El proyecto está en una zona rural a 40 kilómetros del centro de Brasilia. La topografía presenta una ligera pendiente en relación a los fondos del lote, donde hay vista libre hacia un valle de vegetación nativa.
El programa de la casa fue distribuido en dos pabellones, desnivelados y ligeramente suspendidos del piso con el fin de prevenir la entrada de insectos y animales salvajes a la casa y también minimizar el movimiento de tierra.
El clima templado de la región permitió que la conexión entre los pabellones se diera a través de pasarelas abiertas y cubiertas. La idea fue maximizar el contacto directo con las condiciones naturales del terreno.
La elección de los materiales de construcción se basó en dos premisas: deberían envejecer bien bajo la acción de las inclemencias y no deberían ocultar su apariencia natural. Siendo así, el concreto aparente fue adoptado para toda la estructura y parte del mobiliario fijo y el ladrillo aparente en todos la obra.
En vez de buscar el acabado fino del concreto, los arquitectos decidieron asumir las imperfecciones inherentes al proceso que fue ejecutado por la mano de obra local con la utilización de moldes de compensado plastificado.