Azcapotzalco: las petroleras y un encuentro con el destino
Nací en Tula (Hidalgo), pero, por varias razones, siempre me hizo feliz la idea de vivir en la Ciudad de [...]
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¡Felices fiestas!
18 mayo, 2023
por Carlos Will | twitter: @_tlatelolco | instagram : @carloswill_
Poco tiempo después de que llegué a vivir a la ciudad de México, tuve un afortunado encuentro en una librería de viejo en Miguel Ángel de Quevedo: un pequeño tomo con una portada no demasiado atractiva y notoriamente descolorida por los años, que sin embargo se convirtió pronto en un objeto personal entrañable y sobre todo, en una especie de portal del tiempo, a través del cual, los autores me transmitieron curiosidad y pasión.
Durante más de dos años me empeñe en dedicar, prácticamente todos mis tiempos libres a visitar las más posibles, de las obras que reúne el libro “Catálogo de Arquitectura Contemporánea de la Ciudad de México “de Louise Noelle y Carlos Tejeda, el cuál fue editado con el apoyo del fomento cultural Banamex, en el año 1993, el mismo año en que nací.
Ordené las obras por accesibilidad, comenzando la lista por aquellas que además de su cercanía, eran espacios públicos o cuyo acceso no tenía costo. La lista concluía con aquellas obras que han sido destruídas o fatalmente modificadas, hasta el punto de no poderlas reconocer.
Esta es la segunda parte de mi crónica en estos edificios:
4. Fuentes y bebedero de las arboledas 1958-1960
Luis Barragán
Llegar hasta esta zona fuera de los límites de la ciudad me supuso un recorrido largo por el periférico hasta arribar a la colonia las arboledas, una zona en donde las calles que antes eran abiertas, se han ido convirtiendo gradualmente en privadas. Milagrosamente, (aunque quién sabe si afortunadamente), dos obras de Luis Barragán, a quien conocemos por su elitista costumbre de esconder la belleza detrás de muros gigantes, se encuentran en plena calle, en pleno espacio público. Se trata de dos fuentes, proyectadas con las ecuestres finalidades de este fraccionamiento, en donde seguramente pensaron que la mancha urbana nunca llegaría a tocar, y con ella los problemas de inseguridad, contaminación, etc.
La primera fuente que encuentro en el polvoso camino, me provoca una suspicacia importante, no parece que la hubiera hecho Barragán, la sospecha aumenta después de haber visto desde la ventana del coche, un pastiche mal ejecutado y de una escala muy escueta en la entrada del fraccionamiento, de la fuente de los amantes, (cuyo original se encuentra en otra zona de la colonia, ¿adivinen que? privada también). Pues resulta que no, la fuente sí fue proyectada por Barragán, pero dista muchísimo en acabados y entorno de las fotografías espléndidas que existen en muchas publicaciones sobre la obra del arquitecto tapatío.
Caminando lo que sentí como más de un kilómetro sobre un parque lineal, algo seco, me encuentro finalmente con la imagen ruinosa aunque no por ello poco impactante, del bebedero con el gran muro blanco en el que se reflejan lentas las sombras de los eucaliptos; el bebedero está seco, me asomo a su interior y me encuentro con envolturas de plástico y otras basuras. Hace poco cierto conocedor y entusiasta de la obra de Barragán, me hizo saber que las fuentes se encuentran hoy cercadas, con la poco creíble excusa de que están en restauración; veremos con el tiempo cuál será su destino.
5. CAPFCE Fábrica de escuelas 1967
Francisco Artigas
No tenía este edificio en el radar, hasta que un día, visitando otros espacios en Coyoacán, me lo topé de frente; mi asombro fue grande al encontrar un edificio semejante en un entorno en el que todo son casas medio coloniales con bardas enormes; se trata de un solar de dimensiones importantes, tapizado con un pasto extremadamente cuidado y bien cortado, en el que pareciera haber aterrizado el edificio blanco y porticado de Artigas. Luego de tomar algunas fotos del edificio desde la calle, me abalancé a su escalinata, y ya dentro del pórtico pude notar la presencia de los espejos de agua, discretos y pequeños, perfectamente limpios.
No me atreví a cruzar el umbral de la puerta, pues los enormes vanos acristalados permiten vislumbrar el poco interés del contenido del edificio-vitrina, oficinas y oficinistas. Sin embargo, descubrí un sendero que parte el pasto perfecto en dos secciones y comencé a caminar por él, en eso estaba cuando a lo lejos empecé a escuchar gritos, nada menos que de un par de guardias que se acercaban todavía masticando la comida, a indicarme que estaba prohibido el paso, y también tomar fotografías de la zona de la acera hacia dentro de la propiedad, y que tenía que borrar las que había tomado; me aproveché de su inusitada amabilidad, para no hacer tal cosa, y explicarles que tomaría fotos solo desde la calle, con lo que parecieron estar de acuerdo.
