Yona Friedman: las ciudades en las alturas y las utopías urbanas de la segunda mitad del siglo XX
"Cuando era un niño en edad escolar, descubrí que una casa sola no existe por sí misma, que no terminaba [...]
9 mayo, 2019
por Juan Luis Burke
El pensamiento arquitectónico de Georges Bataille
y la banalización de la arquitectura histórica
El 15 de abril de 2019, alrededor de las 18:20 horas tiempo de Francia, se desató un incendio en alguna parte de la techumbre de la Catedral de Notre Dame de París. De manera instantánea, las pantallas de televisiones, computadoras y celulares difundieron en vivo las imágenes del emblemático edificio gótico envuelto en llamas. A lo largo de doce horas, el incendio consumió la estructura de su techumbre, compuesta de vigas y largueros de roble, revestimiento de tejas de plomo, partes de sus bóvedas de mampostería y provocó también el colapso de su emblemática flecha o aguja central, “la flèche”, diseñada por Viollet-le-Duc, la cual pudimos ver colapsarse una y otra vez en streaming. Durante el incendio y las horas subsecuentes, se produjeron una infinidad de mensajes en redes sociales que anunciaban —de manera anticipada y fatalista— la total destrucción del inmueble, así como todo un catálogo de expresiones de asombro, dolor, sorpresa, así como también de desprecio o desdén por la que resultó a final de cuentas ser una destrucción parcial del inmueble que a todas luces confirmó —a través de su incendio— su relevancia en términos simbólicos, históricos e incluso económicos para París, para Francia y para occidente.
Gran parte del desconcierto se localizó en la insólita realización de que la catedral medieval, protagonista y testigo de la historia de Francia y su capital, pudiera ser la víctima de un vulgar incendio que, sorprendentemente, no pudo ser evitado ni controlado fácilmente. Si bien surgieron inmediatamente reflexiones en torno a cómo restaurar la catedral de París y de su importancia en la historia y cultura francesa y europea, en este breve texto interrogo las repercusiones que tiene el incendio de la catedral de París en la concepción de la arquitectura como fenómeno cultural, del simbolismo de la catedral gótica, y de las lecturas del incendio como hecho histórico —a la sombra de algunas ideas del escritor Georges Bataille acerca de la arquitectura, el medioevo europeo y el significado de la historia.
El fuego y la catedral gótica
La ubicuidad de las imágenes de la catedral ardiendo y la manera instantánea en que la noticia se esparció, constituyeron en conjunto un asalto a los sentidos y a nuestras ideas de racionalidad. No es de extrañarse, y es que en este sentido y para ahondar aunque sea un poco en la fenomenología de los incendios, se requiere considerar al fuego como uno de los elementos primordiales que continúan alimentando la imaginación humana, junto con el aire, el agua y el aire —aún después de haber superado esa idea de los cuatro elementos primigenios como base de la concepción fisiológica del universo. En efecto, a pesar de tener hoy en día un sofisticado panorama científico del mundo, el fuego, innegablemente, sigue ocupando un lugar muy importante en la imaginación humana, a tal punto que continúa siendo un elemento tan añorado, como también es temido, admirado y deseado. En el caso del incendio de Notre-Dame de París y como catedral gótica, una de sus características más representativas, su verticalidad, fue la primera cualidad que se vio comprometida al colapsarse su flecha. A este respecto, como escribió Gaston Bachelard, “el fuego es el perpetuo antagonista de la gravedad, lejos de estar sujeto a ella.”(1)
El fuego, indudablemente, tiene la capacidad de alterar nuestro entorno de manera instantánea y de forma contundente. Citando de nuevo a Bachelard, “el fuego es entonces un fenómeno privilegiado: si todo lo que cambia lentamente puede ser explicado por la vida, todo lo que cambia rápidamente se explica por el fuego. [El fuego] brilla en el Paraíso. Arde en el Infierno. Es gentileza y es tortura.”(2)
Georges Bataille y la arquitectura
