en plena naturaleza. En un terreno de 10,000 m2 rodeado por árboles que alcanzan los 30 metros de altura, el proyecto surge como una reinterpretación de la cabaña tradicional, diseñada para desconectar de la rutina urbana y crear una conexión profunda con el entorno natural y la familia.
El diseño de la casa responde a una premisa esencial: adaptarse al bosque, no al revés. Se respetaron todos los árboles existentes y, además, se replantaron 12 para revitalizar el ecosistema. La casa, cuidadosamente oculta desde la calle y los terrenos vecinos, preserva una experiencia de total privacidad e inmersión en la naturaleza. La estructura principal, se compone de dos volúmenes principales, que dividen las áreas públicas y privadas, conectados por un pasillo y escaleras transparentes que permiten una vista continua del paisaje. Su ubicación central en el terreno garantiza vistas de 360° hacia el bosque, convirtiendo al paisaje en el protagonista indiscutible del espacio.
Cada habitación de la casa está diseñada para abrirse al bosque, transformando las ventanas en auténticos marcos que capturan las vistas como si fueran obras de arte. Este diálogo constante entre el interior y el exterior se refuerza con el uso de materiales en su estado más puro: madera, concreto, piedra y acero. Todos los materiales, de origen mexicano, se seleccionaron para envejecer con el tiempo y contar su propia historia. El diseño modular de la casa, con proporciones flexibles de 1 a 18 pies, da lugar a un espacio orgánico y dinámico que se adapta a las necesidades de la familia.
Una terraza cubierta al frente funciona como un segundo comedor y estancia al aire libre, complementada por una alberca de agua caliente. Llena de ambientes alrededor, juegos para niños hechos de troncos caídos, un fire-pit y senderos naturales invitan a la exploración y la aventura en familia.
La casa, elevada sobre una plataforma de concreto, que a su vez está elevada por columnas, permite que el agua, la flora y la fauna sigan su curso natural, garantizando un mínimo impacto en el ecosistema. Además, está orientada al sur-poniente, aprovechando la luz natural y las sombras proyectadas por los árboles durante las tardes. El diseño de interiores priorizó un entorno que permitiera a los niños ser ellos mismos: correr, subir, bajar y jugar con total libertad, garantizando la tranquilidad y funcionalidad del espacio. El 90% del mobiliario se fabricó en México, colaborando con artesanos y carpinteros locales. Los tapetes fueron elaborados en telar de cintura en Oaxaca, mientras que la carpintería se realizó en un taller en Toluca, cercano a la vivienda. Cada elemento fue diseñado a medida, reflejando el estilo de vida y las preferencias de la familia.
El interiorismo buscó narrar la historia de quienes lo habitan, adaptándose a sus gustos y necesidades. El cuarto de las niñas se decoró con sus colores favoritos, mientras que el de los niños incluyó un mueble especial para fomentar la lectura y un tapanco diseñado para que pudieran jugar en días lluviosos sin depender de pantallas. Asimismo, se incorporaron piezas de artesanía y arte de artistas emergentes mexicanos, como Diego Ascencio, enriqueciendo el espacio con identidad cultural y autenticidad. La Casa en el Bosque no es solo un espacio arquitectónico; es un lugar de contemplación, exploración y conexión. Testimonio de cómo la arquitectura puede coexistir con la naturaleza, ofreciendo un refugio que honra su entorno mientras crea experiencias para sus habitantes.