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Columnas

Mejor escuchemos a Bad Bunny

Mejor escuchemos a Bad Bunny

27 septiembre, 2022
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Cuando los de abajo se mueven, los de arriba se caen

¿Han oído a arquitectos que, mientras proyectan bellos edificios con pequeños departamentos aptos para personas solteras o rentas rápidas y similares, aprovechando para hacerlo las condiciones económicas de una zona urbana marginal, afirman al mismo tiempo que trabajan para mejorar el espacio público y regenerar un barrio? O a otros arquitectos presentar un hotel —uno más—, como una obra tan sustentable que casi no deja rastro, más que la huella que ocupa en un terreno que quizá hasta hace no mucho era todavía parte de un ejido y donde los habitantes locales muy probablemente no podrán pagar el precio de una habitación ni por una noche. O a la empresa filantrópica que construye refinados edificios para fomentar el encuentro e intercambio entre artistas, comunidades locales y la naturaleza, sin reparar en la gentrificación que, aunque no quiera, promueve a corto o mediano plazo. Y, claro, también están los desarrolladores inmobiliarios que recuperan edificios —habitacionales o industriales, abandonados o, peor, aún ocupados— para devolverle vida a una zona de la ciudad que muchas veces ya estaba viva, bien viva y con gente que ahí vive. Bueno, por un momento dejemos de oír eso y mejor escuchemos con atención a Bad Bunny.

“El cantante Benito Antonio Martínez Ocasio, Bad Bunny, ha estrenado este viernes el videoclip de El Apagón, que incluye un reportaje realizado por la periodista puertorriqueña Bianca Graulau en el que, bajo el título Aquí vive gente, se critica cómo afecta a la población la venta de propiedades públicas por parte del Gobierno de Puerto Rico y critica los beneficios fiscales de los inversores estadounidenses, debido a que la isla continúa siendo administrada por Estados Unidos.”

Rodrigo Soriano, El País, 16 de septiembre 2022

Puerto Rico está bien cabrón, ey, canta Bad Bunny. Maldita sea, otro apagón. Entre los coros que se repiten se oye una voz femenina decir: “Puerto Rico sigue sufriendo apagones que dejan a millones sin luz. Todo esto después de que la distribución de energía en Puerto Rico pasara a manos de una compañía privada.” Es la voz de Bianca Graulau. Nacida en Puerto Rico, Graulau estudió Periodismo y Ciencias políticas en la Universidad de Siracusa, en Nueva York. Ahora los apagones son más largos, sigue la voz de Graulau, el pueblo puertorriqueño ha visto siete aumentos consecutivos en la factura de luz. Hay gente que está perdiendo la paciencia y protestando en las calles. ¡Maldita sea, otro apagón! —canta Bad Bunny. El sonido de los motores de motocicletas anuncia el beat y el coro mezcla me gusta la chocha de Puerto Rico con, de nuevo, Puerto Rico está bien cabrón, ey, hasta que otra voz femenina canta: Yo no me quiero ir de aquí, que se vayan ellos.

Y entonces regresa, los 18 minutos restantes del video que dura 22, el trabajo de investigación y denuncia de Blanca Graulau, titulado Aquí vive gente. Con entrevistas y datos, Graulau explica cómo en Puerto Rico “la vida no es igual para todes” y muchos puertorriqueños están siendo desplazados por quienes “llegan con ventajas y beneficios”. La privatización de empresas e instituciones públicas, la expulsión de los habitantes que llevan décadas viviendo en un lugar, los beneficios fiscales que sólo benefician a quienes ya han sido privilegiados por el sistema, todo eso es parte de la maraña que llamamos gentrificación. Pero hay más. Graulau cuenta que el barrio Puerta de Tierra,  —hoy botín de los desarrolladores inmobiliarios— “no fue siempre un lugar codiciado. Puerta de Tierra fue donde vivieron las personas esclavizadas luego de obtener su libertad, porque la clase alta quiso mantenerlos fuera de las murallas de San Juan.” Graulau muestra en su reportaje que la gentrificación no es un fenómeno moderno o reciente derivado del capitalismo —sea liberal o neoliberal— sino la nueva versión de la mentalidad y el ímpetu colonial blanco —mejorada, travestida en “desarrollo” y “negocio”. Bueno, yo les digo invasores colonizadores porque ellos se comportan como tal, dice una de las entrevistadas.

En su libro How to kill a city. Gentrification, inequality and the fight for the Neighborhood, P.E. Moskowitz escribe:

Hay un lado ganador y un lado perdedor en la gentrificación, pero ambos lados juegan el mismo juego, aunque no sean sus diseñadores. No es una coincidencia que ciudades con economías, demografías y geografías disparatadas padezcan simultáneamente de procesos similares.

La gentrificación no se trata de actos individuales; se trata de una violencia sistémica basada en décadas de políticas de vivienda racistas […] que han negado a la gente de color, especialmente a las personas negras, acceso al mismo tipo de vivienda y, por tanto, al mismo tipo de bienestar. La gentrificación no puede tener lugar sin una desigualdad de raíces profundas; si fuésemos todas iguales, no podrían existir el gentrificador ni el gentrificado. La gentrificación es el resultado inevitable de un sistema político enfocado más en la creación y expansión de oportunidades de negocio que en el bienestar de sus ciudadanos —a lo que me refiero como neoliberalismo.

Cuando oímos a alguien hablar como si sólo con diseño se puede evitar la gentrificación, sin atender —y, muchas veces, ni siquiera entender— las causas profundas y complejas de esos fenómenos, estamos oyendo discursos vacíos, poco críticos, ingenuos cuando no cínicos. Se aplaude la composición geométrica del edificio en planta y alzado pero se ignora la descomposición de las estructuras sociales y comunitarias, y también ecológicas, que son realmente las que arman y mantienen un barrio o una región. En San Juan Puerto Rico como en la Riviera Maya o en las costas de Oaxaca, o en la Doctores o Santa María la Ribera, el proceso es el mismo: colonialismo renovado y edulcorado como diseño. Algunos arquitectos acaso tienen buenas intenciones, pero son como antiguos misioneros: te salvo si crees en lo que yo creo. Otros son meros agentes de sus patrones, encomenderos y hacendados. Su discurso la mayoría de las veces es mero camuflaje y peor: engaño. Por eso mejor escuchemos a Blanca Graulau y bailemos con Bad Bunny.

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