Comencé entonces a imaginarme entrevistando a los arquitectos que idearon este tipo de edificio, ¿Sabían que estaban condenando a esa obra a una vigilancia perpetua, sin la cual, el edificio queda desprotegido? ¿Imaginaron acaso qué pasaría si cesaran las funciones del edificio algún día y tuviera que quedarse a su suerte? De ser afirmativo, seguro pensaban que para entonces ya no estarían en este plano, y no tendrían por qué afrontar semejante responsabilidad. Tendrían razón.
6. Hotel Camino Real Legorreta Arquitectos 1968
El hotel Camino Real de Polanco es uno de los edificios que más veces he visitado, y al que más visitantes he conducido; les muestro el hotel como si fuera mío. Nunca se me ha acercado el personal del hotel a preguntarme con las peores sospechas mi número de habitación, como sí me ha ocurrido en otros hoteles de postín, mucho menos interesantes, en los que he entrado a curiosear. El complejo me parece un milagro, que a pesar de las desafortunadas modificaciones que le hacen cada cierto tiempo, ha resistido con honor como la pieza emblemática que fue desde su inauguración; Un hotel que también es un museo, en cuya proyección metieron la cuchara los artistas y arquitectos más flamantes de la época.
A pesar de que por razones más o menos obvias, los jardines interiores y la zona de la alberca está reservada para los huéspedes, tiene muchos espacios que pueden ser visitados por cualquiera sin el menor cuestionamiento, y sin duda, la pieza clave en materia de espacio público es su acceso. Con una fuente de la que se ha especulado mucho y poco queda claro, este espacio puede ser transitado a pie, en coche e incluso hasta en bicicleta; pero fue durante la cuarentena ocurrida a inicios de la pandemia del COVID 19, cuando tuve un encuentro único con la arquitectura de este acceso; El hotel había interrumpido totalmente sus actividades y servicios por primera vez desde su apertura, el amplio acceso de bahía al lado de la fuente fue encofrado en una enorme caja de panel de yeso, los ventanales del lobby y la discreta entrada al estacionamiento, estaban tapiados; dejando así una especie de plaza cuyo único elemento era el enorme cráter perfectamente semiesférico de la fuente vacía, rodeada por el gran muro amarillo, la celosia rosada y el silencio inquietante que bajo el intenso sol de aquel día parecía el delirio llevado a la realidad de un cuadro de De Chirico. A pesar de lo mucho que he visitado el hotel después de esta experiencia, no he vuelto a ver la fuente vacía, y no se si la volveré a ver.
7. Taller de Arquitectura Agustín Hernandez Navarro 1974-1976
En febrero de 2022, cierta galería itinerante de arte contemporáneo, conocida por conseguir los espacios temporales más espléndidos, logró organizar una muestra dentro de lo que durante mucho tiempo fue el taller de Agustín Hernández, posiblemente su obra más difundida y en la que se consuman todas las preocupaciones que su trabajo buscaba solventar; Para entonces la oficina de arquitectura se encontraba ya vacía y el arquitecto retirado. El día de la inauguración, pudimos no solo acceder a la enigmática estructura, sino acercarnos a Agustín quién era posiblemente el último gran arquitecto vivo, de la generación que aparece en el libro editado por Banamex. Con sonrisa y un aire de personaje mitológico, soltó una que otra firma sobre los libros de unos pocos afortunados antes de salir a fumarse un cigarrillo y desaparecer.
Sobra decir que la experiencia de recorrer los espacios de la casa estudio sin limitaciones fue única. Pero al observar la parte trasera desde adentro, (que casi nunca se ve en las fotos y tampoco se puede apreciar desde el frente), fue cuando comencé a entender que la casa estudio se separaba gradualmente y por capas del espacio público, aún cuando parecía estar inmersa en él. La estructura, de cualidades escultóricas, tiene un frente monolítico, que se abre por detrás y los costados hacia el vacío implacable debido a las cualidades de su emplazamiento (un terreno de pendiente pronunciada). Esta particularidad me parece emocionante, pues logró concretar lo que muchos intentaron pero no lograron, o lograron parcialmente: hacer un edificio sin bardas y con una escala pública muy considerable, pero que al mismo tiempo es impenetrable, y por lo tanto, seguro. En la casa estudio de Agustin Hernandez, La reja es el vacío, Si hoy la casa se encontrara deshabitada y sin uso, no correría riesgo ni estaría condenada a la vigilancia permanente. Ojalá en algún momento se logren las intenciones que la galería propuso por ese entonces, de abrir la casa estudio al público, y podamos disfrutar y analizar con más facilidad, esta obra cumbre.
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