El crecimiento de la planta de manufactura de herramientas Truper ha aumentado significativamente en los últimos años, por ende su matrícula creció y con ella la necesidad de incrementar sus instalaciones, como comedores industriales, oficinas, estacionamientos, etc. Dentro de todas estas necesidades hay una muy importante para la empresa que es el bienestar de los trabajadores y sus familias. En la planta se contaba con una cancha dónde frecuentemente se llevaban a cabo torneos organizados por el sindicato. Ante la necesidad de espacio se tomó la decisión de ocupar y gestionar ese terreno y reubicar esa cancha. Se buscó llevar la intención más allá de una cancha y generar un centro deportivo y de bienestar para los trabajadores. En este centro contarían con la posibilidad de tener acceso a canchas de frontón, básquetbol, fútbol, voleibol, gimnasio al aire libre y techado, así como actividades de taller como pilates y yoga. También contarían con un consultorio médico. Los trabajadores podrían llevar a su familia a las instalaciones para que disfruten realizando actividades deportivas y recreativas, como asados y picnics, generando así un lugar de esparcimiento de alto nivel. De ahí es que surge la idea de gestionar este centro deportivo.
Parte del reto fue encontrar la ubicación idónea para un programa de esta magnitud ya que por su naturaleza era indispensable contar con un terreno extenso para situar las canchas. Se ubica en el extremo de la planta para tener conexión directa a la carretera, pero también, conexión interna con la planta. Gracias a la naturaleza escarpada del terreno, resultó sencillo emplazar canchas al no tener que mover preexistencias, ya que, antiguamente el terreno era un campo de cultivo.
Al encontrarse en un valle sin construcciones, la intervención busca ser casi imperceptible volumétricamente y así manifestar la importancia del paisaje horizontal y que el edificio no entorpeciera la vista llana del contexto. La parte construida del programa se gestionó debajo del nivel cero para albergar talleres, gimnasios, servicios y el consultorio.
La idea es que el edificio no contraste, siendo lo menos invasivo. El elemento construido surge como un suaje en el suelo, esto nos llevó a generar una hendidura en donde se desarrollan los espacios construidos del programa. Buscábamos que los visitantes percibieran una huella de herencia prehispánica en su recorrido entre escalinatas y aterrazamientos que bajan poco a poco. Se buscó hacer patios al horadar el suelo, esto llevó a que los talleres se sintieran como si fueran parte del terreno desde un inicio. Se generaron grandes placas y patios que se van bordando con losas ininterrumpidas, acompañando el recorrido de vacíos a través del juego de superficies horizontales. La sensación prehispánica se volvía más presente por medio de los recorridos, la tectónica, el sonido y el vacío.
Se utilizó concreto pigmentado en el tono de la piedra de la zona con el fin de asemejarse a la tierra del lugar. Hay épocas del año en las que el paisaje caduca en tonos ocres y es de este modo que la edificación se puede perder en el paisaje.
Con el fin de que todo el terreno se viva peatonalmente, se distribuyeron a lo largo de las canchas una serie de kioscos. Con identidad empresa, usando vigas de color. Esta materialidad tiene el mismo lenguaje, pero empleado de una manera delicada sin nodos ni tornillería visible. Aunado a esto, se usó en estos elementos el color rojo óxido para que le diera contraste a la vegetación y al paisaje. De la misma manera se diseñó el equipamiento para las canchas como las bancas y los lugares de descanso.
Un proyecto pensando como una especie de land art tectónico, en donde siempre era mucho más importante el espacio no construido que el construido.