Esta capilla se ubica al margen del río Lurín, al este de Lima, en un contexto natural de vegetación desértica, casi en contacto con la Cordillera de los Andes. Lejos de lo cotidiano, es necesario recorrer un camino que sigue la forma de una espiral continua para llegar a la capilla, lo que genera un recinto dentro del terreno y provoca la reflexión y la sorpresa a partir de la transición.
El proyecto utiliza una composición de geometrías ortogonales para encontrar estados de relación con el contexto. Las referencias simbólicas a la religión están ausentes. La lectura múltiple de un objeto abstracto de concreto es lo que permite componer los espacios interiores y exteriores. Los materiales son austeros y elementales para que se disuelvan en la experiencia de recorrido del lugar.
La banca es el primer elemento arquitectónico del trayecto. Descansa en el interior de un recinto abierto en el que la altura de la visual determina el nuevo horizonte y completa el entorno con el volumen vertical que busca el acercamiento tipológico. La constante dualidad entre exterior e interior y los contrastes de alturas en el volumen persiguen esa relación permanente entre la duda, lo divino y lo inalcanzable.