Todas las compras realizadas del 15 al 21 de septiembre serán enviadas a partir del 22 de septiembre.
En la selva baja de Puerto Escondido (Oaxaca), entre árboles de Nim, Casa Ohana encuentra su huella para desplantarse. Un camino sinuoso se desenvuelve entre vegetación alta y tupida, que se interrumpe por un sembrado monolítico de árboles de mezquite y plumbago, que revelan por primera vez una gran estructura flotante de techo y sombra. El violento retumbar de las olas que chocan contra la arena y la desgarran, hace vibrar la casa y la salpica de brea. El edificio es como la ilusión de un barco que navega entre altos vientos y mares.
El área social de la casa es una gran plataforma elevada en forma de gradas que capta las vistas y la brisa desde todos los puntos. Sobre la grada hay una ligera losa se expande y vuela para protegerse de la lluvia de verano y el sol de invierno. La sobreposición de la plataforma inclinada y la losa plana crea un túnel que acelera el viento y permite más frescura ante las altas temperaturas de la costa.
A diferencia del área social que consta de un espacio continuo y expuesto en su totalidad a la intemperie, las áreas privadas, mucho más herméticas, se visualizan como volúmenes casi cerrados con excepción de dos aperturas: la vista al mar y el jardín trasero, espacios más íntimos.
El lujo de la casa recae en la simpleza de la sintonía con el entorno natural. La ventilación cruzada, la vista al mar y la apropiación de pequeños jardines en cada habitación generan un paréntesis de calma y privacidad. La casa como catalizador que permite la convivencia con la selva, la playa y el mar.