20 junio, 2017
por Arquine
Javier Barreiro: Uno tiende a pensar, sobre todo los que no son arquitectos, a ver la arquitectura como un objeto, como un objeto estático que interesa en la medida en la que está construido y terminado. Y, en realidad, viendo una revista, una publicación, un libro, ese estatismo se acentúa todavía más, porque una foto es un instante congelado, y lo que pasó antes o después no se ve.
Bernardo Gómez Pimienta: A mí me interesa muchísimo más el proceso de la arquitectura, que sienta un tiempo de reflexión, el poder imaginarse, el poder diseñar cualquier tipo de edificio, desde algo muy pequeño, empiezas con una idea, empiezas a hacer esbozos, a probar, a responder al contexto y sus necesidades y poco a poco va surgiendo un proyecto que necesita tiempo de maduración. Es algo que muchas veces se nos olvida. Muchos desarrolladores o clientes te dicen que quieren tener una casa en dos meses. Y no es una cosa de meter muchísima más gente, es una cosa como una fruta: necesita madurar, necesita que las cosas encuentren su lugar y que vayan cayendo los excesos, que empiece a quedar el elemento que conocemos.
Carlos Jiménez: ‘Proceso’ se puede definir también como las huellas digitales del transcurso o la evolución de un proyecto, pero también, para entender la arquitectura más allá de su glamour de objeto, hay que entenderla en sí como un proceso que nos va alimentando a través del tiempo. Es muy importante para los estudiantes, y para todos nosotros, entender que vivimos en un mundo de suma velocidad donde muchas veces esa velocidad nos da a entender el tiempo como si fuera algo muy fugaz, pero yo estoy completamente de acuerdo en que lo más bello de la arquitectura, su placer más intenso y más evocador, reside precisamente en entender el tiempo.
Hoy, uno de los problemas que tenemos en la arquitectura es que los procesos se quedan congelados en el autor. Esto hace que la arquitectura tenga una vida muy corta, como si una canción no pudiera tener más interpretes, porque el único que la puede interpretar es el propio autor.
CJ: Para mí, el proceso arquitectónico empieza en una relación casi literaria con el cliente. Preguntas y respuestas que me permiten entender qué es lo que quieren, cómo podemos trabajar en una complicidad que pueda durar mucho tiempo, aproximar el propio proceso del cliente, cómo piensan de su proyecto. Una vez que te dan una agenda, un programa, tú tienes los instrumentos para negociarlo. Un cliente generalmente no tiene esos instrumentos. Es esencial que te digan qué es lo que quieren realizar, no lo que yo les voy a dar. ¿De qué es ese lugar?
JB: ¿Son preguntas que van más relacionadas al tipo de experiencia y de función, que no de forma?
CJ: Precisamente. Cuando me vienen con imágenes de una revista y me dicen “mira que bello” les pregunto: “¿por qué es bello?” Y me dicen: “mira como entra la luz” o me dicen algo de la experiencia. Entonces sí me interesa.
BGP: También hay que leer entre líneas ya que muchas veces te dicen cosas que al final no acaban siendo exactamente lo que quieren. Hay que desgranar las ideas. Otra parte fundamental es el contexto donde esté ubicada la construcción y, poco a poco, vas llegando a una solución. Es una cosa de buscar, de encontrar. No es una imagen que te llega completa, es una cosa de ponerte a trabajar, a veces en un trabajo personal, a veces en colaboración. Finalmente, la arquitectura es un trabajo de colaboración.
Hablando del efecto que tiene una canción para capturar un espacio en el tiempo, no sólo capturarlo sino pintarlo, un gran artista puede pintar cosas que nosotros no nos imaginamos a través de la lírica o de la música propia. El gran don de un autor es darnos este mundo completo y cohesivo. Por ejemplo, Abalancha es una canción extraordinaria, porque es Leonard Cohen quien nos guía a través de su ansiedad existencial, de su propia condición de ser humano, de sus sentimientos y sus reflexiones sobre el amor. Es extraordinaria por cómo el compone su propia ansiedad. Me encanta la construcción. Estoy hablando de canciones realmente no sólo por su lírica, sino como construcciones. Es un proceso de construir un mundo que se nos aparece y se nos sigue apareciendo.
CJ: Es curiosa la idea de la inauguración de una obra. Es una doble felicidad. Tú terminas un proyecto y hay una cierta tristeza, porque entregas la llave y esa llave ya le pertenece a alguien más, pero también empiezas a ver que tu labor apenas empieza. Es importante entender el proceso de la arquitectura como un desenlace de la vida propia de la obra, eso para mí es lo más bello: cuando uno entrega un proyecto. Te das cuenta de que pudiste hacer lo que pudiste hacer, que hay errores. Tú los ves. Nunca hay una obra infalible, siempre es una obra humana, una obra llena de deseos y aspiraciones, también de pequeñas cosas que pudieron ser distintas y, de pronto, te das cuenta que la obra ya empieza su propio proceso, se abre a su vida. Eso es muy fortalecedor. Te da mucho ánimo para emprender otro proyecto que va a empezar esa misma vida.
BGP: Esa vida a veces son las intervenciones del cliente, que a veces empieza a cambiar cosas, a cambiar colores, a poner materiales…
CJ: ¿Sabes que eso a mí me molestaba antes? Cuando era más joven, lo sentía como un insulto, pero me di cuenta que cada vez más me gustaba hacer arquitectura que tuviera buenos huesos para que resistiera al final. Eventualmente, toda la arquitectura pasa por una serie de transformaciones que nunca nos podremos imaginar, pero, si la has hecho bien, perdura. Uno de los problemas que yo veo en nuestro conocimiento actual de la arquitectura es que nunca envejece, porque se queda petrificada en la imagen, cuando en realidad la arquitectura es cada vez más bella a través de ese enriquecimiento en el tiempo, incluso cuando envejece por razones de mala construcción o mal cuidado. Tú ves la obra de Barragán, por ejemplo su casa, con sus grietas y es como ver al ser humano enriqueciéndose a través de estos matices que son tan esenciales para la arquitectura. La arquitectura no se puede entender tan sintéticamente o tan paradójicamente abstracta a la vida propia. Yo así no lo entiendo.
BGP: El mundo es cada vez más pequeño, y tenemos muchos temas similares en diferentes lugares, pero yo creo que el color de cada ciudad, de cada región, tiene una influencia importante. La arquitectura tiene algunas ideas que sí son cada vez más globales, pero, al final, acaba siendo lo local lo más importante y lo que hace interesante la arquitectura.
CJ: Hoy confundimos globalización con un estilo permisible, a todo dar, en cualquier país del planeta y no es así, porque realmente nuestro entendimiento global son los problemas que compartimos como humanidad, del medio ambiente, de la población, de la pobreza. Esos son problemas globales. La arquitectura no puede ser exiliada a este mundo en formas e imágenes que no tienen mucho que ver con el lugar donde se resuelve, que es en lo local. Ése es realmente el intercambio universal, ésa lucha con lo local, porque todo se vierte en esa condición. Eso es lo que hace que la arquitectura sea tan rica.
JB: Las obras notables no tienen pasaporte pero, al mismo tiempo, no hay ninguna obra que valga la pena que sea un genérico como en los medicamentos. Todas las grandes cosas están arraigadas.
NOTA AL PIE: Esta entrevista fue realizada en febrero de 2011.