José Agustín: caminatas, fiestas y subversión
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16 septiembre, 2022
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
En el capítulo titulado “El lugar de una ciudad”, contenido en los tratados de Vitruvio, el arquitecto reflexiona sobre el sitio idóneo para erigir urbanizaciones fortificadas. Su primer consejo tiene que ver con el clima y su “buena” o “mala salud”. Para Vitruvio, el lugar en sí mismo alberga posibles beneficios o nocividades que afectan directamente al habitante; es decir, la salud proviene de donde se construye. El tratadista apunta que “si los vientos traen consigo nieblas de los pantanos y, mezclado con la niebla, el aliento venenoso de las criaturas de los pantanos, todo esto se arrastrará a los cuerpos de los habitantes”, infringiéndoles daño. Sin embargo, para Vitruvio esta perspectiva abarca a lo vivo y a lo no-vivo, al cuerpo humano y a la superficie de los graneros donde se almacenan las cosechas. Además, si el arquitecto quiere entender por qué se debe contemplar al clima, dice Vitruvio, basta con que considere la naturaleza de, entre otros animales, los pájaros. Éstos requieren de su propia “salud” climática para desenvolverse en sus entornos. “Por tanto, si todo esto es como hemos explicado, nuestra razón muestra que los cuerpos de los animales están formados por elementos, y estos cuerpos, como creemos, terminan debilitándose como resultado de exceso o deficiencia de éste o aquel elemento, por lo que no podemos dejar de creer que debemos tener mucho cuidado para seleccionar un clima muy templado para el sitio de nuestra ciudad”. El cuerpo de los animales es un punto de partida para quien proyecta una ciudad; para poder hacer que el entorno construido sea una extensión del entorno climático.
Pero, ¿podemos decir que, desde los tiempos de Vitruvio, la fauna tiene un sitio urbano? Recordemos las fotografías que se difundieron ampliamente a los inicios de la pandemia en las que zorros, venados e incluso cocodrilos fueron captados mientras caminaban por las calles o reposaban en parques, sitios que, en principio, no les pertenecen. Pareciera que los animales se encuentran al margen de las dinámicas urbanas, y que los arquitectos no les tienen mucho que aprender para imaginar los espacios que serán habitados por una diversidad de cuerpos humanos y no-humanos, aún cuando exista una larga historia de coexistencia espacial entre la humanidad y los animales. Como lo comenta Tom Wilkinson en su ensayo “Edificios para animales”, publicado en The Architectural Review, es posible que la estructura de los entornos domésticos pueda ser modificada para incluir la compañía animal, como el jardín de María Antonieta donde moraban sus mascotas, o la casa para los patos para el miembro del parlamento británico Peter Viggers. Pero, apunta Wilkinson, a pesar de que es posible que compartamos nuestras casas con animales (y que esto a veces puede ser un gesto de exhuberancia monárquica), vivir como animales “está visto como algo abyecto; ‘eres asqueroso como un animal’ es una burla, y si dejas las puertas abiertas es como si hubieras nacido en un granero. Con esto en mente, la arquitectura ha sido utilizada intencionalmente como una herramienta deshumanizadora con las estructuras de cautiverio animal”. Los animales sólo pueden vivir en jaulas, ya sea que éstas estén diseñadas por Cedric Price, como el caso del zoológico de Londres, o sean las que utiliza el cazador.
Con esto en mente, podemos traer a colación otro tratado: El sistema de los objetos de Jean Baudrillard, un título con una influencia importante en el diseño y la arquitectura. Mientras que Vitruvio hablaba sobre la convivencia de lo animado y lo inanimado, Baudrillard funde esta distinción con una descripción singular: “¿Puede clasificarse la inmensa vegetación de los objetos como una flora o una fauna, con sus especies tropicales, polares, sus bruscas mutaciones, sus especies que están a punto de desaparecer?” Para Baudrillard, el diseño y la industrialización de materiales y objetos es un problema de taxonomía biológica, y el “ambiente”, un aspecto que mantiene similitudes con el “clima” ya que está referido al entorno donde se desarrolla el diseño, es lo que estructura el sentido de los objetos según su colocación. El arreglo de los colores, la disposición del mobiliario y las decisiones en acabados es lo que construye una especie de intangibilidad que, paradójicamente, define las cualidades o los errores del diseño. Apunta Baudrillard: “Un material resume este concepto de ambiente, en el cual podemos descubrir una suerte de función moderna universal del entorno: el vidrio. Según la publicidad es el ‘material del porvenir’, que será ‘transparente’ como todo el mundo sabe: el vidrio es, a la vez, por consiguiente, el material y el ideal que hay que alcanzar, el fin y el medio.” A decir del filósofo, el vidrio, por su ligereza, representa la disolución definitiva entre el adentro y el afuera, por lo que los espacios interiores pueden tener una relación más directa con un afuera al que se enmarca para añadir valor al proyecto: un cuarto con vistas siempre es más atractivo.
Jarred Goodman, miembro de la organización Gente por el Trato Ético Animal (PETA, por sus siglas en inglés) ha declarado que los arquitectos podrían “prevenir billones de muertes de pájaros provocadas por edificios de cristal o espejados”, según reporta el sitio Dezeen. El activista menciona que el choque en la superficie de los edificios es la principal causa de muerte en especies aviarias, mencionando que esto se da “por mera negligencia o simple indiferencia”, algo opuesto a lo que sucede con industrias que ejercen crueldad de manera más activa, como la producción de pieles para la moda. Para Goodman, todo podría evitarse con una simple enmienda en el diseño: películas que tengan impresos patrones que puedan ser percibidos por los pájaros y que no intervienen de manera visible sobre el vidrio. Goodman llama a todos los arquitectos a tomar responsabilidad y acción ante lo que representa un problema: los pájaros mueren de causas no-naturales. Una primera conclusión es que los arquitectos no han hecho nada y es probable que no lo hagan. Pero la cuestión no es tan aislada. Si el vidrio significó una posibilidad para modular mejor la “salud” del clima y controlar los entornos de los edificios, el ideal al que se debía aspirar, ahora significa un desafortunado destino para todas las criaturas aladas que, a decir de Vitruvio, podían darles importantes lecciones a todos los interesados en buscar el sitio más idóneo para levantar una ciudad.
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