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Columnas

La Plancha. Mérida busca reconciliarse con el espacio público

La Plancha. Mérida busca reconciliarse con el espacio público

3 enero, 2024
por Lorenzo Díaz Campos | Twitter: @lorenzodiaz | Instagram: lorenzodiazcampos

Inaugurado el pasado 19 de noviembre por el presidente Andrés Manuel López Obrador, de la mano del gobernador panista Mauricio Vila Dosal, la apertura del Gran Parque La Plancha —proyecto del despacho Muñoz Arquitectos, dirigido por Javier Muñoz Menéndez— en Mérida, Yucatán, pone fin al abandono por décadas de uno de los predios públicos más grandes en el corazón de la llamada Ciudad Blanca. Lo que solía ser la estación central y los patios de maniobra del sistema de trenes de la península, fue el centro de debate social por un largo periodo. Se elaboraron infinidad de proyectos para su recuperación, algunos con visión de ciudad otros llenos de ambiciones por parte de los políticos y desarrolladores inmobiliarios. Finalmente, con la llegada de Morena al poder y la búsqueda de la reactivación del sureste del país, los esfuerzos se concretaron en un parque urbano con un programa muy ambicioso.

Después de haber agotado las negociaciones para que este espacio volviera a ser la estación y centro neurálgico del sistema del Tren Maya, las opciones se decantaron para concederle el rol de espacio público a este enorme terreno. Dos acciones paralelas buscan darle articulación con la atribulada ciudad y su incontrolable expansión.

Una de ellas es su conexión con la estación de Teya por medio de la creación del corredor de transporte público confinado IETRAM que, además de contar con dos rutas que conectan con las estaciones del Tren Maya, tendrá tres rutas más que complementarán el ambicioso programa de renovación del sistema de transporte de la capital yucateca Va y Ven.

 

 

El segundo esfuerzo por articular este nuevo espacio es la renovación de la Calle 47, con un modelo de “calle completa” (el entrecomillado es mío y busca cuestionar si el modelo se aplicó bien o es más un maquillaje, pero ese es tema para otro artículo) para conectar el Gran Parque de la Plancha con el simbólico y aclamado Paseo Montejo, nombrándolo “Corredor Gastronómico” en el intento de que el proceso de gentrificación se oriente, de manera evidente, al turismo y tenga un énfasis hacia la riqueza del arte culinario que caracteriza a esta zona del país. Se suma también la remodelación de la Calle 60, que lleva esta articulación a la Plaza Mayor, para un total de 1,750 metros de “calle moderna”.

La Plancha da un respiro a una ciudad que ha visto un desarrollo especulativo enorme en los últimos años, y que vive una expansión horizontal desmesurada y acelerada con la conclusión del anillo periférico a finales de los noventa y principios de este siglo. Crea un imán en el centro de la ciudad a contracorriente de las tendencias de crecimiento y especulación, enhorabuena.

La clave, sin duda el mayor valor de este proyecto, es que es en gran medida un espacio público. Aunque el programa es elaborado, diría que, hasta complejo, su principal característica es que abunda el espacio público. Hicimos un recorrido el día 1 de enero. Los merideños se habían volcado a conocerlo y reconocerlo, el día en que todo está cerrado por definición, el espacio público —condición sine qua non del mismo— estaba abierto y les demostró a los ciudadanos para qué sirve y qué servía. Punto a favor y determinante en un primer acercamiento a este Mega Parque.

El parque, como ya lo decía, tiene un ambicioso y abultado programa. Contiene desde un gran auditorio al aire libre, un museo del tren, áreas de esparcimiento infantil, áreas para ejercicio y hasta un espacio para comercios de comida, además de un skatepark y la estación central del IETRAM. Atraviesan a las diferentes áreas andadores de doble altura y el lugar contiene un lago artificial, así como espejos de agua en donde es posible chapotear.

El paisajismo ha sido concluido de último momento y, además de que aún necesitar madurar, la elección de las especies despierta dudas. Preocupa en especial el uso extensivo de pasto que, aunque le dé al visitante la idea de “parque”, sabemos muy bien no es lo ideal por temas de mantenimiento y consumo de agua en un parque moderno además de, claro, no ser endémico. Han sido sembrados árboles de gran tamaño que, si todo sale bien, deberán aportar mucho a este espacio en pocos años, dotando de la sombra tan necesaria en estas latitudes.

Me parece que empaquetaron en un sólo espacio demasiados deseos, demasiados pendientes con la ciudad en la búsqueda de “ponerse al día” y que, madurando el Gran Parque de la Plancha, deberá ir encontrando su verdadera vocación, la que el uso (como todo espacio público real) le transferirá. La obra, concluida de manera apresurada por tiempos políticos, deja muchos pendientes (en particular de calidad), que son visibles incluso para el ojo no experto. Sobra decir que lo mejor de la Plancha es que cierra un ciclo largo de discusión pública poniendo un ejemplo y guía de gran formato para replicar lo mismo dentro de la extensa ciudad y posiblemente como modelo para otra ciudad dentro del país.

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