Y a propósito de incendios de catedrales góticas, el escritor Georges Bataille (1897-1962), conocido surrealista rejego, libertino excelso y erotómano consumado, escribió unos cien años antes del incendio de Notre Dame de París, un texto cuando estudiaba en el seminario de Saint-Fleur, en Reims cuando tendría unos 20 o 21 años. Se trata de un poema a verso libre en el cual lamentaba la destrucción de la catedral de esa ciudad, Notre Dame de Reims, debido a un incendio que comenzó a raíz de un ataque alemán a la ciudad durante la primera guerra mundial:
No existe agitación y confusión más dolorosa que cuando arde una ciudad. Por tanto, todos aquellos que vieron arder a la catedral, se sintieron tan sopesados de angustia que la visión que contemplaron fue aquella de una herida que dejó una cicatriz al mundo entero, desesperadamente rasgando todo lo que constituía nuestras vidas y nuestra felicidad. […]
Pero hay una luz más fuerte que la muerte: Francia. […] Desmantelada, vacía, desfigurada, la catedral sigue siendo parte de Francia. La desesperanza no se refleja en sus ruinas y el único sufrimiento está en la agonizante espera del Te Deum, el cual exaltaría una gloriosa liberación y renovación.(3)
Bataille escribe este texto durante un periodo de intenso fervor católico —y nacionalista— en el cual se imagina a sí mismo como sacerdote, sólo para declarar años después que habría perdido la fe y el interés por la vocación sacerdotal.(4) Pero a pesar del alejamiento de Bataille de la fe católica, la sombra del medievalismo y las interrogantes acerca de la naturaleza de la religión, la fe y la sacralidad —y cómo transgredir todas y cada una de estas categorías— van a formar parte medular de sus escritos. Según Michael Richardson, el libertinaje de Bataille no fue producto de un deseo por buscar la corrupción total de su ser, más bien, Bataille se propuso sumergirse en el libertinaje para medir las fuerzas de la transgresión, de la paradoja y del inconsciente, todos ellos temas por los cuales es recordado hoy en día.(5)
Además del medievalismo europeo, la arquitectura continuará siendo también importante marco referencial para Bataille. Su escrito de juventud sobre el incendio de la catedral de Reims deberá ser contemplado tan sólo como un evento inaugural que marcará el interés de Bataille sobre estos temas, y es que, como argumenta Denis Hollier, el medioevo europeo contiene un juego de referencias contrastantes y de significaciones profundas difíciles de rivalizar. Este periodo histórico, afirma Hollier, es la era de la victoria inobjetable del cristianismo, pero también de guerras, cruzadas, y ortodoxia religiosa; la luminosidad de la catedral medieval, dice el autor francés, convive lado a lado con los “crímenes más sorprendentes.”(6) Y en lo que concierne a las catedrales góticas en específico, Hollier afirma que aquellas contienen el potencial de ser metáforas de un sistema histórico total como ningún otro objeto arquitectónico nunca antes ni después. “La arquitectura en sí misma”, escribe Hollier, “tal vez nunca ha satisfecho su potencial metafórico a tal grado” como lo ha hecho con la catedral gótica.(7) Específicamente, a lo que se refiere Hollier es lo que Erwin Panofsky alguna vez afirmó en su obra La arquitectura gótica y la escolástica (1953), en la cual Panofsky apuntó: “En su imaginería, la catedral del gótico clásico buscó personificar la totalidad del conocimiento cristiano, teológico, moral, natural e histórico.”(8) Panofsky, para ponerlo de otra forma, equipara en ese ensayo a la catedral gótica del siglo XIII con la Summa theologica de Tomás de Aquino, pináculo de la escolástica medieval, suma total de un sistema de conocimiento -aquella del universo cristiano del siglo XIII europeo. Existía, según Panofsky, un cierto arreglo que seguía un sistema de partes de partes de partes análogas, tanto en la escritura escolástica como en la estructura de una catedral gótica. El resultado era un sistema de “niveles lógicos”, que se daban analógicamente tanto en la catedral gótica como en un tratado teológico.(9)
