El cronista en cuestión
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23 noviembre, 2011
por Armando López Carrillo | Twitter: opalodehielo
En la obra gráfica de Maurits Cornelis Escher (Leeuwarden, 1898-Hilversum 1972) podemos encontrar paisajes infinitos, seres imaginarios en transformación continua, figuras imposibles, entes lógicos habitados por reptiles, metamorfosis entre reinos animales, perspectivas intersectadas por planos inesperados y una abstracción del espacio que ha influido profundamente en la estética occidental que ha revelado dimensiones a muchos.
A partir del 25 de noviembre y hasta el 4 de marzo de 2012, el Museo Nacional de Arte del Instituto Nacional de Bellas Artes presenta la exposición “Escher y sus contemporáneos”, con más de 80 dibujos y grabados pertenecientes a la colección del Rijksmuseum Ámsterdam. La muestra tiene como objetivo principal profundizar en sus influencias y repercusiones a través de algunas obras de sus contemporáneos como Samuel Jessurun de Mesquita, quien lo guiara definitivamente hacia la gráfica; su amigo, Lou Strik; y G.W. Dijsselhof, artista vinculado con la renovación de las artes aplicadas a principios del siglo XX en Holanda.
Entre las obras exhibidas de Escher destacan piezas emblemáticas de este autor como Manos dibujando, La catedral sumergida y Naturaleza muerta con esfera, dispuestas en una museografía a cargo de Salvador Sánchez que busca enfatizar la audacia espacial y conceptual del holandés, a partir de los temas que aborda y cinco ejes temáticos: los mundos del artista; las formas vivas de la naturaleza; paisajes reales e imaginarios; geometría, decoración e infinito; y perspectivas fantásticas.
Si bien Escher inició estudios en la Escuela de Arquitectura y Artes Decorativas de Haarlem, su vocación por el dibujo y gran talento para el grabado muy pronto orientaron su trabajo hacia las artes plásticas. Gracias a la influencia de su maestro Samuel Jessurun de Mesquita, emprendió una exploración guiada por temas que persistieron a lo largo de su carrera que logró llevar a límites sorprendentes. Residió por temporadas en Italia, donde realizó numerosos viajes, así como a España, país en el que descubrió las profundas fuentes geométricas del Islam.
Al recorrer esta colección resulta evidente la maestría que alcanzó el artista en el grabado en madera, además de su virtuosismo para la técnica. Su búsqueda y experimentación sobre las paradojas le exigió un pleno dominio de la geometría euclidiana para superarla en sus divisiones del espacio, cuyos fundamentos matemáticos podemos encontrar en el trabajo de Roger Penrose, muy presente en algunas de sus figuras imposibles y mosaicos.
Sin duda, parte de la atracción que provocan las obras de Escher reside en la tensión que logra establecer entre lo real y lo ficticio, entramados en un orden armónico y congruente que nos gratifica, como si el equilibrio perfecto de los cuerpos y los planos, de las sombras y las luces, nos salvara de las aberraciones espaciales plasmadas. Como Douglas Hofstadter concluyera en su clásico libro Gödel, Escher Bach: un eterno y grácil bucle (Tusquets, 2009), en el caso del grabador holandés las ilusiones ópticas son en realidad ilusiones lógicas de las que podemos disfrutar cada vez que las admiramos.
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