Ideas espaciales para argumentar
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¡Felices fiestas!
27 octubre, 2023
por Aura Cruz Aburto | twitter: @auracruzaburto | instagram: @aura_cruz_aburto | web: academia.edu
Pabellón Centro Raíz. Global Woods, MEXTRÓPOLI 2023. Foto: Arquine / Ana Luz Valencia.
Pocos ejercicios como la convocatoria, ideación y construcción de pabellones son tan recurrentes en el ámbito de la arquitectura cuando se pretende abrir un llamado a pensar qué es la arquitectura.
En la edición 2023 de MEXTRÓPOLI, el pabellón ganador del 25 Concurso Arquine –“Fuera de lugar”– ha sido comentado, discutido y expuesto a la mirada crítica en otros textos. Sin embargo, los pabellones realizados en la Alameda Central también ameritan una reflexión y, en particular, la mirada fresca de quienes se encuentran en un primer periodo formativo en arquitectura –y digo primero porque esto nunca se termina.
En la edición 2023 del Festival MEXTRÓPOLI hubo, como en otras ediciones, diversos pabellones tanto de escuelas educativas como de otro tipo de organizaciones. Cada uno de ellos es, no sólo una pieza de diseño, sino también una apuesta conceptual a lo que consideramos el centro de las discusiones en este quehacer, que se concreta en espacios, territorios, dispositivos, acciones. Todos estos también muestran, de alguna manera, no un discurso –si seguimos a Deleuze cuando nos explica la filosofía de Michel Foucault–, sino una visibilidad representativa. Ahora bien, dicha apuesta no es trivial pues, recordemos, a decir del filósofo que creó una casa magistral, Ludwig Wittgenstein, que toda posición estética conlleva una posición ética. Ante esto, cabe preguntar: ¿qué propone cada uno de estos colectivos o instituciones? Paola Arredondo, estudiante de arquitectura nos propone lo siguiente:
Paola Arredondo
Desde su concepción, los pabellones han presentado un abanico de posibilidades para que los arquitectos experimenten de manera libre con la materialidad de sus propuestas, por lo que este tipo de exhibiciones se perciben como un merecido respiro del dilema sobre la primacía de la función sobre la forma, presentando sus soluciones como entes más cercanos a lo escultórico o la instalación. Sin embargo, aún en estas disciplinas existen consideraciones que no deberían pasarse por alto. Aunque pareciera que la práctica artística implica una “completa libertad creativa”, la realidad es que tampoco estos quehaceres encuentran un sentido ontológico si no son, de manera consciente, hijos de su tiempo y contexto.
Si bien es cierto que el arte del espacio se libera de las ataduras de la función pragmática, su verdadera pertinencia radica en su potencia simbólica, en su capacidad para estimular el pensamiento crítico y generar experiencias espaciales contundentes en las personas que acuerpan estas propuestas.
Pasados algunos días de la presentación de la décima edición del festival MEXTRÓPOLI, me he propuesto reflexionar desde una mirada crítica sobre las propuestas de pabellones presentadas por distintas universidades de arquitectura a nivel nacional. Con este fin, me he tomado la libertad de clasificarlos en tres categorías: 1) los que son un ente escultórico que se concentra en sí mismo; 2) los que parecieran cumplir una función pragmática; 3) y los que toman en cuenta su contexto más próximo, generando relaciones sociales y con el entorno.
Dentro de la primera categoría incluiría al “Pabellón de caña viva”, de la Universidad Nacional Autónoma de México; “Tlalocan: La tormenta interior”, del Instituto Tecnológico de Monterrey; y “Habitar la sección”, de Centro. Los tres proyectos consideraron, en menor o mayor medida, el recorrido que generaba la propia estructura del pabellón, posibilitando acciones como entrar en ella, atravesarla o rodearla. No obstante, estas podrían haberse emplazado en cualquier otro lugar al aire libre, y la experiencia espacial hubiese sido bastante similar a la que se ofreció en la Alameda Central debido a que no se generaba una relación trascendental con su contexto, aunque la experimentación formal y material de las propuestas haya resultado interesante.