Regresando a Bataille y su relación con la arquitectura, hay que mencionar otro escrito suyo, corto pero revelador, que escribió cuando era editor de la famosa revista DOCUMENTS, caracterizado por su abierta rebelión contra el movimiento surrealista ortodoxo liderado por André Breton. DOCUMENTS era una revista dedicada a discusiones eruditas pero disidentes sobre el arte y la cultura artística en general en la Francia de la década de los 1920s y 1930s. Se encontraban en él artículos dedicados tanto al jazz como al arte chino, tanto al trabajo de Dalí, Picasso o Klee, como a manuscritos medievales iluminados o numismática griega, otorgándoles lecturas renovadas por parte de Bataille y un círculo de colaboradores entre los que se encontraban el mismo Erwin Panofsky, André Malraux, Michel Leiris y otros.(10) En el segundo número de DOCUMENTS, de mayo de 1929, Bataille inaugura un “Diccionario Crítico”, cuyo propósito no iba a ser el de proveer los significados de las palabras, sino más bien de las tareas de las palabras.(11) La primera entrada en este diccionario surrealista era el de “Arquitectura”. En esa definición aparecen ciertas ideas cruciales para interpretar el pensamiento de Bataille con respecto a la arquitectura, a poco más de diez años de haber escrito su texto sobre el incendio de la catedral de Reims:
La arquitectura es la expresión del alma misma de las sociedades […] De hecho, los grandes monumentos son erigidos como diques, oponiendo la lógica y majestuosidad de la autoridad contra todo elemento que la perturbe: es en la forma de una catedral o un palacio que la Iglesia o el Estado les habla a las multitudes y les impone silencio. […] Es obvio, por tanto, que la organización matemática impuesta en piedra no es otra cosa que el logro de una evolución de las formas terrestres, cuyo significado está dado, en el orden biológico, por el paso de lo simiesco a la forma humana, esta última ya presentando todos los elementos de la arquitectura. […] Así pues, el orden humano desde el origen, está sólidamente ligado con el orden arquitectónico, el cual no es más que su desarrollo. […] De esta forma, por extraño que parezca tratándose de un ser tan elegante como el ser humano, se abre un camino -indicado por los pintores- hacia la monstruosidad bestial; como si no hubiera otra posibilidad de escapar la esclavitud arquitectónica.(12)
En este texto, que pudiera leerse de entrada como un tanto obscuro, se encuentra según Hollier, toda una explicación sobre el devenir histórico del ser humano, en la cual Bataille utiliza, a la usanza de la escolástica medieval, la analogía o metáfora (similitudo en Latín) para explicar un concepto. En este caso la arquitectura actúa como metáfora de la historia. De entrada, Bataille considera a la historia como la narrativa máxima que envuelve todo fin del quehacer humano y que establece su fin último una vez que el ser humano se haya apropiado o controlado del mundo en su totalidad. “La terminación de la historia por el hombre, la terminación del hombre por la historia”, como lo explica Hollier.(13) Junto a esta versión moderna de la historia, Bataille propone la subversión, la transgresión de la historia (“de la matemática impuesta en piedra”), a través de roturas en el continuo histórico unidireccional y apunta hacia el arte moderno para tratar de explicar cómo se dan estas roturas. En la pintura moderna, el quiebre de las cánones clásicos, controlados estos por la arquitectura y la arquitectura a su vez hecha a imagen y semejanza del cuerpo humano (“el orden humano desde el origen está sólidamente ligado con el orden arquitectónico”), se rompen en el momento en que el arte no obedece más a estos cánones. “La monstruosidad bestial” se refiere a la deformación del paradigma del arte como espejo del ser humano y sus ideales de proporcionalidad, balance, simetría, etc., y en su lugar abriendo ese camino que menciona Bataille, el cual, por definición, no tuvo un trazado claro ni un desenlace que haya sido capaz de ser previsto.
