Trescientos sesenta grados de vistas a cerros, sierras y lomas conectan al usuario con el horizonte desde la terraza en la cima de la casa. El interior es distinto, las robustas atmósferas rojizas, patios y espacios ajardinados invitan a una vida en calma, más íntima y desconectada.
Ederlezi es el nombre de la celebración que marca el comienzo de la primavera en los Balcanes y Turquía. Un rompimiento con el gris invierno que se manifiesta con música, bailes y flores. Los contrastes entre el verde de la vegetación con los tonos rojos de la pasta de las paredes, el tezontle de los jardines y los canceles buscan perpetuar la calidez y movimiento de ese momento del año y emular recuerdos de paisajes desérticos y mediterráneos presentes en las conversaciones con los clientes durante el proceso de diseño. Desde la particularidad de su volumetría y los misterios y sorpresas que definen sus recorridos, se construye la personalidad de la casa profundamente similar pero distinta a su contexto, combinando elementos clásicos de la arquitectura del noroeste como el basamento y la proporción de los vanos con elementos contemporáneos más abstractos.
Desplantada sobre un angosto terreno de cinco metros de ancho y veinte metros de fondo en el casco histórico de San Pedro Garza en la zona metropolitana de Monterrey, la casa se organiza a través de una columna vertebral de circulaciones y servicios a lo largo de la colindancia y un patio central que divide el programa en dos volúmenes. El primero que da a la calle contiene el zaguán de entrada, la cochera, el cuarto de huéspedes de doble altura con un tapanco y una terraza en la azotea. En el segundo en la parte posterior se encuentra la sala, el comedor, la cocina, un patio azul que remata el final del terreno y el cuarto principal que tiene acceso a una terraza ajardinada. Si bien la planta nace de una secuencia racional de cuadrados, la sección es más dinámica con escalones, plataformas, traslapes en la cancelería y grecas que rematan con el zigurat rojo que forma una contención hacia la calle y resuelve con su fachada las restricciones vigentes en materia de patrimonio y conservación.
Frente a los retos y oportunidades que implica la vivienda en zonas patrimoniales en ciudades en crecimiento, la casa Ederlezi concilia nociones como la fluidez de un espacio etéreo y abierto con la privacidad que permite separar la vida de las calles y colindancias con lo que sucede adentro. El proyecto busca desdibujar la rutina a partir de la diversidad de experiencias que ofrece y a su vez repensar la condición catastral de los terrenos largos y angostos en esta zona como una tipología fértil para explorar con volúmenes que se perforan, tallan y excavan en un diálogo estereotómico entre la personalidad del usuario, la casa y la montaña.