La infraestructura hidráulica de la Ciudad de México posee una historia precolombina, que inicia con el control de la cuenca del lago de Texcoco. Los diferentes canales históricos han sido transformados en vialidades, drenajes o han desaparecido en el transcurso del tiempo.
En 2019, la Ciudad de México propone la reinvención de espacios de infraestructura abandonados —terrain vague— que tienen como consecuencia la descomposición paulatina del tejido urbano y social. Dando pie a la búsqueda de incrementar el espacio público de calidad que detone mayor calidad de vida y llene “vacíos” de actividad humana.
El espacio transformado integra una superficie de 73,000 m2 (7.3 Ha) en su primera etapa. La característica espacial de mayor fuerza es el propio desnivel o espacio hundido, el espacio que ocupó un canal, además del muro perimetral. La franja de 1 km de longitud que aislaba a más de 20 barrios y casi 100,000 habitantes hoy ya no existe. La regeneración ambiental rige la intervención a partir de la reforestación del espacio y la sustitución de suelo permeable, derivando en el incremento de la humedad relativa en más del 16%. La sombra vegetal que aportará el nuevo cánope reducirá la temperatura entre 4° y 5° centígrados, mitigando la isla de calor urbano.
El programa urbano del nuevo parque se enfoca en atender los grupos sociales que carecen de equipamiento en el espacio abierto, y se enfoca en islas de actividad integrado por pabellones temáticos en donde se busca atraer a personas de diferentes edades; de la tercera edad, niños y jóvenes, además de deportistas cotidianos. De esta forma los nuevos programas desplazan a las actividades nocivas. La geometría del trazo recuerda la repetición lineal en las grandes calzadas prehispánicas, dando ritmo y escala a los taludes ajardinados que además incorporan las rampas y escalinatas a lo largo del parque. La iluminación antes inexistente descubre un vacío urbano impenetrable, el cual brinda una nueva opción de espacio público para el oriente de la ciudad.