29 mayo, 2016
por Solano Benítez
Vengo mucho tiempo preparándome para decirles la mayor cantidad de mentiras posibles. Todo lo que les pueda mentir va a ser dicho hoy. Y esto es porque, para recordar lo que hicimos, la acción de recordio significa volver a pasar recargos, volver a pasar por el corazón: no es la realidad, es apenas lo que yo puedo percibir o recordar de aquello que fue hecho de esta manera. Vengo de Paraguay. Paraguay es una pequeña parte de Brasil que nunca se enteró que quedaba en Argentina. Somos la única nación bilingüe de América: hablamos oficialmente el español y el guaraní: una de las lenguas más interesantes de todo el mundo. Se caracteriza por la sumatoria de palabras, como el alemán. Cada palabra en realidad es un conglomerado de muchas otras que le dan sentido. Por ejemplo ybyrá, que significa árbol: ra es lo que pertenece o alimenta a los árboles, yby es la tierra, pero la palabra yby está compuesta de la palabra by, significa agua, e y significa debajo. Un árbol es lo que alimenta o pertenece a aquello que está debajo de la tierra. Lo que es interesante de la lengua es que nos enseña una manera de pensar, y pensar distinto puede provocar la aparición de ideas distintas, y con las ideas distintas es posible que se pueda enriquecer el concierto social, y que entre todos seamos capaces de producir mejores soluciones y llegar a un mejor entendimiento. Mi país consiste en veintiún naciones, veintiún lenguas, veintiún religiones, veintiún maneras de contar el mundo. Pero aún las etnias más cerradas estamos todos obligados —porque ya dejamos de ser nómadas— a convivir en un territorio y a comparar una cultura con la otra.
Yo soy el representante del consejo de ancianos en mi oficina. La gente que me acompaña es muy joven. Mis socias, mis socios tienen alrededor de veintitrés, veinte años. Algunos llegaron a ser socios desde los diecinueve. Y nos hemos convertido en una especie de especialistas en hacer todo lo que no sabemos hacer. Creemos que producir conocimiento, que aportar a la constructibilidad, a la utilización más eficiente, más racional, más segura de nuestros recursos económicos, ambientales, es la razón que nos impulsa a meternos a hacer todo aquello que no sabemos hacer, y detrás de la posibilidad de obtener algún resultado con esto, poder otorgar eso nuevamente a la sociedad, un vínculo y un compromiso.
Borges decía: pensar, analizar, inventar, no son actos anómalos, es la normal respiración de la inteligencia. Recordar con incrédulo estupor lo que el doctor universalis creó, es sólo confesar nuestra languidez o nuestra barbarie. Todo hombre debería ser capaz de todas las ideas y entiendo que en un futuro lo será. La inteligencia es vínculo común de todos los seres humanos. No estoy hablando de la instrucción, estoy hablando de la inteligencia como el vínculo común de todos los seres humanos.
De alguna manera nos especializamos en hacer todo lo que no sabemos hacer. Unos diecisiete o veinte años atrás decidimos construir nuestra oficina. En realidad es un patio de unos 12 metros por casi 70 de fondo. El tema del trabajo significaba una exhaustiva necesidad de producir cientos y cientos de proyectos, cientos de aproximaciones, que lejos de rendirnos, era un entrenamiento cada vez más potente de nuestras ideas y de nuestras condiciones. Si nosotros hubiésemos recibido encargos, si hubiésemos tenido grandes clientes, nos hubiesen demandado infraestructura y poner la cabeza en una estructura administrativa. Veinte años atrás, habíamos hecho una pequeña financiera y ganado como cinco mil dólares,. En ese momento la decisión era terrible: o comprábamos dos computadoras o construíamos en ese patio. Finalmente decidimos construir. Eran creo que cien metros cuadrados y debía costar cincuenta dólares el metro si queríamos construir. El problema era que todo lo que habíamos aprendido: hacer perfectamente una pared, un aparejo, una junta, absolutamente todo, estudiado con muchísimo detalle, costaba más que lo que disponíamos de dinero y tuvimos que pensar en otro tipo de materiales. Así empezamos a pensar como con nuestros materiales y con nuestro procedimiento y nuestro personal, éramos capaces de producir una mirada que entendiera dicho material. No nos apropiamos del material: lo entendemos como materia. Una vez aceptado como materia volvemos a imaginar el procedimiento según el cual se convierte en un nuevo material. Entonces lo que hemos hecho es mirar a los recursos que tenemos
