Entrevistas

Legorreta sobre Goeritz

Legorreta sobre Goeritz

4 abril, 2013
por Arquine

Ricardo Legorreta: Cuando conocí a Luis [Barragán], que me impresionó muchísimo, casi como una referencia, también conocí a Mathias Goeritz. Entonces les dije a los dos: ahora tengo esta chamba enorme del Hotel Camino Real, quiero invitarlos a ser parte del equipo que estoy formando.

Miquel Adrià: ¿Qué vino antes, la fuente o la celosía?

Ricardo Legorreta: La fuente. Empezamos a hacer unos ensayos con un ingeniero hidráulico para ver cómo podríamos generar el concepto de la fuente.

Ana Terán: ¿La ola?

Ricardo Legorreta: La ola. Él encontró que la solución era inyectar agua en el fondo de media esfera y también succionarla en el fondo, lo que produce un movimiento rotatorio, no muy ligado técnicamente con una lavadora pero su equivalente. Fue entonces que decidimos: así se va a hacer y para cerrar el patio inventamos el octágono, cerramos con la reja. La historia de la reja es curiosísima.

Ana Terán: ¿La celosía?

Ricardo Legorreta: Sí, Josef Albers me mandó un librito con sus cuadros de colores. Yo los recorté, los pegué en bloques de madera y los tenía en el despacho. Un día estábamos estudiando la plaza, viendo si poníamos un jardín o no, y Mathias Goeritz preguntó: ¿a qué artista podemos traer? Y le enseñé los bloques de madera: Aquí está, ya hecha. Mathias opinó que estaba fea, pero después se la adjudicó.

Miquel Adrià: Era bueno para eso, ¿no?

Ricardo Legorreta: Uf! A mí me tocó el pleito de él y Luis Barragán en pleno.

Miquel Adrià: ¿El de las Torres de Satélite?

Ricardo Legorreta: Los invité a los dos de viaje, a Mathias para buscar artistas y a Luis por argüendero, y nos fuimos a Nueva York, los tres grandotes. Llegamos a Nueva York y Mathias tenía ya organizados cocteles por todos lados y citas con tal o cual persona, y en la galería de tal. Al tercer día, Luis me dijo: Mira, no soy tan pendejo, no hablo inglés, pero me doy cuenta que Mathias ya se adjudicó las torres, así es que yo ya me voy de regreso… En México empezó una lucha pasional y el motivo había sido aquel viaje. Entonces yo les insistía: Por favor, eso ya lo hicieron ustedes hace veinte años, ¿cómo van a romper una amistad como la suya? Se los dije desde un principio: si se quieren adjudicar el Camino Real, adjudíquenselo, en veinte años yo espero estar haciendo otras cosas. Mathias Goeritz era un manipulador impresionante, entonces, estando Calder en México, nos echamos unos tequilas en el despacho los tres, como cinco tequilas, y fuimos a ver el salón del Camino Real donde apenas iban a colar la losa. Estaba lleno de andamios y Calder me dice: El presupuesto es para hacer esto, tú me dices que querías hacer un espacio en el que pudieras caminar y sin embargo que estuviera vacío, tienes el ejemplo de los polines, yo te voy a hacer algo así… Ahí me di cuenta que te podía corregir un artista, cambiar radicalmente para bien, y ya después lo fui confirmando.

*Tomado del libro Adrià, Miquel y Castillo, Jose, El verdadero lujo está en el espacio (2012), Arquine, PP, 20, 30-32, 72.

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