Los dibujos de Paul Rudolph
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18 agosto, 2013
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Alguien dijo que no existen las casualidades. Y aunque discrepo, la feliz coincidencia de dos exposiciones simultáneas en Nueva York, donde la experiencia del espacio a través de la luz es el principal protagonista, no dejó de sorprenderme.
La muestra de James Turrell en el Museo Guggenheim quizá sea su mayor obra dentro de un contenedor arquitectónico y la de Robert Irwin en el Museo Witney es la culminación de un trabajo que ideó treinta años atrás. Ambos artistas pertenecen al movimiento Light and Space que se formó en el sur de California en los años sesenta.
En 1977 Irwin ideó el Scrim veil –black rectangle- Natural light, para este museo que finalmente ahora performa la pieza, generando una excitante experiencia. El artista utiliza la luz y el espacio como medio para crear percepciones predeterminadas para el observador. Para Irwin, no se trata de un simple objeto hecho a la medida para un espacio específico, sino un proyecto condicionado por el lugar: depende de su entorno, reacciona ante el contedor, aún cuando lo lleve a resultados imprevistos. Tras fragmentar y cortar –virtual, física y ortogonalmente- el espacio del cuarto nivel del museo hacia sus elementos esenciales, como son la retícula de la losa de concreto aparente del techo, el rectángulo oscuro que conforma el piso y la ventana sesgada del edificio estelar de Marcel Breuer, Irwin reacciona y activa el espacio. Una larga y tersa pantalla de tejido transparente suspendida del plafón bisecciona el espacio en el sentido longitudinal de la galería, mientras que una linea horizontal negra delinea los muros perimetrales a la misma altura de la malla. El gran ventanal es la única fuente de luz natural que cambia en función del tiempo y de las horas del día. Estos tres elementos –malla, horizonte y luz natural- componen la totalidad de la pieza. En el momento en que Irwin gestó este proyecto, estaba teorizando sobre la percepción del espacio, proponiendo que el arte debe ser el detonante entre el espectador y el lugar. Así, Irwin genera una nueva mirada hacia todo aquello que ya estaba allí, a veces sin un sentido específico, pero que al entrar en el plano visual del espectador, se convierte en un actor central. Esta propuesta, mucho más abierta que la de Turrell, permite distintas lecturas y a su vez da todo el protagonismo a la mejor ventana de la ciudad.
Una sala anexa contiene dibujos asociados al proyecto original del Scrim veil-black rectangle- natural light, asi como fotos que muestran sus intervenciones urbanas en Manhattan de aquellos años.
En el museo Guggenheim, la exposición individual de James Turrell convierte la canonizada rampa helicoidal en un nuevo espacio reformateado con luz natural y artificial. Sin duda es una de las transformaciones más dramáticas que jamás se haya concebido en el vacío del museo, donde se reimagina el espacio cónico e icónico por excelencia de Frank Lloyd Wright, con una instalación en la que se penetra al punto focal. Una serie de anillos interconectados -LEDs que iluminan las tersas telas elásticas- conforma las cinco elipses concéntricas que reverberan sobre la memoria de las bandas originales. Radiando ondas de colores vibrantes, estos anillos rodean el espacio que, a su vez, se inunda de luz natural desde el óculo cenital del museo. También es la primera vez que la rotonda wrightiana se experimenta sólo desde abajo y deja de percibirse como un gran vacio para leerse como una masa cambiante de luz que se expande y se contrae sobre las cabezas de los visitantes. Redundando en la vocación original del museo Guggenheim como un templo del espíritu, Turrell atrapa la materialidad de la luz y con su refinado y silencioso lenguaje formal, crea atmósferas casi reverenciales de introspección y reflexión. Reflexión en el doble sentido, en todos. Ya que sus trabajos revelan, simultáneamente, efectos ópticos y emocionales de luminosidad. Quizá el obligado punto focal –desde abajo- de la instalación tiene un exceso de efectismo y sólo la lectura de la planta y la sección revela el “secreto” de las elipses inscritas en los círculos wrightianos a los que les aparece un balcón.
La muestra incluye una selección de trabajos de Turrell que van desde sus primeros investigaciones con la luz y el espacio, hasta sus propuestas más recientes. Estos días otras exposiciones de Turrell en Los Angeles y en Houston evidencian el interés por el trabajo que James Turrell ha realizado a lo largo de cinco décadas.
Tanto la exposición de Turrell como la de Irwin en los templos de peregrinación contemporáneos actúan sobre espacios canónicos, activando emociones sensoriales en atmósferas de silencio, del mismo modo que actuaron las catedrales góticas siglos atrás. Son cápsulas místicas de sosiego que tienen todo el sentido como contraparte de la efervescencia metropolitana en la que se insertan. Siendo así, bienvenidos y bien hallados los dioses paganos.
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