Con la idea de construir un museo de arte contemporáneo que enriqueciera la vida social y cultural de la región del Mar del Plata, en 2009 las autoridades convocaron a un concurso nacional.
Los arquitectos describen el proyecto “como piedras de una escollera enfrentada al mar”.
En un terreno desocupado frente al mar se levanta el museo.
Sobre la costa aparece una plaza pública que da continuidad a los cuatro volúmenes de gran escala y hormigón armado que constituirán el nuevo hito de la región.
Estas cajas geométricas, masivas y pesadas parecieran ser grandes rocas que se incorporan al perfil costero de la ciudad.
En su interior, los espacios son diáfanos y abiertos, contemplan recortes que permiten apreciar el mar o la ciudad desde dentro.
Cada pieza es una estructura autónoma que posee gran diversidad de tipos de salas y espacios que permiten ajustarse a los requerimientos de las exposiciones.
Entre los volúmenes se genera una serie de voladizos o rincones que permite jugar con la profundidad de ciertos espacios de sala.
Esta autonomía proporcionó flexibilidad a los tiempos de construcción, puesto que cada módulo pudo ser terminado de manera independiente lo que disminuyó la presión que impone el tiempo de entrega de la obra pública.