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Es un edificio de asistencia social para mujeres que han padecido violencia intrafamiliar.
Construido en el Estado de Michoacán, en una sola planta de 1226.64 m2, cuyo rigor y mutismo formal caracterizan su apariencia exterior y establecen su significación y función protectora hacia sus beneficiarias.
Un vestíbulo de acceso que evoca espiritualidad, genera una atmósfera sensorial y de aliento psicológico que hace evidente la analogía de mirar “la luz al final del túnel”; la oportunidad de recuperar el camino hacia una vida libre de violencia.
Un sistema de tres crujías ortogonales dispuestas en paralelo y divididas entre ellas por jardines longitudinales de 4.5 metros de ancho (de tratamiento endémico, espíritu liberal y bajo mantenimiento), garantizan la plena funcionalidad del recinto al contener la mayor parte de los elementos programáticos.
Estas crujías son interceptadas por otro sistema zigzagueante derivado del alineamiento que tiene un ángulo de 15º respecto a la ortogonal, convirtiéndose en el eje vertebral del edificio, cuál cicatriz permanente de las heridas recibidas por las víctimas de violencia.
La arquitectura se diluye, deja de ser la protagonista y se convierte en marco para la introspección al privilegiar la relación usuario–naturaleza, abriéndose al diseño de paisaje que junto con el sol, cielo, aire y lluvia, forman el verdadero núcleo del edificio, espacio vivificante; un remanso de paz que contrasta con la amenaza y zozobra permanente, para intentar devolverle a las mujeres y sus hijos la esperanza de vivir sin miedo y fortalecer su capacidad de respuesta.