Gobierno situado: habitar
Un gobierno situado, un gobierno en el que quienes gobiernan se sitúan, que abierta y explícitamente declaran su posición y [...]
18 marzo, 2021
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Sábado 18 de marzo. Esta mañana, la mujer que trae el pan anuncia que se baten en Montmartre. Así empieza a contar ese día del año 1871 Edmond de Goncourt en su diario, escrito junto con su hermano Jules hasta la muerte de éste, en 1870. Salgo y no encuentro más que una indiferencia singular por lo que ocurre allá. La población ha visto tanto en los últimos seis meses que ya nada parece conmoverla. En julio de 1870 Napoleón III había declarado la guerra a Prusia. En septiembre del mismo año fue derrotado y hecho prisionero, lo que dio lugar al surgimiento de la Tercera República francesa, que firmó la rendición ante los prusianos en marzo de 1871. Alphonse Thiers, presidente de la Tercera República, ordenó desarmar a la Guardia Nacional, formada por todos los hombres en edad de combatir, la mayoría trabajadores. La artillería de la Guardia Nacional había sido financiada, por suscripción, por los mismos habitantes de París.
“La toma de la artillería era evidente —escribió Karl Marx— pero para servir como paso preliminar para el desarme general de París,” y así aplastar la revolución popular que había surgido desde septiembre de 1870. En su libro The Paris Commune. A Revolution in Democracy, Donny Gluckstein dice que el levantamiento fue iniciado por los más explotados y oprimidos de París. Multitudes como esta son a veces la vanguardia del océano de la humanidad, escribió la educadora y poeta Louise Michel, quien entonces presidía el Comité de Vigilancia del distrito XVIII, a cargo de impedir que las fuerzas del estado tomaran los cañones emplazados en Montmartre. Entre nosotros y el ejército había mujeres que se lanzaban sobre los cañones y las ametralladoras mientras los soldados estaban de pie, inmóviles, agrega. Gluckstein escribe que ese fue un momento en el que el descontento popular se transformó en poder popular. Para Marx, la comuna fue “un cuerpo actuante, no parlamentario, ejecutivo y legislativo al mismo tiempo.” El mismo Marx explica que “la clase trabajadora no esperaba milagros de la Comuna. No tenían utopías prefabricadas para introducir por decreto popular. […] No tenían ideales que realizar sino liberar los elementos de una nueva sociedad con la que la vieja sociedad burguesa ya en colapso está preñada.”
Con el gobierno instalado en Versalles, la ciudad parecía haber quedado abandonada por quienes la manejaban. Pero la ciudad no colapsó. Durante setenta y dos días los trabajadores se hicieron cargo de trabajar y gestionar los servicios que requería la ciudad. En la presentación del más reciente número de The Funambulist, dedicado a la Comuna de París, Leopold Lambert escribe: “Entre las decisiones inmediatas de la Comuna estuvieron la separación de la iglesia y del estado, la implementación de la educación obligatoria, secular y gratuita para niños y niñas, la transformación de las fábricas abandonadas por sus dueños en compañías propiedad de los trabajadores, etc. […] La Comuna transformó la misma forma de la soberanía al crear formas hiperlocales de gobierno (a la escala del barrio, del distrito) que tomaron el lugar de la forma de poder centralizado.”
Como explica Lambert, la Comuna tuvo antecedentes y consecuencias urbanas y arquitectónicas. Las intervenciones urbanas que Georges Eugène Haussmann había realizado bajo las órdenes de Napoleón III, buscaban otros fines que sólo el supuesto embellecimiento de París. En París, capital del siglo XIX, Walter Benjamin escribió: “La actividad de Haussmann se incorpora al imperialismo napoleónico, que favorece el capitalismo financiero. En París, la especulación está en su apogeo. Las expropiaciones de Haussmann suscitan una especulación que roza la estafa. […] (Pero) el verdadero objetivo de los trabajos de Haussmann era asegurarse contra la eventualidad de una guerra civil. Quería hacer imposible para siempre la construcción de barricadas en las calles de París.” La ciudad se reforzaba así como mecanismo de control y vigilancia de su propia población o, como lo califica Lambert, en un urbanismo armado (weaponized urbanism).
Tras setenta y dos días, la Comuna fue aplastada violentamente. Se calcula que la Semana sangrienta le costó la vida a más de 20 mil parisinos, aunque hay quien afirma que fueron ejecutados hasta 50 mil, además de quienes fueron hechos prisioneros y miles deportados, como Louise Michel. En su libro Communal luxury. The Political Imagingary of the Paris Commune, Kristin Ross apunta dos “transformaciones políticas de largo alcance” planteadas por la Comuna: la propiedad colectiva de la tierra y un énfasis en la autosuficiencia regional: “un mundo de pequeñas unidades productivas regionales y un uso intensivo de la tierra pero que la preserve.” Desde su inicio, el 18 de marzo de 1871, la Comuna de París ha alimentado en el imaginario de muchos la posibilidad de un auténtico gobierno de la gente, horizontal y democrático, pero también ha hecho que otros, como Haussmann en su momento, preparen las maneras de evitarlo, contenerlo y acabarlo.
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