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La construcción es la única decoración

La construcción es la única decoración

10 mayo, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

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En su libro Uncommon Ground, David Leatherbarrow cita a Antonin Raymond: “Se debe reafirmar constantemente que la arquitectura contemporánea no es el deseo de expresar la individualidad ni el deseo de formas nuevas y extrañas.” Leatherbarrow agrega que, al contrario, el objetivo es justamente el opuesto: lo típico, entendiendo que “una característica de las soluciones típicas es su simplicidad.”

Antonin Reimann, que luego cambió su apellido por Raymond, nació el 10 de mayo de 1888 en Kadno, una ciudad de Bohemia a 25 kilómetros al norte de Praga. En 1905 su padre, viudo, se mudo a esa ciudad donde Raymond entró a estudiar al Instituto Politécnico Checo. En 1910 inició un viaje por Europa y después conoció el trabajo de Frank Lloyd Wright gracias a la publicación del Portafolio Wasmuth en Berlín, en 1911, lo que lo llevó a embarcarse hacia Estados Unidos. En Nueva York, trabajó como dibujante en la oficina de Cass Gilbert cuando éste diseñaba el edificio Woolworth. Por supuesto ese no era el tipo de arquitectura que lo había llevado a viajar a América. Regresó a Europa y, al estallar la Primera Guerra, se embarcó de vuelta desde Italia en agosto de 1914. En el S.S. San Giovanni conoció a Noémi Pernessin, nacida en Cannes en 1889. El 15 de diciembre de 1914, Noémi y Antonin se casaron.

Para 1916 los dos trabajaban para Frank Lloyd Wright en Taliesin. Ahí, además de conocer personalmente al arquitecto que admiraban y de la experiencia directa de su arquitectura, los Raymond descubrieron la colección de grabados japoneses de Wright. Cuando éste viajó a Japón para supervisar la construcción del Hotel Imperial, lo acompañaron. Se quedarían a vivir en Japón, estableciendo su propia oficina, desde 1919 hasta 1938, para volver tras la Segunda Guerra y permanecer ahí otros veinticinco años, de 1948 a 1973, siendo el arquitecto y la diseñadora occidentales y modernos que durante más tiempo trabajaron en aquel país.

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En el prólogo al libro editado por Kurt Helfrich y William Whitaker Crafting a Modern World: The Architecture and Design of Antonin and Noémi Raymond, Keneth Frampton menciona el título de un ensayo de Raymond como mantra de su trabajo —cercano a la negación de la individualidad comentada por Leatherbarrow—: “no hay lugar para la personalidad.” Frampton relaciona la frase de Raymond con el miesiano aforismo Dios está en los detalles —divinidad más patente entre más preciso el detalle. En su tesis sobre la arquitectura de Raymond, Yola Gloaguen, lo cita diciendo que “es mediante la creciente simplicidad y la eliminación como el hombre de buen gusto llega a la elegancia.” La búsqueda de la simplicidad y de lo típico, en el sentido que le da Leatherbarrow, evitando la personalidad y la expresión individual, se relacionan con la estandarización como la proclamaba Le Corbusier por 1920: “a mi modo de ver —escribió Raymond— la estandarización es una herramienta para liberar al arquitecto para un uso más económico de sus capacidades.” Por tanto, su experiencia en Japón, hace que Raymond no conciba la estandarización con una visión exclusivamente industrial: los detalles para el ensamble de la madera, por ejemplo, han sido llevados a su máxima elegancia y eficiencia a partir de la repetición de tipos perfeccionados por una colectividad de artesanos. Gloaguen subraya la admiración de Raymond por la tradición constructiva japonesa, donde “una columna es una columna, una viga una viga, sin disfraces ni adornos pero trabajando perfectamente.” Ahí encontró el ideal de la arquitectura moderna en la que “la construcción es la única decoración.” Al regresar a Japón tras la guerra, Raymond también reflexionó sobre la labor del arquitecto en la ciudad y la sociedad: “pienso que el arquitecto hoy reduce su responsabilidad al dar la espalda a este problema, dirigiendo únicamente sus esfuerzos a la categoría de edificios de lujo.”

Los Raymond dejaron Japón en 1973; él murió en 1976 y ella, reconocida por sus diseños de textiles y mobiliario, en 1980. La oficina que fundó aun permanece abierta en Japón.

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