Entre la brisa y la calma: un comentario sobre ‘El pesar del viento’
Como ya es costumbre, durante el inicio del otoño austral de 2024 se inauguró en el sector oriente del Parque [...]
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¡Felices fiestas!
1 febrero, 2023
por Oscar Aceves Álvarez
‘Estructura inflable – escenario temporal’. Smiljan Radic, Nicolás Schmidt y Pablo Schmidt. © Oscar Aceves Álvarez. 2023.
En un país en el que, a pesar del reconocimiento internacional que ha tenido los últimos treinta años parte de su producción arquitectónica, pareciera existir un consenso tácito entre la mayoría de los arquitectos chilenos de que actualmente su labor es prácticamente irrelevante en la ejecución de los cambios políticos, sociales y económicos que demanda el país en uno de sus periodos más cruciales de los últimos años; podemos reconocer al menos dos hitos recurrentes que demandan gran atención del gremio por revelar posturas, agendas o ideologías que acompañen o ignoren el ‘momento país’ en el cual se desarrollen. Nos referimos, específicamente, al pabellón nacional para las Bienal de Arquitectura de Venecia y a las bienales nacionales de arquitectura y urbanismo, ambas instancias tradicionalmente organizadas por el Colegio de Arquitectos y desarrolladas a partir de convocatorias abiertas y financiadas por fondos públicos.
Nadie se atrevería a discrepar con que desde finales de 2019 la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2 ha cuestionado -y lo sigue haciendo aún- nuestra cotidianidad: cuarentenas, cese de empleos y clases, home office, saturación de centros asistenciales y, por supuesto, pérdidas de vidas. Además, en cada contexto, a esta lista se sumaron las propias contingencias locales: en octubre de 2019 se cancelaba a la mitad de su calendario la XXI Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile ‘Feria Libre de Arquitectura’ debido al inicio de lo que después sería catalogado como ‘estallido social’, una serie de protestas realizadas en las principales ciudades del territorio nacional en contra del sistema político-económico vigente en el país -que después de casi cinco meses amainó únicamente por la llegada de la pandemia e instauración de cuarentena en todo el país-; como consecuencia de estas protestas, el 25 de octubre de ese mismo año se realizó un plebiscito nacional en el cual masivamente los chilenos decidieron escribir una nueva constitución a través de una convención constituyente; después de la elección de todos sus miembros, la convención sesionó desde julio de 2021 a julio de 2022, momento en el cual presentó a escrutinio público la propuesta de nueva constitución que, en un nuevo plebiscito nacional realizado el 4 de septiembre de 2022, sería rechazada por un poco más del 60% de la población; como mecanismo alterno, a partir de enero de 2023 desde la cámara de diputados y senadores se empezará a constituir un comité de ‘expertos’ para el inicio de redacción de una segunda propuesta de constitución. Lo demás son hechos en pleno desarrollo.
Estos, y muchos acontecimientos más, aumentaron la expectativa, al menos disciplinar, sobre cómo las siguientes convocatorias al pabellón de Venecia y a la bienal nacional responderían a los cambios que la sociedad chilena demanda. La primera en hacerlo fue la Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile, que en su vigésima segunda edición realizada del 14 al 22 de enero de 2023 bajo el sugestivo slogan ‘Hábitats vulnerables’.
«Hábitats vulnerables, el tema de la XXII Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile, se ha propuesto abordar diferentes temáticas relacionadas a la vulnerabilidad de las ciudades y territorios. Entre ellas, la emergencia del déficit habitacional en un contexto en que los campamentos, la informalidad y las tomas ilegales de terreno se han incrementado en los últimos años; la vulnerabilidad y el deterioro de los espacios públicos; el urgente resguardo del patrimonio material; o la vulnerabilidad ambiental en un contexto de crisis climática. A través de exposiciones, debates y conferencias, este encuentro cultural buscará reflexionar e imaginar el potencial de la arquitectura y el urbanismo para plantear preguntas e imaginar respuestas para reducir esos hábitats vulnerables y mejorar nuestras formas de vida en tiempos de cambio y transformación…»
Cristóbal Molina, Loreto Lyon. https://www.bienaldearquitectura.cl/la-bienal/
Sin haber partido siquiera, la bienal ya se presentaba como un escenario polémico: la convocatoria a obras y actividades realizada en diciembre 2022 anunciaba que el evento se realizaría en el mes de enero, en pleno verano austral -las últimas ediciones se habían realizado en los meses de marzo y octubre, lo cual garantizaba mayor asistencia de público-; se sumaba al Colegio de Arquitectos como organizador el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y, en consecuencia, se asignaban directamente a Loreto Lyon y Cristóbal Molina como codirectores representando, respectivamente, a ambas instituciones; el slogan ‘Hábitats Vulnerables’ invitaba a debatir sobre como la arquitectura ha respondido a escenarios de escasez, precariedad y desigualdad en el territorio nacional; no se contemplaron las categorías de publicaciones ni de trabajos estudiantiles, suprimiendo la tradicional participación de las escuelas de arquitectura en la bienal; y, quizás lo más evidente, las actividades se realizarían en las inmediaciones del Palacio de La Moneda, sede del Poder Ejecutivo en pleno centro de Santiago de Chile. Separados por pocos metros de distancia, los transeúntes del centro cívico podían cruzarse -después pasar por sendas barreras de seguridad- con cuatro estructuras principales: una estructura neumática en la Plaza Bulnes diseñada por Smiljan Radic y los hermanos Nicolás y Pablo Schmidt, la reconstrucción en la Plaza de la Constitución de la estructura planteada por Montserrat Palmer en 1972 con motivo de la inauguración de la UNCTAD III, y dos pabellones más en la Plaza de la Ciudadanía –‘Un Monumento’ diseñado por Gonzalo Muñoz y Low Estudio, y ‘Sombras blandas’ a cargo de Jean Araya y Miguel Casassus-.
