Este proyecto museográfico conecta dos espacios complejos y heterogéneos. Por un lado, el Jardín, representado por la selección curatorial de obras de la Colección Coppel. Por otro lado, el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco) con su fuerte presencia arquitectica posmoderna.
En este contexto ¿cómo recorrer de la sala 1 a la 4 del museo como si se tratase de un jardín?, ¿cómo subvertir el itinerario más común para ofrecer una experiencia espacial diferente? Establecemos un eje de simetría a lo largo de las cuatro salas, y duplicamos ciertos muros para obtener umbrales simétricos y crear nuevas salas para instalaciones de video y escultura.
Ese eje se materializa en una línea de 80 metros de longitud y 3 metros de altura. Se trata de una estructura de madera de encino que amplía las superficies expositivas con una lógica racional, y apoyos que remiten con sutileza a la idea de árbol. Al ser muy permeable visualmente, esta línea nos permite observar lo que hay del otro lado, pero no nos deja cruzar. Así se genera un sentimiento de curiosidad y deseo, al mismo tiempo que se crean superposiciones que enriquecen la presencia de cada obra.
La exposición despliega su belleza, al mismo tiempo que nos enfrenta con una frontera física. De esta manera se ponen en diálogo las dos dimensiones más relevantes del concepto de jardín: lo hedonista y lo político.