Diseñada por Jean Nouvel, La Marseillaise marca un verdadero punto de inflexión para la ciudad mediterránea de Marsella. Este bloque de oficinas de 135 metros de altura no solo demuestra destreza arquitectónica y técnica, sino que también es un proyecto económico y social sostenible. La Marseillaise tiene 35,000 m² de espacio de oficinas, brindando así a la ciudad una propiedad profesional vital para cualquier metrópolis con aspiraciones internacionales.
Aunque La Marseillaise es un edificio de oficinas, es mucho más que una simple operación de bienes raíces. La torre ha emergido como el símbolo de un nuevo barrio. Al unirse a un horizonte ya formado por Zaha Hadid, La Marseillaise se convierte en un punto de referencia para los habitantes de la antigua zona industrial que, hace solo 10 años, se calificaba como “desafiante”. Rodeada por dos rampas de autopistas elevadas y la terminal portuaria para los transbordadores que parten hacia el Mediterráneo, la costa de Marsella se está transformando de un lugar de cruce a un centro comercial y un barrio residencial atendido por el tranvía.
Esta metamorfosis del tejido urbano de la ciudad forma parte de los proyectos apoyados por Euroméditerranée (Euromed), una enorme operación para reclamar el sur de Europa, que ha desempeñado un papel muy activo en la regeneración de Marsella y en particular en su litoral. A diferencia de la torre de Zaha Hadid, terminada en 2011 y que actúa como sede del grupo de transporte marítimo líder en el mundo CMA CGM, La Marseillaise no estará reservada para una sola empresa. Con 12 pisos ya reclamados por la comunidad urbana, la torre de Jean Nouvel tendrá nueve inquilinos y recibirá visitas de profesionales de otras compañías, que serán recibidos en el edificio para reuniones.
Frente al mar, la torre sugiere una apertura al exterior que no es meramente alegórica: La Marseillaise busca ser un lugar que sea experimentado por los habitantes de la región. Al igual que Pouillon, Le Corbusier y Ricciotti antes que él, Jean Nouvel está fascinado por el paisaje de Marsella y el campo circundante. Esta fascinación inicial se puede ver en la forma en que el arquitecto utiliza hormigón de alto rendimiento. En cuanto al telón de fondo del paisaje de Marsella, esto ha desempeñado un papel determinante en el diseño del proyecto: La Marseillaise encarna el deseo de construir una torre que llame la atención sin comprometer el panorama.
Las fachadas están hechas de concreto pintado en 30 tonos, con la gradación de colores que otorga a la construcción una profundidad singular. Los toldos integrados en la fachada permiten optar por un vidrio transparente, una ventaja innegable para los usuarios, que podrán beneficiarse de la luz natural del Mediterráneo, que entrará en sus oficinas sin ser alterado por el tinte empleado habitualmente en este contexto.
Los 30 colores de la fachada, que se prestan a los enfoques que se utilizan normalmente en el arte óptico y cinético, crean a la distancia una ilusión óptica cuando la torre se mezcla con el cielo o el ocre de los techos de Marsella. Por el contrario, al acercarse a la torre, se revelan completamente los matices y la complejidad morfológica de las fachadas.