Estas particularidades fueron suficientes para que este evento, aparentemente irrelevante para los entendidos, propiciara la discusión y el debate de buena parte de los arquitectos chilenos. Lo relevante aquí radica en que quizás la mayor parte de esta discusión se dio ‘puertas afuera’ del pabellón principal, o mejor dicho, fuera de la propia bienal. En lugar de referirse a los contenidos desarrollados en cada una de sus actividades, desde medios digitales e impresos fue cuestionada la propuesta de la bienal y la relación con las ‘vulnerabilidades’ a las que se enfrentan los chilenos.
«Caminando por el centro de Santiago me topé con una extraña carpa metálica inflable, a pasos del Palacio de La Moneda, que parece haber caído desde la estratosfera. Adentro, un grupo de arquitectas y arquitectos conversan, en un lenguaje extraño y de manera sesuda, sobre los desafíos que existen en Chile respecto de las urbes y hábitats vulnerables. Curiosamente, el hermetismo de la carpa y su ubicación parecen representar parte del problema: desconexión con los dolores de la ciudad, cerca de los espacios de poder y muy lejos de los vulnerables, dos galaxias distintas.»
Francisco San Martín. El Mercurio, sección “cartas”; viernes 20 de enero de 2023, página A – 2.
«Hemos leído de todo en los posteos sobre la bienal que hemos hecho esta semana en la cuenta de Instagram de Santiago Adicto y nos alegra comprobar este “ruido” que se ha generado. Y eso que ni siquiera hemos dedicado una línea hasta ahora a las decenas de exposiciones y presentaciones que se han realizado al interior de la comentada estructura. Ha habido conferencias de lujo a costo cero, invitados internacionales y nacionales de primer nivel con el único requisito de inscribirse para no superar la capacidad del espacio. Un evento cívico en un barrio cívico. Qué maravilla.»
Rodrigo Guendelman. https://www.latercera.com/autor/rodrigo-guendelman/
Reflexiones como las de Francisco San Martín -quién fue coparticipe del evento al ser el actual presidente del Comité de Patrimonio Colegio Arquitectos del Colegio de Arquitectos de Chile- y Rodrigo Guendelman -conductor del podcast ‘Santiago Adicto’ de Radio Duna- son claro ejemplo de las apreciaciones antagónicas que sobre la bienal ha tenido la disciplina. Ciertamente parte de las audiencias cuestionaron, por un parte, la estructura inflable de 25 x 35 m. que se dispuso como sede de los conversatorios y charlas magistrales de la bienal. Su presencia fue comparada inmediatamente a través de las redes sociales con las construcciones espontáneas, efímeras y sobre todo precarias que sirven de cobijo a las personas en situación de calle que se encuentran también en las inmediaciones del Palacio de La Moneda; una ironía inconsciente por parte de sus autores. Sin desconocer dicha semejanza, otro sector de la disciplina destacó la especulación formal y técnica de los autores para poder conformar una estructura ‘desmontable’, ‘económica’ y ‘austera’ que permitió desarrollar la bienal en el propio espacio público. Entre medio, también apareció el debate sobre accesibilidad universal a raíz de una estructura que si bien contaba con una entrada -una abertura entre sus pliegues- no consideraba un acceso en su morfología totémica; caprichos formales de los arquitectos, alegaron algunos. Y, por otra parte, el slogan ‘Hábitats vulnerables’ también dividió a la audiencia: ciertamente la lista de invitados y ponentes consideró la presencia de autoridades -al alcalde de Iquique o a la Subsecretaria de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, solo por citar par de ejemplos-, organizaciones o colectivos -MujerArquitecta, Plus Chile, entre otros-, y miembros o líderes de comunidades ciudadanas; esto sugería que se abordaría lo vulnerable no solo desde enfoques disciplinares. Si bien los conversatorios propiciaron algunos debates ‘acalorados’ -como el cuestionamiento sobre si los modelos de co-construcción de viviendas desarrollados por Elemental alimentaban o no el propio problema de especulación de vivienda-, la mayoría del público esperó un discusiones más resolutivas o propositivas que retóricas. Donde, aparentemente, hubo consenso fue en los reconocimientos realizados a Joan MacDonald y Fernando Pérez Oyarzún, Premio Nacional de Urbanismo y Premio Nacional de Arquitectura, respectivamente.
