“La arquitectura es lo que los arquitectos agregamos al programa”
Teodoro González de León
De una bodega en desuso situada en el Sur de la Ciudad de México, nace la intención de este proyecto que se apoya en la recuperación de este espacio como contenedor donde tener la colección privada de arte del cliente y poder organizar muestras de otros artistas en un espacio adecuado. Con esta premisa se abordó el proyecto que inicialmente el cliente planteó como un espacio para conservar su acervo. Con el tiempo y la estrecha colaboración entre cliente y arquitecto, se amplió el programa original, para hacer un espacio de exposición donde pueda mostrarse la colección, además de exponerse temporalmente la obra de otros artistas.
Se propuso ampliar el impacto del Instituto incluyendo áreas en las que puedan suceder programas educativos y de práctica del arte como medio de pensamiento y generador de cultura. La Fundación, creada en 2010, inicia una nueva etapa con la inauguración de este espacio, que amplia el alcance de la Fundación Alumnos siguiendo su línea de investigación, pensamiento y educación vinculada al arte. El espacio alberga una colección de más de 300 obras de artistas nacionales e internacionales como Damián Ortega, Carl Andrè, Torolab, Dr. Lakra, Brian Eno, Francis Alys, etc., además de un acervo de libros y espacios para el desarrollo de un amplio programa de actividades vinculadas a los mismos.
La implementación del programa y el aprovechamiento de la estructura preexistente fueron el punto de partida para la materialización de este proyecto que se conecta visualmente con su entorno a partir de una secuencia de patios, para que una estructura industrial abandonada pasara a convertirse en el cuerpo principal. En el conjunto se mezclan tradición y contemporaneidad a través del uso de materiales y la luz. Una fachada flotada de vitro block da la bienvenida y sirve para atenuar y uniformizar la luz natural.
El acceso al volumen principal y sus conexiones con el programa previo se hacen a partir de elementos de concreto con acabado aparente, delimitando y enmarcando las áreas de recepción. Al dejar el volumen bajo el espacio de exposiciones abierto se consigue centralizar los servicios del programa además de generar un área óptima para usos múltiples, como taller, sala de proyecciones o sala de exposiciones.
El agua y la piedra son los elementos rectores del patio en la parte posterior. La piedra volcánica es el estrato natural de esa zona de la ciudad y se decidió conservarla en parte tal como se encontró, y en parte tallando algunas piezas.
El espacio de exposiciones es la pieza principal del programa. La iluminación indirecta procura la conservación de las obras durante el día, mientras que en la noche se emplea un sistema de luz indirecta. El sistema de almacenaje de las obras se plantea como un elemento arquitectónico más: bastidores metálicos que se pueden deslizar por todo el espacio y que en su movimiento permiten diferentes configuraciones.