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¡Felices fiestas!
En un texto titulado Construir, Álvaro Siza nos habla sobre las maneras como un proyecto surge y en afirma que es un proceso que sucede “a veces de forma lenta y penosa. Todo depende de la capacidad de encontrar estímulos – difícil y definitiva muleta del arquitecto.”
En ocasiones, cuando las condiciones del lugar no son lo suficientemente atractivas, dichos estímulos provienen de temas propios de la disciplina, tales como el rol de la estructura en el proyecto, el ordenamiento del espacio interior, el uso de los materiales, entre otros. Ante la imposibilidad de encontrar estímulos significativos en un fraccionamiento anodino cerrado a la ciudad, los arquitectos se dieron a la tarea de construir la narrativa del proyecto a través de la configuración de su espacio interior. Un terreno en forma de abanico que se abre hacia su fondo, produjo la posibilidad de establecer una secuencia de muros que ayudó a ordenar el programa.
Dichos muros suponen umbrales que se traducen en transiciones espaciales que ayudan a dotar a los espacios de cierta independencia y por lo tanto a conseguir la intimidad que lo doméstico requiere. La cliente, una mujer soltera de aproximadamente 65 años de edad, solicitó que la casa pudiera funcionar en su totalidad desde la planta baja. Entonces, la habitación principal fue dispuesta entre el área pública y el ingreso a la casa, accesible a través de una esclusa espacial que se genera mediante la incorporación de un patio interior. La planta alta estaría así destinada para el uso de las visitas que recibe frecuentemente de sus familiares foráneos.
La fachada principal de la casa se presenta con una frontalidad franca y pocos gestos: un muro separa la cochera del ingreso para personas formando un zaguán abierto con estanque y jardineras. Un sistema de entrepiso formado por trabes maestras y secundarias de concreto aparente, que se expresa desde el exterior de la vivienda, es el motivo principal del proyecto. Al ingresar a la vivienda a través del vestíbulo, es posible observar cómo los intersticios entre trabes maestras y secundarías, permiten la entrada de la luz que proviene de los espacios subsecuentes, produciendo una atmósfera particular para cada caso.
Esa tectónica —que proviene de la observación de modelos históricos para los arquitectos— ayudó a dotar de un carácter particular a los espacios de la casa, mediante las penumbras y los claroscuros que en ella suceden. Para contrarrestar los efectos del clima tropical propio de esa región, se estableció un sistema de ventilación natural que funciona mediante la interacción de tres elementos: la fachada posterior cuenta con amplios ventanales que permiten la entrada del aire que cruza el área pública de la casa cuando el patio interior se encuentra abierto. Esa circulación del aire se ve reforzada además por la incorporación de una estrecha doble altura ubicada en la parte sur de la sala de estar, que actúa a manera de tiro de ventilación, debido a las aperturas que se encuentran en su parte alta y que conducen el aire caliente hacia el exterior de la vivienda. Ese mismo tiro de ventilación permite la entrada de luz cenital que ilumina de manera indirecta el área del vestíbulo y la escalera. De esta manera, la casa significó un pequeño ensayo sobre las cualidades de la luz en relación al grado de intimidad requerida en cada uno de sus espacios.