El texto de juventud de Bataille sobre el incendio de la catedral de Reims y su entrada en el diccionario crítico se aprecian extremadamente alejados uno del otro. El uno empapado de fervor católico y nacionalista, el otro empapado de fervor transgresor y deconstructivista, pero ambos operan con la arquitectura en el medio, utilizándola como analogía de las estructuras sociales, políticas y religiosas, ambos haciendo uso de la arquitectura como summa del universo occidental. En el texto del diccionario, sin embargo, Bataille se propone, como en toda su obra posterior a su periodo religioso, anular ese texto de juventud, como apunta Hollier. En el texto de la catedral de Reims, la catedral es carne viva, luminosidad, el joyero de Cristo. En la definición de arquitectura del diccionario crítico la catedral es un esqueleto, es estructura osificada, es dogma que debe quebrarse.
Otro concepto de Bataille ligado a la arquitectura que vale la pena citar, es el del dépense o ‘gasto sacrificial’, cuya idea expuso en su obra “La part maudite” (1949). Este concepto, como veremos, fue ilustrado por Bataille también a través de la arquitectura. Bataille argumentaba que el gasto sacrificial se manifestaba en el gasto dedicado a las joyas, por ejemplo, o a rituales de duelo, a los juegos, espectáculos, las artes, la actividad sexual pervertida, el sacrificio de una víctima, o la construcción de una catedral. El concepto del consumo del sacrificio se puede definir como la idea de que en una sociedad de consumo existen diferentes órdenes o tipos de consumo. Está el consumo que busca satisfacer las necesidades básicas, el consumo que perpetúa el lugar del individuo dentro del marco del capitalismo, y un tercer tipo de consumo, el cual busca redimir o restaurar la categoría del mundo sagrado, la cual el ser humano ha perdido en su condición de modernidad.(14) Para ilustrar su concepto del consumo sacrificial, Bataille recurrió a los aztecas, una cultura que estaba diametralmente opuesta a la cultura moderna occidental, orientada esta última a las actividades ‘útiles’. La sociedad azteca, pensaba Bataille, era tan orientada al consumo como la nuestra, pero de diferentes maneras. Los aztecas “estaban tan interesados en sacrificar, como nosotros lo estamos en trabajar.”(15) La víctima sacrificial en el universo azteca, escribió Bataille, “era el valor excedente sacado de la masa de la riqueza utilitaria”, la cual sólo podía ser tomada para ser consumida sin recibir una ganancia física o material a cambio, para poder consagrar y perpetuar el universo religioso azteca.(16)
De igual forma, el concepto de gasto sacrificial se veía perfectamente ilustrado en la construcción de catedrales en el mundo medieval: “la posibilidad de las buenas acciones que satisficieran a Dios (la satisfacción en el mundo medieval no podía nominalmente ser la del hombre), generalmente determinaba el modo de consumo de los recursos disponibles.”(17) La urgencia de denunciar la pérdida del concepto de gasto sacrificial se tornaba urgente para Bataille dadas las consecuencias de la devaluación de dicho concepto en la modernidad. Una catedral gótica se erigía para explotar un tipo de consumo que radicaba en la expresión de sentimientos de intimidad. “Desde el inicio”, escribe Bataille, el propósito del edificio lo absuelve de la utilidad pública.”(18) “La intimidad”, continúa, “no se expresa a través de una cosa excepto bajo una condición; que sea el opuesto de un producto, de una mercancía -un consumo y un sacrificio.”(19) La preocupación de Bataille, a final de cuentas, era que en el marco de una sociedad capitalista en la que el concepto de gasto sacrificial cesaba de existir o se volvía absurda, el capitalismo se tornaba entonces en “una rendición sin reservas a las cosas, despreocupada de las consecuencias y sin ver nada más allá de ellas,” es decir, una sociedad capitalista eventualmente “reduce lo que es humano a la condición de una cosa (de una mercancía).”(20)
El incendio de Notre Dame de París y sus ramificaciones históricas
El incendio de la catedral de París se presenta como una oportunidad para despolvar las ideas de Bataille relativas a la arquitectura como metáfora de la historia, y también para pensar nuestra relación con la historia a través de la arquitectura. Existen varios apuntes que deducir. Uno de ellos tiene que ver con el incendio como espectáculo mediático. Las escenas del inmueble envuelto en llamas, tanto en vivo durante el evento, como los cientos o miles de videos e imágenes que viven ya en la nube, nos presentan la oportunidad de ver, de re ver y de fetichizar el evento ad infinitum. Este evento, así como otros sucesos históricos recientes mediatizados, como el atentado a las Torres Gemelas, se inscriben en el repertorio de la producción de representaciones históricas que se producen en la esfera pública para consumo y fabricación de narrativas históricas alternativas y populares.
