La Casa Girasol se encuentra en una privilegiada situación de límite, de frontera entre el agua del mar mediterráneo y la roca dura de la Costa Brava, entre la naturaleza agreste del Cabo de Creus y el casco urbano de El Port de la Selva, un pequeño pueblo pescador de la costa gerundense, en la frontera entre Francia y España.
Un punto donde los Pirineos se meten al mar, generando una excepcional riqueza marítima y terrestre. La casa intenta identificar cada una de las particularidades de este magnífico paisaje y con su geometría acota una multiplicidad de visiones diferenciadas y especificas, construyendo espacios contenidos de grandes vistas enmarcadas.
Mel y Geoff querían una casa frente al mar, que estuviera expuesta a las vistas, pero no imaginaron que su terreno estaba expuesto a los vientos más fuertes de la península (la Tramuntana, de hasta 180km/h en ese punto), y que en algunas épocas del año prácticamente no le daba el sol.
Así que el proyecto nace de esa dicotomía: buscar y exponer las vistas al mar, a la par que buscar y atraer el sol al interior de la vivienda. La visión panorámica frontal desde el terreno es impresionante, de Francia al Parque Natural del Cabo de Creus, pasando por la inmensidad del mar abierto; y las rocas, y un cielo que cambia constantemente de textura debido a esos vientos casi huracanados.
El proyecto apuesta por descomponer esa gran visión panorámica en la suma de varias condiciones diferentes; los diversos usos de la casa son troceados y articulados para que cada uno de ellos (de pequeñas dimensiones) se coloque de forma frontal a los diversos capítulos previamente enunciados.
Así aparece una suma de pequeñas unidades que encuadran vistas distintas, y que es en la transición de una a otra de estas unidades donde se comprende el todo de ese paisaje marítimo. Y es en la adición de esas unidades donde se genera el espacio central (y abierto) de la casa, el espacio aglutinador, distribuidor.
La casa es también un gran mecanismo captador de energía solar, de luz, de calor, como un girasol gigante. La ordenación de toda la volumetría responde a la generación de patio posterior que permite la entrada de sol por la parte trasera de la casa a la sala principal, para calentarla.
Ese patio, protegido de la Tramontana por la propia casa, está orientado para captar el sol y localizado para que uno pueda estar allí al aire libre en los días de fuertes vientos. De hecho, gracias a la secuencia de dos ventanales, ese patio tiene también vistas sobre el mar, a pesar de estar embebido entre la roca y vegetación autóctonas, en la parte trasera de la casa.
La segmentación de la casa en pequeñas estancias es una decisión programática que poco incide en la experiencia del lugar. Cada uno de estos cubos está definido por un perímetro continuo y sólido, que enmarca una vista (una relación específica con el entorno), a la cual se abre totalmente cada una de dichas estancias. El ensamblaje de dichas unidades genera un todo que reacciona sobre las diferentes realidades del terreno, abriéndose a las vistas pero cerrándose a los vecinos.
En su interior, la vivencia de la casa es totalmente distinta: desde cualquier punto uno se siente estrechamente ligado al exterior, incorporando una u otra vista a cadauna de las realidades interiores.
El esfuerzo de la casa es básicamente geométrico; en cambio, todos los materiales utilizados en la construcción son los más comunes en la zona, desde los muros hasta los acabados exteriores de las paredes. Únicamente los vidrios, por exigencias de la fuerza del viento en ese punto, incorporan gruesos y tecnologías más típicas de rascacielos que de casas unifamiliares. Así agua, sal, sol y viento son la razón para la toma de decisiones de la materialidad de la casa.