Situado a media ladera en el límite entre un entorno natural y otro industrial, se agrupan cuatro viviendas para los miembros de una misma familia. La construcción se posiciona para el disfrute de las vistas al huerto, la montaña y el mar.
También favorece el soleamiento y la ventilación y protege la intimidad de sus habitantes. Organizado como co-living, se trata de la primera experiencia construida en la que un grupo con diversas conexiones familiares ha logrado articular un conjunto habitacional donde los espacios residenciales se entremezclan tanto con espacios productivos (agrícolas por un lado y artísticos por otro) como con espacios de intercambio y socialización.
La gestión y desarrollo de la obra se llevó a cabo mediante un proceso de autoconstrucción en el que los propios habitantes se involucraron activamente en la distribución de roles según las afinidades, formación y vivencias de cada uno de ellos.
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