En este sentido Bataille, considerado ya de por sí un post-estructuralista avant la lettre, en su definición de la arquitectura en el diccionario crítico anticipa la ruptura de la continuidad histórica como teleología, el ‘fin de la historia’ al fin y al cabo, en su acepción baudrillardesca. Estas rupturas históricas bien se pueden localizar en eventos como el incendio de Notre Dame, los cuales sirven para definir nuestros intereses por la lectura de la historia y del papel que en esta juega la arquitectura histórica. En este caso, el incendio de la catedral de París se vuelve relevante por verse centrado en la que es la catedral gótica por excelencia, suma epistemológica del sistema histórico de la cultura cristiana occidental, reificación de la cultura francesa y sus ideales, los mismos términos, finalmente, en los que Bataille se refiere a la catedral de Reims en su texto de juventud. El incendio de la catedral de París generó un alto nivel de ansiedad acerca de la posible pérdida de un símbolo de la cultura francesa y occidental.
Pero para entender las repercusiones del incendio más a fondo habría que reflexionar el papel que la catedral juega en el presente como artefacto histórico y arquitectónico. Sin duda, la categoría cultural que Bataille definió como gasto sacrificial, la idea de que una catedral o iglesia fuera erigida desde la idea de gastar o sacrificar recursos disponibles “útiles” en aras de satisfacer sentimientos de intimidad espiritual, se antoja en el 2019 como una idea cada vez más difícil de reconciliar con nuestra condición tardo-capitalista. Más bien, hoy en día la catedral se aprecia como una mercancía que fue reclamada por la implacable sed del ‘turismo histórico’ y ‘cultural’, así como el de la industria de la memoria histórica. Notre Dame de París opera, al lado del resto de la ciudad histórica de París y otras ciudades europeas, como escenografías para el esparcimiento de las burguesías mundiales. En este sentido, su incendio provocó ansiedad no sólo por haber significado una pérdida de la continuidad del pasado material, que así fue, sino que para la gran mayoría significó un momento de ansiedad por tratarse de la pérdida de orientación a la que se refería Frederic Jameson como la “nostalgia por el presente”; ese sentimiento de ansiedad producido por la inhabilidad del presente para volverse una fuente de estabilidad, familiaridad y predictibilidad del presente y hacia el futuro.(21)
El incendio de Notre Dame de París, convertido por las tecnologías de la información en un hecho inescapable, se trató de un acto de sacrificio, pero no en el sentido que Bataille articuló hace 100 años en su texto de juventud, es decir, para Bataille el incendio de la catedral de Reims significó la oportunidad de reivindicar la identidad colectiva de una comunidad, con respecto a su fe y su identidad regional y nacional a través de su reconstrucción-restauración. El incendio de Notre Dame de París hay que interpretarlo de forma diferente, como un hecho no sólo francés sino global, el cual reivindicó la hegemonía de occidente. Tan sólo hay que recordar que mientras Notre Dame ardía, un incendio en la Mezquita de la Roca, en Jerusalén ocurrió al mismo tiempo, mereciendo, sin embargo, poca cobertura mediática.(22) El incendio de Notre Dame fue trágico por tratarse de la pérdida de una parte del patrimonio histórico-cultural de occidente, y ciertamente los medios no dudaron en interpretarlo bajo esa luz. Sin embargo, hay que reconocer cómo los hechos históricos populares como el incendio de Notre Dame tienen la capacidad de opacar otras acciones en la agenda político-social del momento. A nivel regional, por ejemplo, a pocas horas del incendio, las familias más ricas de Francia, los Arnault, los Bettencourt Meyer y los Pinault, juntos prometieron donar 500 millones de Euros para la reconstrucción-restauración de Notre Dame, causando malestar en el movimiento de los Chalecos Amarillos -el cual lleva meses protestando el declive de la calidad de vida de la clase media francesa- dado que la donación instantánea y millonaria nulificó el sufrimiento y la pobreza mundana, de por sí ya bastante relegada e ignorada por las clases burguesas.(23)
