Confinamiento y desigualdad
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25 octubre, 2023
por Sergio Gallardo
Nací en la ciudad de Puebla. El año no importa, supero los 50 y sigo fuerte. Soy hijo de Elsa Alonso de Bautista y Mario Bautista O´Farril. Dos arquitectos compañeros en vida y profesión, que entre otras importantes obras y al lado de otros colegas, fundaron el Colegio de Arquitectos de Puebla.
Vivo en una de las avenidas más importantes de esta bella ciudad, La Avenida La Paz; aunque después la llamaron Avenida Juárez. Desde ahí, en mis alturas, he observado la transformación de mis vecinos, algunos han cambiado para bien otros para mal, otros por desgracia han desaparecido como sucede con la mayoría de las cosas con el paso del tiempo. Los vecinos que quedan ya no son lo de antes, su tranquilidad se ha evaporado, desconozco si evolucionaron o simplemente se cansaron y aburrieron de llevar una vida tranquila, o mejor dicho les ganó la tentación y se convirtieron en diferentes cosas para todos los usos menos para los que fueron creados. Yo sigo fiel a mi vocación.
Durante algunos años fui considerado el más alto del barrio. Tan alto, que podía ver la cúpula de la Iglesia del Cielo evitando ir a misa, pero poco a poco la modernidad que yo impuse se fue contagiando hasta que en fechas recientes llegó un intruso, de esos que conciben sin la pasión que da el hacer las cosas, creo que le dicen el JV, es tan feo que hasta nombre de narco tiene.
Mis padres entendieron muy bien el lugar en el que me pusieron, pero sobre todo visualizaron el enorme potencial comercial que tendría la avenida en el futuro, de esa forma pensaron que lo mejor era hacerme mixto y me desplantaron sobre 3 niveles de uso comercial que hasta la fecha mantengo. Me adaptaron de forma inteligente a los tres niveles que cada una de las calles que me rodea tiene y, aún teniendo 3 accesos, siempre es posible llegar al mismo punto, desde aquí puedo ver quién viene a visitarme.
Las líneas claras, simples y fuertes que componen mi piel, acentúan mi horizontalidad a través de un lógico y sencillo juego de macizo y vano, macizo y vano que a lo largo de la Av. Juárez me hace sentir más grande e imponente.
Mi cuerpo está compuesto por dos prismas rectangulares colocados en paralelo y separados entre sí, de tal forma que la separación permitió que tuviera 2 enormes terrazas que sirven para que el sol bañe mis seis pisos, en cada uno de ellos pude tener a mi cuidado a 4 familias. Hubo una época en la que tuve a las 24 familias, ¡qué tiempos!, hoy no me quejo, también tengo oficinas a las que viene mucha gente sólo a trabajar, sigo siendo mixto. Mis interiores fueron de lo más amplio, moderno y flexible para su tiempo, mis recámaras se abren por completo al exterior por medio de puertas corredizas y están separadas entre sí por la madera de los guarda ropa, evitando el uso tradicional del muro como único elemento para separar espacios. Mis áreas de servicio baños, cocina, cuarto de lavado y de servicio se dispusieron en forma lineal a lo largo de mi superficie y abriéndose hacia el vacío de las terrazas para poder iluminarlos y ventilarlos de forma natural.
Mi robusto esqueleto me ha mantenido de pie a pesar de un par de grandes contingencias. Estoy firme y más activo que nunca. Mis sistemas funcionan casi como cuando era un recién hecho y mi elevador me sigue dando el dinamismo que necesito. Sí, sí, sí, por supuesto que los años no pasan en balde y en algunas partes luzco viejo, acabado y hasta remendado. Es lo normal, a todos nos pasa. Pero aquí estoy, con el escaso mantenimiento que recibo a veces hasta me veo joven.
Mis padres entendieron muy bien su época y supieron concebirme de una forma tan sencilla, lógica y simple, pero no menos funcional. Al contrario, esa sencillez es la que me ha permitido seguir funcionando adaptándome a cada momento. Para la mayoría paso inadvertido, tal vez porque la prisa de la rutina les impide detenerse a verme pero no para aquellos que viajan lento, que todavía creen que la belleza está en lo simple, para los que no creen que lo más alto siempre es lo mejor —ahí tienen a su JV o al La Porta, que por cierto ¡es mi sobrino!
Hace poco falleció mi madre. Don Mario —mi padre— se quedó sin su eterna compañera. Seguramente llegaron a pasar juntos muchas veces sintiéndose orgullosos al verme de pie ya que fui el resultado de su enorme pasión y oficio.
Hoy a mis vecinos los van convirtiendo en escenografías sin ninguna identidad o arraigo, un día son una cosa y otro día otra, soy tal vez el único sobreviviente de una generación funcionalista, tal vez el más representativo de la vivienda colectiva moderna en una zona plagada de disfraces de modernidad y ocurrencias baratas. Mientras eso sucede, seguiré viendo desde mis alturas los cambios que el tiempo me conceda ver. Espero que sean muchos porque me niego a morir.
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