En el caso de los pabellones Teatro Dimensión, del Instituto Superior de Arquitectura y Diseño (ISAD); y “Centro Raíz”, de Global Woods (el único pabellón que no fue presentado por una universidad), fueron las propuestas más cercanas a cumplir con una función pragmática. Ambas nos invitaban a sentarnos gracias a la disposición de los elementos en el lugar, pero con una diferencia muy interesante y propositiva por parte de Teatro Dimensión. Este pabellón parecía invitarnos a disfrutar con comodidad del intenso calor del fin de verano, sin proporcionar ningún tipo de sombra que pudiera buscar el visitante de la exhibición. Esta proposición tenía una gran potencia simbólica, teniendo en cuenta que el ISAD se encuentra en Chihuahua, en un clima más seco que el de la capital y cuya cultura, en palabras del taller del desierto, ha aprendido a “amar nuestro acontecer entre la vastedad y el abrasante sol”.
Siguiendo este orden de ideas, los pabellones presentados por la Universidad Anáhuac, “Teocalli”; y la Universidad Marista de Mérida, “Portal escénico”; fueron los que, a mi parecer, tuvieron un sentido más allá de la experimentación formal y material. La verdadera potencia de estos pabellones radicó en su capacidad generadora de lugar, en su habilidad para articular espacios que facilitaron la apropiación y el encuentro, lo que dio como resultado estructuras que se abrieron al público y estuvieron dispuestas a ser el escenario de la acción.
El pabellón de la Universidad Anáhuac, “Teocalli”, se conformaba por contenedores de plástico apilados, unidos entre sí con cinchos y emplazado alrededor de una fuente de la Alameda Central, delimitando con su estructura el espacio interior del exterior. Esto generó un lugar de encuentro en el que grupos de niños se encontraban jugando, y se apropiaban del pabellón escondiéndose detrás de los contenedores y corriendo a través del trayecto dispuesto por la estructura. Quizás los niños hubieran jugado en ese mismo espacio cualquier otro día, pero en esta ocasión fue el pabellón lo que les ofreció una nueva posibilidad para accionar el juego.
La propuesta de la Universidad Marista de Mérida, “Portal escénico” en una estructura de andamios pintados de blanco, con una serie de telas que forraban la parte media y superior del pabellón, el cual fue una de las propuestas más concurridas del festival. Esto se debió no sólo a su ubicación cercana al cruce peatonal del Eje Central, sino a que la disposición de sus elementos permitía el diálogo y el encuentro frente a frente con los demás, transformando un espacio que en general se considera sólo para el tránsito, en un lugar de permanencia y socialización entre los habitantes de la ciudad.
Con esta breve reflexión no pretendo cuestionar la relevancia de la experimentación formal, material y tecnológica de las propuestas que generamos como estudiantes de arquitectura, sino hacer énfasis en la necesidad de desarrollar una sensibilidad que trascienda nuestra propia percepción, así como tomar consciencia de nuestro tiempo y contexto, de manera que esto se haga presente en el carácter simbólico de nuestro quehacer como arquitectos en formación. Me parece que ya hemos tenido suficientes propuestas que se concentran en sí mismas y se perciben como un ente ajeno y sobrepuesto a su entorno físico, social y cultural, por lo que resulta de vital importancia que consideremos que, aún con elementos efímeros, estamos articulando la ciudad, y aunque en definitiva no es nuestro deber imponer maneras de habitar, sí está en nuestras manos generar propuestas que resulten agentes de transformación urbana, por medio de las cuales podamos redefinir nuestro sentido de pertenencia y comunidad.
Paola Arredondo es artista visual y estudiante de Arquitectura. Estudió la licenciatura en Artes Visuales en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia (Medellín-Colombia). Ha trabajado en diversos proyectos de gestión cultural para la Comisión de Derechos Culturales de la Ciudad de México y ha participado activamente como promotora cultural para el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). Actualmente es acreedora de la Beca al Talento Creativo del ITESM y colaboradora en la revista Plataforma: Investigación en Artes y Diseño de la FAD, UNAM.
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