Los dibujos de Paul Rudolph
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20 junio, 2018
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
La arquitectura no existe hasta que está construida. En buena medida, esta máxima de Francisco Serrano contiene la esencia de su modo de ver, de pensar y de relacionarse con la profesión. La arquitectura se construye y sólo así llega a su fin. El diseño es un primer paso de un proceso complejo, colectivo y a veces enredado, donde los colaboradores, la comprensión de la realidad sobre la que se actúa, las amistades y la capacidad para negociar con todos estos factores son determinantes.
La formación de este arquitecto fundamental dentro del panorama contemporáneo mexicano es de una solidez notable. Precoz en sus primeras obras, le tocó ser pionero en varios frentes: estrenó escuela de arquitectura y formó parte de la generación de jóvenes arquitectos que participaron en el proyecto de la olimpiada cultural en 1968. Si bien le atraían las instalaciones deportivas de la recién construida Facultad de Arquitectura de la UNAM formó parte de la primera generación de la Universidad Iberoamericana que fundó Augusto H. Álvarez, quien fuera su mentor. A la par, desde los veintiún años pasó a formar parte del equipo docente de la Ibero. Éste joven e incisivo profesor impregnó de entusiasmo y marcó las carreras de sus generaciones inmediatamente posteriores.
El arquitecto Francisco Serrano siempre cultivó la prudencia y la perseverancia, más acorde con el corredor de fondo que resultó ser que con el sprinter que pudo haber sido. Un aprendizaje de lujo aunado a su inteligencia cauta y perspicaz, le permitió acumular cierta densidad -de conocimiento y experiencias- que dejó sedimentar. Así, ha practicado una continencia medida a lo largo de más de cincuenta años de carrera, sabiendo retrasar su madurez como si su carrera fuera uno de sus concretos: un fraguado lento que le ha permitido abordar las múltiples facetas que se cristalizan en un arquitecto completo.
Nieto, hijo y padre de arquitectos, no solo fue precoz sino que además es longevo. Oscar Tusquets decía que lo importante para llegar a ser un buen arquitecto, es tener buena salud y con ella vivir muchos años, lo que parece que aplica en este caso. Quizá por su talante abierto y respetuoso a la vez y sin duda por su sólida formación sin alardes protagónicos, Francisco Serrano ha tenido la oportunidad de desarrollar buena parte de su carrera con colaboradores de altura: trabajó con Augusto H. Álvarez y con Juan Sordo Madaleno, colaboró con Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky en las obras más significativas, y con Susana García y eventualmente con Pablo Serrano ha llevado a cabo sus obras más recientes.
A lo largo de su carrera, Francisco Serrano aborda y sintetiza los temas clásicos de la arquitectura: las relaciones entre estructura y fachada o entre planta y geometría; y la escalera como tema, como oportunidad de variables, o la noción de densidad y transparencia de las fachadas. Su estricto espíritu constructivo lo ha alejado de toda tentación escenográfica, donde las fachadas representan y las estructuras sustentan. Serrano piensa y aúna ambas y todo el proyecto se resuelve hermenéuticamente: de lo general a lo particular, y viceversa, del concepto al detalle arquitectónico para regresar al concepto. Función y forma son parte de lo mismo. En las plantas está la clave del partido. Como aquellos arquitectos ilustrados –Boullée, Durand- Serrano confía en las geometrías simples y perfectas: plantas cuadradas con patios circulares inscritos, cilindros perforados, ejes de composición o arcos. En cada proyecto, las escaleras no sólo resuelven la comunicación vertical y lo expresan desde los cubos de luz que generan, sino que se convierten en ejercicios geométricos y constructivos, en pequeños divertimentos donde se ensayan distintos acomodos de escalones radiales en escaleras triangulares o paralelos en escaleras circulares.
A su vez, la fachada no es la traducción del programa ni el levantamiento de la planta en tres dimensiones. La fachada es el tema, donde densidad y transparencia son dos facetas interrelacionadas. La densidad tiene tanto que ver con el grosor y espesor físico, material, como con la complejidad de soluciones que se abordan. Sus fachada no sólo absorben la estructura sino que adoptan múltiples condiciones: adquieren profundidad, se retraen, proyectan sombras o crean cámaras de aire entre sus capas.
Serrano ha sabido preservar despierta su curiosidad para observar y comprender. Lo uno le permite buscar lo diferente, mientras que comprendiendo, llega a destilar lo común. Viajador y platicador insaciable ha bebido directamente de las fuentes: de la contundencia de Kenzo Tange a la frescura de Emilio Tuñón, del talento de Rogelio Salmona al refinamiento de I. M. Pei. Su sentido común le ha permitido construir una obra, más que un discurso, en la que la lógica está por encima de todo. Tanto los pórticos de concreto como los planos inclinados de pasto, la columnata de tabique aparente o un escaparate de vidrio, son las distintas facetas del andamiaje poliédrico sobre el que se sustenta una sólida carrera.
Estamos aquí para celebrar esta Medalla de Oro de Bellas Artes que recibe el arquitecto Francisco Serrano y sobretodo por que contamos con su amistad y lo queremos. Con los años y cada vez con mas frecuencia he tenido la suerte de visitar obras con Pancho y aprender de sus trabajos, de sus razones, de sus referencias y anécdotas, de sus viajes. He tenido la fortuna de desayunar casi cada mes con él para platicar de arquitectura y de la vida. Siempre curioso y atento al panorama de nuestra profesión, siempre agudo pero respetuoso con el trabajo de otros colegas. Celebro esta presea que recibe hoy y agradezco sinceramente todo lo que nos ha dado y nos sigue dando: sus obras, su conocimiento y, sobretodo, su amistad.
Felicidades Pancho.
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