Creo firmemente en los procesos. La arquitectura es una espectacular manera de generar inteligencia. La habitabilidad es la condición. Es un mandato disciplinario: no es construir casas, no es hacer edificios lindos. La habitabilidad es lo nuestro. Para que la gente viva mejor nos preparamos y para que la gente viva mejor comprometemos nuestros esfuerzos en transformar el mundo. Para que eso sea posible mañana, no importa que vayamos perdiendo el partido 10 a 0. Dice mi amigo Alejando Aravena que la creatividad empieza cuando uno le saca un cero al presupuesto —recién ahí empieza la verdadera creatividad. Cuando nos sentamos a trabajar un proyecto, de entrada no hay dinero. Hacemos muchos proyectos donde hay la posibilidad de construir una estructura social que permita al pueblo tener cierta cantidad de recursos, a ser utilizados de la manera más austera posible. Cuando somos capaces de, con el rico más rico, utilizar los mismos materiales que utilizaría el pobre más pobre de nuestro país y mostrarle que simplemente hay que utilizarlo bien, hemos ganado. Hemos ganado también varios concursos, aquellos donde no hay arquitectos como jurados. Siempre que hay un arquitecto en el jurado, ganamos una mención de honor por ser interesenates, inteligenes, pero nadie se atreve a otorgarnos un premio porque no saben si somos artistas o si somos ingenieros. Arquitectos jamás somos.
Pero no somos ni artistas ni ingenieros. El ingeniero es para nosotros como la bolsa de aire en el automóvil: fundamentales cuando nos estamos por matar, pero no nos ayudan a conducir. Trabajamos muy vinculados con el ingeniero: es un gusto trabajar con ellos pues tienen otra estructura mental y a la larga el poder tender puentes para hacer el trabajo en conjunto con ellos es una necesidad. Pero nosotros decidimos. Tampoco decide el ladrillo, porque un ladrillo no desea nada. Es la acción del hombre la que da vida al material y decide qué cosa puede ser el material. Las piedras son estúpidas. Pueden decirle a la piedra, quedáte aquí y si la sueltas la piedra cae. La acción del hombre, la mente del hombre es la que es capaz de contener y resistir a la fuerza de gravedad, y permitir así que la piedra se quede ahí. Es un acto de profunda humanidad: estamos hechos para trascender la materia. Todo es nuestro artificio. Es el hombre quien debe construir y disponer con la mayor eficiencia de los materiales. Además tiene que ser capaz de conjugarlos con inteligencia para producir otros nuevos.
En Paraguay y en todas partes del mundo, las normas están hechas para ser obedecidas o para ser olvidadas. En realidad la decisión de un lado o del otro que se hace en estos casos responde a muchísimos factores. Nosotros somos un grupo que proyecta y construye lo que proyectó. No otorgamos contratos a otras constructoras. Manejamos el proceso de exploración con muchos ingenieros y proveedores, pero evidentemente nosotros lo podemos hacer. Si nosotros mandamos un plano a licitación, el miedo hace que cueste cinco o seis veces más. La práctica hace que cueste cinco o seis veces menos que el original. Entonces, no se le puede cargar al otro la decisión de cómo hacerlo. La sociedad tiene una manera de estructurarse, unas reglas que se hicieron para una comunidad. Si tú crees que puedes intervenir eres tú el que está metiendo el dedo en el enchufe: te corresponde a ti mostrar que eso es bueno y que va a ser una maravilla. Y no verbalmente: ¡hazlo! Prueba, somete a prueba, mide, pesa. Es más fácil. Nosotros en muchos casos, primero construimos el módulo, luego se construye el hipotético de cálculo, para ver en qué coincide y luego lo sometemos a la carga, porque si de entrada sometemos a cálculo no aporta nada. Necesitamos sobrepasar ese período de miedo y ese período de miedo se pasa trabajando más. Si quieres un sueldo segur nunca hagas esto. Nosotros por cada proyecto que podamos cobrar hacemos 80: regalamos, tiramos, nos comprometemos: para los indígenas, las putas, los curas.
Nadie puede transformar lo que no conoce. Si no somos capaces de adquirir un compromiso con la excelencia, con la sabiduría, con el conocimiento, con la transmisión del conocimiento, entonces simplemente dejamos que los políticos hagan normas.
**Extracto de la conferencia impartida en la universidad marista de mérida, de próxima aparición en el libro Grandes lecciones. Diez experiencias arquitectónicas’, editado por Arquine.