Pero lo que queremos destacar es que este tipo de cuestionamientos a propósito de la bienal son evidencia del propio estado que tiene la arquitectura, no como obra construida sino como disciplina, actualmente en Chile. Durante los últimos treinta años, en la denominada ‘vuelta a la democracia’, la atención ha dejado de estar centrada en la discusión sobre las particularidades formales, materiales o espaciales de los edificios o las ciudades; estas son implícitamente asumidas como conservadoras, caducas o irrelevantes. En su lugar, muchos historiadores, teóricos y críticos locales se han decantado por reflexionar sobre las implicaciones que las nuevas obras tienen, o no, sobre el contexto en el cual han sido realizadas. En la misma línea argumentativa que propone, por ejemplo, Andrés Jaque, la producción arquitectónica reciente en Chile es principalmente estudiada a partir de su cualidad semántica de ‘signo’ o ‘dispositivo’, es decir, de instancias capaces de representar discursos, agendas e ideologías. En este sentido, lo relevante de la XXII Bienal de Arquitectura y Urbanismo no ha radicado en lo presentado y conversado en cada una de sus actividades, sino en el significado que ha tenido para la disciplina de la selección y exposición de los temas, obras e invitados con los que contó el evento.
«Para la historia del arte, este traslado ha implicado considerar a una obra de arte como un objeto de estudio solo en cuanto forma parte de una exposición; es decir, cuando adquiere una vida pública en conjunto con otras obras a través de su inclusión en un proyecto curatorial. De esta forma, la historia de las exposiciones es un componente más del giro curatorial en el arte. Manifestado por la proliferación de programas de estudio, bienales, instituciones e investigaciones en torno a la curatoría, es un giro que ha desbordado los límites del arte insertándose en las prácticas de otras disciplinas.»
Fernando Portal. “Para una historia de las exposiciones de arquitectura”. Lo nuevo, de nuevo. Bienal y arquitectura en Chile (Santiago: Ediciones ARQ, 2021) 12.
Compartiendo la premisa abordada por Fernando Portal -académico cuyo objeto de investigación junto a otros académicos han sido las propias bienales de arquitectura realizadas en Chile desde 1977-, la vigésima segunda edición de la Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile puede ser interpretada como una bienal de transición, al menos en intención, tanto a nivel logístico como curatorial. Indudablemente, si en el plebiscito nacional del pasado 4 de septiembre de 2022 la ciudadanía hubiera aprobado la propuesta de nueva constitución, mas bien la bienal hubiera sido planteada como un punto de partida para intentar alinear las agendas de la disciplina con las políticas estatales; pero no lo fue. Eso sí, la presencia del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio como nuevo coorganizador del evento puede presumirse que se mantendrá al menos mediano plazo, lo cual implicará que se mantiene intacta la idea que buena parte de la agenda gubernamental en el campo de políticas urbanas y de vivienda estarán tendrán un lugar protagónico en siguientes ediciones. En el caso discursivo, enfocarse en pleno 2023 en el papel o el rol de los arquitectos en escenarios de desigualdad y abandono no es para nada vanguardista: las últimas ediciones de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, de la Bienal Panamericana de Quito y de la propia Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile -solo por referirse a algunas de las bienales más relevantes a nivel regional- decidieron abocarse a destacar aquellas arquitecturas ‘al margen’, ‘excepcionales’ y/o ‘comunes’ y ‘corrientes’, respectivamente. En este sentido, la presente edición de la bienal ha procurado explícitamente acoplarse a esta agenda, al menos discursivamente, garantizando así una zona de confort frente a las posibles críticas que les permita encargarse de la planificación del siguiente modelo de gestión de las siguientes ediciones del evento.
Lo bueno es que no es necesario esperar dos años hasta la siguiente bienal nacional para revelar si estas interpretaciones son asertivas o no, pues el siguiente round se encuentra a la vuelta de la esquina: la XVIII Bienal de Arquitectura de Venecia, en la cual la curadora Lesley Lokko intentará que bajo el slogan ‘El Laboratorio del Futuro’ la producción arquitectónica del continente africano sea la protagonista del evento. Por ahora solo podemos identificar que, a cuatro meses de que se inaugure dicha instancia, se percibe la misma sensación de incertidumbre con respecto al pabellón que representará a Chile en Venecia que en la víspera de la ahora pasada Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile.
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