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10 septiembre, 2013
por Ana Maria Leon | Twitter: @amlblog
A mediados del siglo XIX, Pamela Ann Cunningham (1816-1875) lideró la campaña que rescató la casa de George Washington del olvido y el deterioro. Se convirtió así en la fundadora del movimiento de preservación y restauración arquitectónica en Estados Unidos. Sin embargo, Cunningham generalmente es una anécdota secundaria en la historia de los movimientos de restauración arquitectónica—una mujer con demasiado tiempo entre las manos que se obsesionó con la historia. Cunningham es un precedente interesante en la historia de las mujeres en la arquitectura del continente americano. Como ella, muchas mujeres encontraron maneras de abordar la disciplina de una manera expandida. En otras palabras, para comprender el rol que las mujeres han jugado en la arquitectura, debemos entender que para sortear los múltiples obstáculos a su paso (familia, prejuicios, educación, etc.) las mujeres a menudo encontraron espacios no tradicionales para la práctica. Propongo que a de los múltiples ejemplos de mujeres que practicaron la arquitectura de manera convencional, debemos sumar a muchas mujeres que encontraron otras maneras de aproximarse a la disciplina, y que al hacerlo contribuyeron a la expansión del campo de la teoría y la práctica.
Lina Bo Bardi y Ray Eames fueron incansables coleccionistas de objetos, y su aproximación a la profesión va muy ligada a esta afición—Denise Scott Brown también es parte de este grupo. Visitas a las casas de Bo y Eames, y fotografías de Scott Brownconfirman una imagen muy distante de la impecable casa moderna. La casa de vidrio de Lina Bo es una vitrina para un sinnúmero de objetos y tereques que pululan, trepan las paredes, y espían a los turistas desde las ventanas (figuras 1, 2). Este eclecticismo y apertura a la diferencia es parte también de sus proyectos—desde las rampas del SESC Pompeia hasta el carácter juguetón de las sillas Eames, hasta el sentido del humor presente en tantas obras de V&SB—la obra de estas mujeres va muy distante del modernismo canónico del cual provienen, y al cual nunca sintieron la necesidad de rendir cuentas. Bo operó también como editora de la revista Habitat (figura 3), continuando su experiencia en Domus, y como curadora de “Bahia en Ibirapuera,” en la V Bienal de São Paulo (1959, con Martin Gonçalves). Da la casualidad que estas tres mujeres son también famosas por ser parte de una dupla, un equipo marido-mujer que les dio acceso a la práctica—una realidad problemática cuya crítica queda para otro día.
Otro ejemplo importante en el contexto de la práctica expandida es el de las escritoras como Ada Louise Huxtable y Marina Waisman(figura 4). Huxtable ha sido descrita como la inventora de la crítica arquitectónica: “… inventó una nueva profesión,” diría el editorial del New York Times cuando lo dejó en 1981. Podría decirse también que Waisman fundó la crítica arquitectónica en América Latina: fue la editora de las revistas Summa y Summarios y escribió varios libros difundidos para el público hispanoparlante (figura 5). Y yo me pregunto, ¿es coincidencia, que tanto en inglés como en español (disculpas para mis colegas brasileñas), la crítica arquitectónica del continente halla sido fundada por mujeres? ¿Será tal vez que la crítica, relegada bajo la práctica, fue un espacio más fácil de ocupar y en donde operar con relativa independencia? Desde sus respectivos puestos, y de maneras totalmente diferentes, Huxtable y Waisman hicieron una labor de crítica directa, difícil, y certera—cada una con un criterio propio de lo que la arquitectura tenía que ser y hacer. Jane Jacobs y Saskia Sassen son ejemplos de crítica de la ciudad. Hay muchos más.
Finalmente, quiero mencionar en el campo de la práctica a las arquitectas olvidadas. Aquí hay muchos ejemplos, desde Marion Mahony, una de las primeras mujeres en recibir un diploma de arquitecta (1894) y la primera persona en ser contratada por Frank Lloyd Wright, a Itala Fulvia Villa y Natalie de Blois. De Blois, recientemente fallecida, ha tenido un breve relapso en las noticias. Su papel relegado en SOM, como parte del equipo de diseño junto a Gordon Bunshaft, pone en evidencia el lado escondido de la profesión.
El caso de Villa es más oscuro aún. Fue parte del Grupo Austral y practicó la arquitectura en Argentina desde fines de los 1930—es ella quien le envía información gráfica a Jorge Ferrari Hardoy, trabajando en Paris con Le Corbusier para el Plan de Buenos Aires. Posteriormente la encontramos haciendo un estudio para un “gigantesco plan de villas populares en el Bajo Flores” en 1945 (Liernur, La Red Austral, p. 275). Luego se pierde de vista. No es la única—revisando archivos en Buenos Aires, me encuentro con muchas arquitectas graduadas en la primera mitad del siglo XX (figura 6). Estas mujeres nos recuerdan que la arquitectura no es necesariamente una labor unitaria, es un trabajo en equipo que siempre mejora con colaboración y la conversación. El Howard Roark de las películas lo único que logra es prolongar el mito de que debemos hacerlo todo, y a solas. Es una fantasía en la que nadie gana.
A todas estas mujeres les tenemos una deuda pendiente, no por ser mujeres, si no porque los obstáculos que tuvieron que enfrentar pueden ayudarnos a comprender y cambiar los problemas de la práctica contemporánea. No se trata sólo de elaborar listas de mujeres que han ejercido la profesión. Aunque estas listas ayudan, es importante comprender que a través de su lucha, las mujeres han expandido el campo de la práctica. Desde la preservación histórica, a la crítica arquitectónica y el coleccionismo bordeando en la curadoría, y finalizando con los aspectos más pragmáticos de la práctica: el caso es que las mujeres en la arquitectura americana no sólo están presentes, si no que son inescapables: una vez que comenzamos a verlas están por todas partes. Nos queda la responsabilidad de escribir sus historias, para recordar que siempre han hemos estado aquí. Las mujeres siempre hemos sido parte del diseño, construcción, y discusión del entorno. Comprender esta práctica expandida significa también comprender mejor nuestra disciplina.
Links de interés
La reciente iniciativa del grupo Women in Design para que el premio Pritzker reconozca la labor de Denise Scott Brown (omitida del premio el año que su socio y esposo Robert Venturi lo ganó) ha sido reorientada al grupo Design for Equality. Aunque el Pritzker decidió ignorar la petición, el movimiento ha generado muchas conversaciones sobre el problema de la mujer en la arquitectura. El Architectural League NY está recordando su exhibición y publicación de 1977 sobre el tema. El MoMA ha planeado una exhibición sobre mujeres modernas y el diseño para el 2014, que viene a complementar una publicación anterior sobre mujeres artistas. El grupo travesía es una plataforma establecida para diseminar el diseño latinoamericano, uno de sus proyectos incluye investigación sobre mujeres arquitectas de Latinoamérica. Hay más proyectos en camino. ¿Tal vez el próximo sea organizado por alguien que lea este artículo?
[Figura 1] Lina Bo, Casa de Vidrio. Detalle.
[Figura 2] Lina Bo, Casa de Vidrio. Detalle.
[Figura 3] Lina Bo, Revista Habitat.
[Figura 4] Marina Waisman, “Córdoba y su Arquitectura” Revista Summa 1973.
[Figura 5] Marina Waisman, ed. Revista Summarios.
[Figura 6] “Nuevos graduados egresados de la Escuela de Arquitectura,” Revista Nuestra Arquitectura (Buenos Aires, 1939).
Todas las imágenes cortesía de la autora.
*Ana María León es arquitecta y candidata doctoral en MIT