Por otro lado, la popularidad de símbolos arquitectónicos como la catedral de París y su presencia en las representaciones mediáticas-históricas en la esfera pública, dio lugar a propuestas arquitectónicas post-incendio preparadas al vapor por arquitectos como Foster and Partners, las cuales no dudaron en banalizar la catedral, ignorándola como artefacto histórico y como símbolo cultural de un país, así como tampoco dudaron en desdeñar totalmente las convenciones mundiales sobre la conservación y restauración de los inmuebles arquitectónicos históricos. Lejos de poder apreciar a la catedral de París como esa suma del conocimiento del pasado medieval o como vínculo con el pasado material del medioevo, la propuesta de Foster and Partners propuso una techumbre y una flecha de vidrio transparente, proponiendo a la vez una plataforma alrededor de la base de la aguja para crear un mirador.(24) Así, la mercantilización de la catedral gótica se torna cínica y su incendio se convierte en un acto que da paso a la banalidad y la instrumentalización de la arquitectura como atractivo turístico-comercial.
Para respaldar esta lectura, habría también que recordar el comportamiento del Presidente de Francia, Emmanuel Macron, el cual insiste en que la restauración de Notre Dame se dará en un tiempo récord de cinco años, a pesar de que decenas de expertos en restauración de inmuebles históricos han asegurado que semejante pronóstico se antoja ya no difícil de cumplir sino irresponsable por querer acelerar procesos que normalmente tardarían una década por lo menos, de esta forma, Macron relega el patrimonio histórico de su país a su propia agenda política.(25)
En conclusión, hace unos 80 años Georges Bataille estuvo completamente consciente de la voracidad del capitalismo para cosificar y mercantilizar al ser humano y sus productos culturales, incluyendo, por supuesto, a la arquitectura histórica. La utilización que Bataille hace de la idea de la arquitectura como metáfora de las instituciones -en su momento el Estado, el ejército, la Iglesia- sigue siendo vigente, aún cuando el rostro de esas instituciones en la época neoliberal haya cambiado. La arquitectura del tardo-capitalismo se refleja en las fachadas de vidrio de los grandes corporativos transnacionales, y lo mismo sus tentáculos alcanzan a comercializar, cosificar y turistificar las ciudades y sus arquitecturas históricas, como en el caso de París y su catedral.
El incendio de la catedral de Notre Dame de Reims, escribió Bataille en su texto de juventud, había abierto una herida que expuso cuestiones sobre la vitalidad y la posibilidad de la continuación histórica y cultural de esa ciudad y de Francia en general, en su momento, herida que sanaría, metafóricamente hablando, una vez que la catedral fuera reconstruida. El incendio de Notre Dame de París de 2019 igualmente abrió una herida que expuso no solo el precario estado de la memoria arquitectónica que en un instante puede desaparecer para siempre, sino que también expuso otro peligro latente que agregar al de la preservación de la arquitectura histórica: el nivel de mercantilización demoledora del patrimonio construido y la banalización por parte de la esfera pública de dicha arquitectura histórica. En su momento, Bataille apuntó a lo que él llamó ‘monstruosidad’, la transformación o transgresión de las instituciones que rigen la sociedad, simbolizadas estas por la arquitectura que las representa, a través de formas alternas de pensar el universo humano a través del arte, como camino alterno para crear espacios de intimidad sentimental o introspección. En este sentido, y dada la vigencia de ese mensaje, habría que reflexionar acerca de qué caminos se pueden abrir para contrarrestar la implacable cosificación del ser humano en la era neoliberal. La necesidad de encontrar esas vías alternas es tan urgente ahora como lo fue en la época de Bataille.
Notas:
"Cuando era un niño en edad escolar, descubrí que una casa sola no existe por sí misma, que no terminaba [...]