Sólo de la pulsión negativa, sólo del laberinto del NO,
puede surgir la “arquitectura” por venir.(1)
Hoy la capacidad de la humanidad para alterar el territorio marca el inicio de una nueva era.(2) Las urbes se densifican y expanden como respuesta directa al aumento y desplazamiento de la población mundial. La capacidad económica, técnica y material facilita la construcción de infraestructuras y edificios. Los elementos se multiplican para cubrir necesidades, pero principalmente para generarlas con el fin de sustentar el sistema económico. El entorno se construye por adición, por superposición de capas. Se cuenta con el conocimiento y las herramientas para materializar cualquier proyecto, y se anhela la construcción de lo que sólo la imaginación limita. La exaltación de la creatividad impone aceptar que todo puede ser y provoca el intento constante de la ejecución de lo utópico. La humanidad está inmersa en el proceso creativo materializando el entorno futuro mientras habita lo que considera un insuficiente presente, rodeada por la lluvia de propuestas y tanteos que se materializan en prototipo para construir la realidad.
Sin embargo, como en cualquier proceso creativo, como en el proceso proyectual arquitectónico, para construir ciudad, para llegar a la propuesta óptima que satisfaga las necesidades reales, es necesario —tras el volcado de ideas inicial— saber discernir, jerarquizar, priorizar, elegir y por tanto, renunciar. De la montaña de croquis, de la maraña de líneas, hay que rescatar las trazas certeras que, a diferencia de etapas anteriores de la historia, no han de ser necesariamente las que mejor representan, la que más definan, sino las que son capaces de dar acogida a lo que hoy somos, incertidumbre. La humanidad, ha de pasar a la siguiente fase del proceso, antes de que la euforia productiva agote el territorio, antes de perdernos en excentricidades, de quemar el dibujo, de malgastar recursos humanos y materiales en resolver, alienados, el cómo, es necesario acometer la verdadera necesidad desde la pregunta previa del qué, qué es lo que realmente hay que hacer, y qué NO.
Analizar y definir la ciudad por lo que NO ha de contener, por sus renuncias a intervenciones perniciosas, por la ausencia de lo prescindible, por la resistencia a integrar lo que no sea beneficioso para el interés general, por la capacidad de resistirse a actuaciones insostenibles. Proteger y generar los vacíos y silencios, las pausas e indefiniciones, el espacio común ciudadano, que debe acoger la urbe. Mantener las ciudades en continuo proceso de limpieza, de minimización, con urbanismos que alerten y combatan las congestiones, los excesos, la sobre-adecuación, el derroche, que eliminen los lastres y las lacras.
NO construir, como actitud de respeto y puesta en valor del entorno y en consecuencia priorizar la reutilización, el mantenimiento y el cuidado, para lo cual se impone la minimización de impactos en la preexistencia y una estrategia de mínimas intervención con máximo impacto, llegando al desmantelamiento si es necesario.
NO emprender ni facilitar los urbanismos perniciosos, que adulteran las ciudades, preservando los suelos libres, los no definidos y su potencialidad. NO diseñar elementos prescindibles que lleguen a materializarse en nuestro entorno inmediato, ocupando sin reflexión previa. No sustentar propuestas que por principio no podrán ser nunca sostenibles, demostrando que no hacer algo puede ser la más sostenibles de las propuestas. No intervenir en parajes que tienen valor en sí mismos. Renunciar, guardar una distancia respetuosa con lo existente. La negación como resistencia y la resistencia como propuesta de protección de la preexistencia.
NO como posibilidad prioritaria que obliga a discernir sobre lo que es imprescindible, necesario o deseable y, por tanto, a cuantificar mediante indicadores de verdadera sostenibilidad (política, cultural, económica, ambiental, social), imponiendo la exigencia de cada concesión.
NO como decisión de proyecto, que busca la transformación profunda desde la puesta en cuestión del requerimiento inicial.
NO como respuesta activa y propositiva, como base primera desde donde comenzar a intervenir.
NO como premisa que abre otras vías de reflexión crítica e impone la creación de nuevas herramientas de intervención.
NO como planteamiento proyectual para intervenir la realidad aditiva.
NO como herramienta para que NO sobre nada.
*Extracto indeterminado del libro NO publicado que recoge la base teórica de n’UNDO.
(1) Vila Matas, Enrique. Citado inadecuadamente de sus Bartlebys.
(2) El término Antropoceno (de griego ἄνθρωπος anthropos, ‘hombre’, y καινός kainos, ‘nuevo’), ha sido propuesto por algunos científicos para sustituir al Holoceno, la actual época del periodo Cuaternario en la historia terrestre, debido al significativo impacto global que las actividades humanas han tenido sobre los ecosistemas terrestres.
Este texto apareció en la Revista Arquine No.80 | Veinte años