Fragments room, o Sala de fragmentos es un pabellón itinerante para exhibiciones. Para ello se propone una habitación cilíndrica de madera, capaz de ajustarse como una “cuña” a espacios potencialmente culturales, por medio de un objeto sin dirección aparente, más allá de una ranura como acceso. La autonomía del pabellón tiene como único fin construir una habitación dentro de otra, por un lado, en una remembranza a ese primer cuarto que en el pasado albergó algún “Gabinete de curiosidades”, mientras que, por otro, con el objetivo de indagar sobre posibles mecanismos de progresividad en torno a la habilitación de infraestructura cultural al incorporar una única sala. El cilindro está construido por la repetición sistemática de una sola columna que forma un biombo permeable y semitransparente, haciendo de los visitantes temporales de este lugar partes de lo que allí se exhibe en una relación de fondo y figura. A su vez, debido a su autonomía, este objeto puede entenderse como una extensión de lo que allí se expone, es decir, como una pieza más en exhibición, aunque no exista nada más en el lugar.
El primer montaje que albergó “Sala de Fragmentos” fue una retrospectiva a “Catalejo”, ensayo de Azócar Catrón, en el que se plantea una ruta por los cinco cerros que confinan el centro histórico de la ciudad y un pabellón para cada uno de ellos, dando un total de cinco. La muestra consideró cinco maquetas monolíticas de madera cepillada dispuestas sobre unos plintos a modo de un bodegón. En la cara interior del cilindro se montó una malla utilizada usualmente en construcción, en la cual se plasma la ruta propuesta, unificando así los cinco cerros en un solo perfil. Ambas partes de la exhibición pretendían poner a escala humana una imagen invisible del patrimonio natural de la ciudad de Concepción, con la finalidad de visibilizar estos potenciales espacios públicos. Luego de un periplo por diferentes lugares de la ciudad, Sala de Fragmentos permanece en el Monasterio Franciscano en la ciudad de Chillán. Siendo la inclusión del pabellón lo que motivó la recuperación de un espacio cultural abandonado de lo que, otrora, fue el Museo de la Iglesia. Con ello se sumaron tres elementos; el pabellón, con un par de vigas que apuntan a contener el espacio de la pequeña sala e iluminación para que pudiese funcionar independiente del resto del lugar, un muro de tableros de color blanco y una cortina.
Finalmente, Sala de Fragmentos es una habitación dentro de otra, un promotor de un nuevo espacio cultural abierto al público o por lo menos, un objeto curioso.