El paisaje tóxico, las cicatrices sociales y la historia secular del capitalismo global unen dos partes del mundo centrales para la práctica arquitectónica de Gloria Cabral, basada en la reutilización de material de demolición, y el arte visual de Sammy Baloji, que interroga la herencia colonial de África central: Brumadinho (Brasil) y Katanga (República Democrática del Congo). En 2019, una presa de la ciudad minera sudamericana se derrumbó, desatando una ola de residuos tóxicos que mató, desplazó y envenenó a un incontable número de personas, animales y plantas.
La catástrofe atrajo la atención internacional sobre los peligros y las consecuencias de la minería para la población y el medio ambiente del Sur Global, que alimenta la insaciable sed mundial de minerales. Conexiones centenarias nacidas de las migraciones forzosas de la trata de esclavos y moldeadas por la creatividad generadora de los hombres y mujeres cuya resistencia trazó el mapa del Atlántico Negro también vinculan entre sí y con Europa los dos enclaves de extracción.
Este proyecto de colaboración crea una estructura transmedial en la que escombros de construcción y ladrillos fabricados con residuos mineros de la antigua metrópoli del Congo -Bélgica- forman patrones ornamentales que recuerdan los motivos textiles arquitectónicos del histórico reino del Kongo, así como sus análogos indígenas brasileños. Destellos de cristal veneciano de colores translúcidos salpican la obra, evocando la implicación de Europa y Venecia en las historias atlánticas entretejidas en sus diseños. El vidrio, una de las principales tradiciones artísticas e industriales de la Bienal, ha animado el mundo atlántico como medio de intercambio, objeto de adorno y medio omnipresente de experimentación intercultural del diseño desde la época de la trata de esclavos.
Teorizado en conversación con la historiadora del arte Cécile Fromont a partir de un interés común por la Tenture des Indes de la Villa Médicis de Roma, la historia de la trata de esclavos y los legados de la colonización en África y América, el proyecto teje un tapiz de ladrillos. Experimento alquímico con la materia y la forma, transforma escombros, residuos mineros, motivos africanos e indígenas cuyo significado fue borrado en los asaltos del colonialismo europeo, e historias del Atlántico negro en un escaparate inclusivo y regenerador. El muro y sus motivos ponen de relieve el valor de los escombros del pasado y el potencial del ornamento como estructura arquitectónica, pero también histórica y social, con la que trazar un futuro reimaginado.